El inter¨¦s general europeo
Solapando las elecciones europeas con las municipales se consigue dar cierta apariencia de inter¨¦s de la ciudadan¨ªa espa?ola por Europa. El tir¨®n de la pol¨ªtica local asegura una participaci¨®n aceptable en el voto europeo. Una vez en el colegio electoral, da lo mismo introducir una papeleta, dos o tres. Pero s¨®lo se enga?a quien quiere y la verdad es que tampoco en Espa?a ha cundido la idea de que hay que tomarse en serio la construcci¨®n de la Europa pol¨ªtica. Circunstancias imprevisibles han hecho que la campa?a electoral coincidiera con la guerra de Kosovo. La campa?a electoral en Espa?a ha sido impermeable a los signos que ven¨ªan de los Balcanes. Lo cual no ha ocurrido, por ejemplo, en Francia, donde todas las fuerzas pol¨ªticas se han pronunciado sin ambig¨¹edad sobre la organizaci¨®n futura de la defensa europea o sobre los conflictos de intereses en la pol¨ªtica exterior de la Uni¨®n. De modo que se ha dejado pasar otra oportunidad de crear conciencia europea. La campa?a ha llegado sin que los estados europeos se hubieran recuperado del impacto psicol¨®gico del euro. La irreversibilidad del proceso de moneda ¨²nica ha provocado una evidente reactivaci¨®n nacionalista en los dirigentes pol¨ªticos de la Uni¨®n. Lo cual se ha acusado en el planteamiento de estas elecciones entre el cultivo de la indiferencia (Inglaterra, pongamos por caso) y la enfatizaci¨®n del poder nacional (Francia, sin ir m¨¢s lejos). En Espa?a, la campa?a ha estado marcada por la suma de estos dos factores. El PP como partido del gobierno, con el PSOE perdido entre sus contradicciones, estaba llamado a ser quien diera el tono de la campa?a. Y efectivamente lo hizo en t¨¦rminos que, desde el punto de vista europe¨ªsta, son claramente regresivos. Al elegir como candidata a Loyola de Palacio, quedaban pocas dudas sobre la m¨²sica que tratar¨ªa de imponer el PP. De Loyola de Palacio se hab¨ªa intentado hacer una hero¨ªna por su gesti¨®n populista al frente del Ministerio de Agricultura, como esforzada defensora del campo espa?ol de los enemigos eternos agazapados en Bruselas. De modo que el perfil de campa?a era obvio: la mujer que defender¨¢ los intereses de Espa?a con m¨¢s coraje que nadie. Planteadas as¨ª las cosas, Europa no es un horizonte de integraci¨®n pol¨ªtica, sino un campo de batalla de intereses encontrados entre naciones. Si la candidata daba la clave nacionalista de la campa?a, el vergonzoso papel que Aznar ha desempe?ado en la guerra de Kosovo ha sido la invitaci¨®n permanente a la indiferencia. Primero, Aznar se escondi¨®, por miedo a la impopularidad del conflicto. Tuvo el honor de ser el ¨²ltimo presidente europeo en pronunciarse sobre la guerra, cuando algunos de ellos llevaban ya media docena de intervenciones p¨²blicas. Y cuando quiso apuntarse a toda prisa al caballo ganador, lo hizo dando siempre el m¨¢s bajo perfil posible en p¨²blico y sin plantear ninguna de las cuestiones de fondo que la guerra ha abierto. Nacionalismo e indiferencia: ¨¦stas han sido las dos claves de la campa?a europea del PP. A pesar de los esfuerzos -y los excesos- de un Felipe Gonz¨¢lez reaparecido, el PSOE, metido en sus desencuentros, dif¨ªcilmente pod¨ªa cambiar la tendencia. Su obsesi¨®n compulsiva por tratar al PP con la misma medicina (la corrupci¨®n) que los populares utilizaron con ellos les meti¨® en campa?a con el pie cambiado. El humo del lino abrum¨® a Loyola de Palacio, pero estuvo a punto de asfixiarles a ellos por aburrimiento general. Al final comprendieron que era hablando de pol¨ªtica como pod¨ªan marcar puntos. E introdujeron algunos temas especialmente de pol¨ªtica social europea. ?Qui¨¦n sino un partido socialista tiene que explicar que el Estado de bienestar ser¨¢ europeo o no ser¨¢? Es la izquierda, no la derecha, la interesada en la construcci¨®n pol¨ªtica de Europa. A la derecha le basta que Europa no sea m¨¢s que un mercado. Entra por tanto dentro de los intereses del PP el diluir la carga pol¨ªtica de las elecciones europeas. Pero la izquierda tiene que aprovechar esta coyuntura: la lecci¨®n de la guerra y el ser mayor¨ªa en los gobiernos europeos. Juntar municipales y europeas salva la participaci¨®n. Pero deval¨²a el debate sobre Europa. En Catalu?a, por ejemplo, el poder simb¨®lico y real de Barcelona tiende a dejar en segundo plano todo lo dem¨¢s. Y as¨ª personas como Raimon Obiols y Antoni Guti¨¦rrez, que conocen Europa al dedillo, han quedado en segundo plano de campa?a. Dicen algunos que es dif¨ªcil interesar a los ciudadanos porque el Parlamento Europeo tiene poco poder y la Uni¨®n poco presupuesto. Es un argumento que refuerza la reacci¨®n antieuropea y nacionalista de los ¨²ltimos meses. La Uni¨®n tiene capacidad legislativa: muchos de sus reglamentos y directivas rigen ya nuestras vidas por encima de la legislaci¨®n nacional. Estamos en un perverso juego: s¨®lo la presi¨®n de la ciudadan¨ªa puede acelerar la construcci¨®n pol¨ªtica de Europa y no hay un liderazgo pol¨ªtico en los pa¨ªses europeos que trate de motivar claramente a la opini¨®n p¨²blica. Dec¨ªa Felipe Gonz¨¢lez recientemente: "Los nacionalismos de v¨ªa estrecha rechazan la idea de Europa enfrentando inter¨¦s nacional e inter¨¦s europeo". No s¨¦ en qui¨¦n estar¨ªa pensando, pero la defensa del inter¨¦s nacional ha sido el argumento principal de la campa?a europea del PP.
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