Por los huesos de Diego de Silva y Vel¨¢zquez
El autor considera "rid¨ªculo" que las instituciones disputen por las reliquias del pintor en vez de alentar los estudios sobre ¨¦l
El 2 de junio de 1677, en la cartuja de Nuestra Se?ora de la Defensi¨®n de Jerez de la Frontera, se celebr¨® cap¨ªtulo por la colocaci¨®n del cuerpo de san Florido m¨¢rtir y de otras muchas reliquias principales de santos m¨¢rtires y confesores. Nadie sab¨ªa de d¨®nde ven¨ªan ni qui¨¦n era san Florido m¨¢rtir, pero sus cuerpos y sus huesos santificar¨ªan con sus benditos efluvios el cenobio, tras larga disputa por conseguir sus restos. Algo parecido ocurri¨® con santo Domingo de Silos, pues sus huesos fueron codiciados y repartidos, desmembr¨¢ndolos, lo que, como ha estudiado Antonio Cea, no menguaba la virtud de las reliquias, sino que las multiplicaba.
Algo parecido est¨¢ ocurriendo con esta macabra, truculenta y maloliente historia de los huesos de Diego de Silva y Vel¨¢zquez, gloria y m¨¢rtir del parnaso "pintoresco y laureado".
Sin ning¨²n fundamento ni rigor, y, sobre todo, sin constatar el verdadero origen de los enterramientos de la b¨®veda de San Pl¨¢cido de Madrid, se lanza el aserto de que el caballero con espada es Vel¨¢zquez, y que el plomo de las u?as y el ADN demostrar¨¢n tal conjetura, aunque, claro, ahora, por culpa de los gusanos, nos quedamos sin el plomo y sin las u?as.
La partida de defunci¨®n de Vel¨¢zquez, incluida en el libro parroquial de la iglesia de San Juan Bautista de Madrid y conservado actualmente en la de Santiago, deja bien claro que el 7 de agosto de 1660 muri¨® en la parroquia de San Juan don Diego Vel¨¢zquez, caballero de la Orden de Santiago y aposentador real. Enterr¨®se en la b¨®veda de la dicha iglesia, y el d¨ªa 14 muri¨® su mujer, do?a Juana Pacheco, pag¨¢ndose por cada enterramiento 200 reales. Su epitafio, que conocemos por Palomino, estuvo siempre bien visible en la iglesia.
No hay ning¨²n dato que demuestre el traslado de los cuerpos a San Pl¨¢cido, ni debe haberlo, ya que habr¨ªa sido conocido de antiguo por la relevancia del personaje evidenciada en la citada l¨¢pida. Por otro lado, est¨¢ documentalmente demostrado, gracias a los art¨ªculos de Mercedes Agull¨®, que don Jer¨®nimo de Villanueva, protonotario de Arag¨®n y caballero de Alc¨¢ntara, mand¨® en 1653 que su cuerpo fuera enterrado en la b¨®veda de San Pl¨¢cido, donde se han encontrado las momias, y a?os m¨¢s tarde, en 1705, su sobrino Jer¨®nimo de Villanueva y Fern¨¢ndez de Heredia fue sepultado en la misma b¨®veda y, seg¨²n el documento, "armado con el manto capitular de la Orden de Alc¨¢ntara". Todos estos mantos, Santiago y Alc¨¢ntara, presentan su correspondiente cruz roja cosida. Ahora, misteriosamente, la del cuerpo aparecido en San Pl¨¢cido la guard¨® el restaurador en una bolsa para ponerla "a buen recaudo".
De todos modos, sea de quien sea la cruz del m¨¢rtir, lo que es absurdo y rid¨ªculo es que tanto la Comunidad de Madrid como el arzobispado y la Direcci¨®n General de Bellas Artes se disputen las reliquias del cuerpo del san Vel¨¢zquez m¨¢rtir, y gasten trabajo, tiempo y dinero en tan podrido asunto, cuando hay investigadores y doctorandos -tanto en Madrid como en la Academia de Roma- que llevan a?os estudiando a Vel¨¢zquez en serio, tienen documentaci¨®n in¨¦dita, nueva e interesante, lograda con su esfuerzo, constancia e ilusi¨®n, y no se les da ni siquiera la ocasi¨®n de poner en circulaci¨®n sus trabajos. Por todo ello, y por el bien de nuestro m¨¢rtir, dejen sus huesos en paz.
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