LA CR?NICA El mal franc¨¦s SERGI P?MIES
Ha bastado que los organizadores del Tour hayan declarado persona no grata a Manolo Saiz, director del grupo deportivo ONCE, para que, con independencia de que la decisi¨®n sea excesiva o injusta, una ola de odio al franc¨¦s recorra Espa?a. "?Malditos gabachos!", gritan algunos sin tener en cuenta que el recio Manolo declar¨®: "Le hemos metido el dedo en el culo al Tour...", y no sigo para no ponerme demasiado escatol¨®gico. El desagradable incidente, sin embargo, ha servido de excusa para reactivar un sentimiento antifranc¨¦s muy arraigado al sur de los Pirineos, sobre todo desde la Guerra de la Independencia. Hablar mal de los franceses constituye un deporte que, de vez en cuando, conviene practicar para no olvidar el placer que produce detectar pajas en ojos ajenos. De los franceses se suele decir que conducen como locos, que abusan de la mantequilla, que son engre¨ªdos y prepotentes, y para ilustrar la cr¨ªtica con ejemplos, se habla inevitablemente de los camioneros espa?oles vejados por despreciables agricultores o transportistas franceses. Cualquier opini¨®n negativa es bienvenida si se refiere a nuestros vecinos. El fen¨®meno, curiosamente, es internacional. En Inglaterra, EE UU y Alemania es habitual que c¨ªclicamente aparezca alg¨²n art¨ªculo en el que un resentido periodista se lamenta (casi siempre con motivos) del miserable car¨¢cter de los camareros parisinos o de la injustificada y vanidosa autoestima de la que muchos franceses hacen gala. Eso, sumado a unos precios abusivos y a una tendencia a ser todo lo desagradable que uno sea capaz, les convierte en blanco de muchas iras. Arthur Schopenhauer, sin ir m¨¢s lejos, se despach¨® a gusto al escribir estas palabras moralmente discutibles: "Otras partes del mundo tienen simios; Europa tiene franceses. Lo uno compensa lo otro". Y el cineasta Billy Wilder tambi¨¦n aport¨® su sarcasmo a la siempre creciente antolog¨ªa de perlas antifrancesas: "Francia es un pa¨ªs donde el dinero se te va de las manos y donde no puedes encontrar papel higi¨¦nico". Pero, adem¨¢s de militantes extranjeros contra la causa francesa, tambi¨¦n existen ejemplos de autocr¨ªtica. Fran?ois Miterrand, por ejemplo, lleg¨® a decir: "Los franceses hacen huelga los lunes porque sube el pan, los martes se manifiestan porque ganan poco, los mi¨¦rcoles protestan por la falta de libertades...y el domingo votan a la derecha", una frase que puede resultar divertida en una sobremesa pero que se basa en una mentira. De ser cierta, Miterrand nunca hubiera llegado a presidente de la rep¨²blica. Recientemente se ha publicado la Gu¨ªa del t¨ªpico...franc¨¦s que, con destellos de humor salvaje y mucha sal gorda, dedica 120 p¨¢ginas a meterse con los franceses. Sus autores son Nick Yapp y Michel Syrett, y haciendo justicia al expl¨ªcito t¨ªtulo original -Xenophobe"s guide to the French-, pues eso. Las primeras frases constituyen una declaraci¨®n de intenciones: "Los franceses se preocupan de lo que realmente importa en la vida: ser franc¨¦s. Est¨¢n convencidos de que colectiva e individualmente son superiores al resto de los habitantes del mundo. Su encanto radica en que no nos desprecian a todos los dem¨¢s: simplemente se compadecen de nosotros por no ser franceses". Este sobado t¨®pico -que cualquiera que haya visitado Francia puede reconocer como la exageraci¨®n de una realidad innegable pero no extrapolable a toda la poblaci¨®n- inaugura una amena sucesi¨®n de generalizaciones entre las que, por supuesto, no faltan las referencias al Tour: "El ciclismo es el deporte m¨¢s popular en Francia porque es brillante, es r¨¢pido, es esencialmente franc¨¦s, y puedes beber durante dos semanas mientras lo ves por televisi¨®n". Oyendo la cantidad de cosas que se dicen contra ellos, uno empieza a sospechar que los franceses son como son no porque de verdad lo sean (o no, que ¨¦sa es otra), sino para que los dem¨¢s puedan sentirse superiores meti¨¦ndose con ellos. Se trata, en el fondo, de una prueba de generosidad, de un acto de grandeur. ?Ah!, por cierto: ?qu¨¦ hubiera ocurrido si, tras una decisi¨®n discutible, el directivo deportivo de un equipo franc¨¦s que participara en la Vuelta a Espa?a declarara: "Le hemos metido el dedo en el culo a la Vuelta a Espa?a"?
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