El juego m¨¢s divertido
Las elecciones al Parlamento Europeo de la pasada semana se han saldado con una elevada abstenci¨®n. Considerando los 12 pa¨ªses que votaron ya en 1994, la misma ha representado el 51%, 6puntos por arriba de la de 1994. En Espa?a, por la coincidencia electoral, la participaci¨®n ha sido considerablemente mayor, del 64%, pero en todo caso inferior en 3 o 4 puntos a la esperada. ?Qu¨¦ pasa con la abstenci¨®n? De entrada, hay que decir que los niveles de fluctuaci¨®n entre participaci¨®n y abstenci¨®n de la anterior convocatoria a la actual no son extraordinarios (ni siquiera sistem¨¢ticos: adem¨¢s de Espa?a, hay otros pa¨ªses en que la abstenci¨®n se reduce ahora, como son Irlanda y Portugal). De hecho, el 90% del incremento de la abstenci¨®n global entre 1994 y ahora lo explican los desmesurados aumentos de aqu¨¦lla en Alemania y en el Reino Unido (15 y 13 puntos, respectivamente).
A mi juicio, las claves interpretativas de este fen¨®meno son dos. De una, el escaso inter¨¦s participativo que despiertan los comicios europeos se relacionar¨ªa con la escasa visibilidad pr¨¢ctica que para la mayor¨ªa de los electores tiene la C¨¢mara que en ellos se elige. Problemas relacionados con el d¨¦ficit democr¨¢tico, las cuestiones de accountability de las instituciones europeas y, en particular, las poco comprensibles relaciones entre la Euroc¨¢mara y el Ejecutivo en el plano del control, dan lugar a que la mayor¨ªa de los ciudadanos no entienda qu¨¦ vota y, en consecuencia, no vote lo que no entiende. En todo caso, es interesante ver c¨®mo los pa¨ªses m¨¢s beneficiados por los flujos redistributivos de la UE (Espa?a, Irlanda, Portugal y Grecia) son aquellos en que la participaci¨®n crece.
Pero la segunda clave tiene anclajes m¨¢s dom¨¦sticos. Si Popper atribu¨ªa como m¨¦rito funcional a la democracia el de que permite echar a los Gobiernos, los sofisticados y vol¨¢tiles electores europeos de este final de siglo encuentran divertido el uso t¨¢ctico del voto y de la abstenci¨®n para dar salida expresiva a su mal humor pol¨ªtico. En esta clave, podr¨ªamos llegar a algunas interpretaciones parad¨®jicas de los resultados.
Los casos de Alemania y el Reino Unido son los m¨¢s significativos en esta direcci¨®n. En ambos pa¨ªses se ha producido el m¨¢s marcado incremento de la abstenci¨®n y el m¨¢s fuerte voto de castigo contra el Gobierno respectivo. En uno y otro se han producido recientemente los reemplazos hist¨®ricos de dilatad¨ªsimos Gobiernos conservadores por Gobiernos socialdem¨®cratas. En uno y otro, adem¨¢s, el sentido del voto ha variado dr¨¢sticamente: si en 1994 triunfaron con holgura los socialdem¨®cratas, ahora se han impuesto los conservadores. Pues bien, probablemente, detr¨¢s de este fen¨®meno lo que nos encontramos es que los electores m¨¢s proclives al Gobierno no encuentran incentivos bastantes para participar, mientras que los opuestos a ¨¦l est¨¢n m¨¢s movilizados para expresar la desafecci¨®n. Cinco a?os atr¨¢s, un descontento mayoritario con los entonces longev¨ªsimos Gobiernos conservadores sac¨® a m¨¢s gente a votar contra ellos. Hoy, con los nuevos Gobiernos menos erosionados (siquiera por el menor tiempo que llevan en el poder), se repite la tendencia al voto de castigo, pero, al ser menos los castigadores, de rebote se incrementa la abstenci¨®n.
La patada a los Gobiernos (salvo los de Espa?a y Francia, que son los ¨²nicos que se salvan con claridad de la quema) la va a experimentar en su sufrido trasero la UE. El quinquenio que se avecina, clave en la construcci¨®n de la uni¨®n econ¨®mica y monetaria, con un Parlamento Europeo decididamente dist¨®nico respecto a la mayor¨ªa de los Gobiernos nacionales, va a ser m¨¢s bien guerrero.
La situaci¨®n reclama algo m¨¢s que palabras. Es preciso que en Bruselas tanto como en las capitales de los Estados miembros se entienda la necesidad de trasladar a la opini¨®n la sustantividad de un proceso electoral que debiera dejar de ser la ocasi¨®n de practicar juegos t¨¢cticos con el voto y transformarse en la arena competitiva que est¨¢ llamada a ser: un momento para que, cada cinco a?os, los ciudadanos expresen mediante el voto qu¨¦ Europa quieren, a qu¨¦ ritmo y c¨®mo la quieren.
Justamente todo aquello de lo que no se ha hablado en la reciente convocatoria y que, por consiguiente, ha estado menos presente en la decisi¨®n electoral. El juego ser¨¢ menos divertido, pero lo que est¨¢ en juego no es ninguna broma.
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