Cambiemos la econom¨ªa
El autor realiza una reflexi¨®n sobre el papel que juegan tanto el dinero como el precio del mismo en la evoluci¨®n de los grandes indicadores econ¨®micos como el ¨ªndice de precios al consumo
Quiz¨¢ el contenido de estas l¨ªneas pudiera herir la susceptibilidad de algunos lectores, pero pudiera ser que en otros, en cambio, estimule el inter¨¦s y las dudas razonables sobre algunas creencias econ¨®micas que no son sino el resultado de algunos dogmas de fe asumidos ancestralmente por la pura ortodoxia econ¨®mica reinante. En primer lugar, hemos de matizar, en lo relativo al t¨ªtulo del art¨ªculo, que el cambio al que hacemos referencia se refiere a la econom¨ªa como cuerpo te¨®rico o conjunto de postulados m¨¢s que al propio funcionamiento del sistema econ¨®mico o a la pol¨ªtica econ¨®mica imperante. (En ingl¨¦s se utilizan dos t¨¦rminos distintos: economics para los postulados y concepciones te¨®ricas de la econom¨ªa y economy para la realidad pr¨¢ctica y el funcionamiento cotidiano de la propia econom¨ªa. Nos referimos al primero.)
De las numerosas cuestiones que pensamos debieran ser reformuladas dentro del razonamiento econ¨®mico imperante (en buena medida como fruto de una proyecci¨®n sobre la econom¨ªa de m¨¦todos y postulados de otras disciplinas cient¨ªficas), nos vamos a referir en estas pocas l¨ªneas a una de ellas, relacionada con una variable que afecta directamente, ?y en qu¨¦ medida!, al bolsillo de muchos ciudadanos: el dinero, su precio y su consideraci¨®n en algunos planteamientos econ¨®micos.
El dinero es un componente fundamental de cualquier econom¨ªa, y el precio del dinero se considera como elemento o componente fundamental de la demanda monetaria, de forma que, si baja el precio del dinero, esta demanda aumenta, aumenta asimismo la demanda agregada, la econom¨ªa se recalienta y se genera un aumento de la inflaci¨®n. Es por ello que cuando la econom¨ªa experimenta este recalentamiento, una receta com¨²nmente utilizada es subir el tipo de inter¨¦s para enfriarla. En definitiva, que si baja el precio del dinero en una econom¨ªa, parece que ello determina un aumento de la inflaci¨®n.
Al margen de diversos argumentos y cuestionamientos colaterales que se nos ocurren respecto al razonamiento anterior, y al margen de la presunci¨®n tan irreal como incluso ostentosa que continuamente se hace del ceteris paribus, tanto en este razonamiento como en otros muchos, propios de la ortodoxia econ¨®mica (se asume sin m¨¢s, por ejemplo, la inexistencia de subactividad en las empresas productoras de bienes y servicios, o un grado de interdependencia nulo o poco significativo de una econom¨ªa nacional con el resto de pa¨ªses y mercados, u otros m¨¢s generales, como la presunci¨®n de un mismo nivel de informaci¨®n en todos los ciudadanos consumidores o inversores), nos vamos a limitar a plantear sobre este tema algunas propuestas de reconsideraci¨®n, y ello en forma de varios interrogantes.
En este sentido, nos preguntamos (e invitamos a pensar en ello) lo que ocurrir¨ªa si se aplicase -completa- la siguiente secuencia de argumentaciones b¨¢sicas: a) el dinero es un cierto tipo de mercanc¨ªa; b) como tal mercanc¨ªa, las personas (f¨ªsicas o jur¨ªdicas) lo utilizan (lo entregan o lo reciben) a modo de intercambio con otras mercancias; c) cuando no disponen del mismo, al igual que otros bienes o mercanc¨ªas, lo alquilan y pagan un precio por su utilizaci¨®n temporal; d) el importe de este precio o alquiler pagado por el dinero (los intereses) supone un coste fundamental durante bastantes a?os para la mayor parte de los ciudadanos y familias espa?olas (o de otros pa¨ªses); e) este coste representa para muchas personas y familias un coste mayor que el de la alimentaci¨®n, o el del vestido, o el del ocio, o el del transporte, sobre todo en los primeros a?os de los pr¨¦stamos hipotecarios de las viviendas, en los que la mayor parte de los pagos para estos pr¨¦stamos son precisamente intereses por el alquiler del dinero. De la anterior secuencia surgen las siguientes preguntas o interrogantes:
Primera pregunta: ?Qu¨¦ ocurrir¨ªa si una de las variables fundamentales que se utilizan en la econom¨ªa, como es la inflaci¨®n, medida en t¨¦rminos del IPC (¨ªndice de precios de consumo), tuviese en cuenta en su medici¨®n el coste que pagan las familias por el alquiler del dinero a las entidades financieras, bien para la compra de vivienda o para otros fines, y que muy probablemente habr¨ªa de ser mayor en su ponderaci¨®n o importancia dentro del coste de la vida, que cualquiera de los 471 art¨ªculos que integran actualmente el IPC? (A prop¨®sito, hace unos d¨ªas, en un excelente art¨ªculo en este mismo peri¨®dico, do?a Pilar Mart¨ªn-Guzm¨¢n, la directora del Instituto Nacional de Estad¨ªstica (INE), explicaba perfectamente el contenido y los pr¨®ximos cambios del ¨ªndice de precios al consumo, se?alando, adem¨¢s, que el coste de la vivienda se considera como una inversi¨®n, y por ello no entra en el ¨ªndice de precios al consumo. Aqu¨ª no vamos a entrar en el coste de la propia vivienda, sino en el coste de alquilar el dinero, bien para la compra de la vivienda o de otros bienes.)
Segunda pregunta: ?C¨®mo cambiar¨ªan algunos de los postulados comunes de la ortodoxia econ¨®mica si el coste del dinero entrase a formar parte del ¨ªndice de precios al consumo, y por tanto, de la inflaci¨®n? Quiz¨¢ se podr¨ªa entonces pensar que es necesario cuestionar o reorientar en alguna medida algunos razonamientos cl¨¢sicos, como los que postulan que si hay inflaci¨®n conviene inexorablemente enfriar la econom¨ªa y subir los tipos de inter¨¦s con el fin de minorar la demanda crediticia y la consiguiente demanda de bienes. ?No cabr¨ªa plantearse, por el contrario, que subiendo el precio del dinero sube el coste de la vida para el ciudadano medio (consumidor antes que inversor financiero), es decir, est¨¢ aumentando realmente la inflaci¨®n, justamente lo contrario de lo que se pretende con esa medida? ?No estar¨ªan quedando sin una buena parte de sus argumentos aquellas posturas o recetas de subidas de los tipos de inter¨¦s como remedios en el terreno econ¨®mico?
Por otra parte, tambi¨¦n podr¨ªan surgir innumerables preguntas colaterales en este razonamiento como, por ejemplo, la siguiente: ?No benefician las subidas de los tipos de inter¨¦s m¨¢s bien a la econom¨ªa financiera, que, a nuestro juicio, est¨¢ ya suficientemente inflada, frente a la econom¨ªa real, aumentando, adem¨¢s el apalancamiento de las empresas y, por consiguiente, la disminuci¨®n de sus inversiones y de la creaci¨®n de puestos de trabajo, minorando, adem¨¢s, las expectativas de los ciudadanos emprendedores?
En todo caso, finalmente, y al margen de la posible respuesta a estas preguntas concretas, pensamos que la medici¨®n y la consideraci¨®n del IPC y de la inflaci¨®n en la econom¨ªa es algo tan fundamental y masivamente utilizado en la sociedad, tanto a nivel financiero como a nivel de convenios colectivos, a nivel de pol¨ªtica de precios, etc¨¦tera, que no vendr¨ªa mal un amplio debate sobre este tema (y tambi¨¦n sobre otros muchos de la ortodoxia econ¨®mica imperante) que aqu¨ª no hemos hecho sino tratar de espolear e impulsar en la mente de al menos algunos de los lectores.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.