Un veneno infesta la literatura
Fue Vicente Verd¨², de vuelta de un viaje, el que dej¨® caer el t¨ªtulo sobre la mesa, Contra la imaginaci¨®n, dijo, y yo pens¨¦ al momento que no recordaba haber escrito a¨²n ese libro, a pesar de tenerlo completamente dispuesto en la cabeza. De su autor no dio datos, ni recuerdo si dio su nombre, y sobre el libro a?adi¨® que sus primeras 40 p¨¢ginas eran francamente buenas, y quiz¨¢ dijo m¨¢s, pero yo no estaba en nada, y s¨®lo quer¨ªa volver a Barcelona para llegarme a La Central y ver si me lo pod¨ªa llevar aquella misma noche a casa. Estaba, claro que estaba, Antonio lo tra¨ªa con su media sonrisa de buscador de perlas satisfecho, en la mano lo tra¨ªa, una sobria cubierta azul negra de Fayard y flotando en letras p¨¢lidas Christophe Donner, Contre l"imagination. "Un veneno infesta la literatura: la imaginaci¨®n". As¨ª arrancaba. As¨ª yo lo ten¨ªa tambi¨¦n m¨¢s o menos previsto, aunque creo que llegado el momento habr¨ªa mantenido fantasma en vez de veneno para hacer m¨¢s audible la parodia de la primera l¨ªnea del primer manifiesto, y para reforzar el car¨¢cter que yo atribuyo a la imaginaci¨®n y a los cultivadores de la escritura imaginativa. Un par o tres de p¨¢ginas m¨¢s adelante, sin embargo, me di cuenta de que la lectura de este libro iba a ser en extremo singular. Me vi preguntando a Donner -no ten¨ªa la menor idea de qui¨¦n era, pero hab¨ªan bastado tres p¨¢ginas para tutearle- y a ¨¦ste que respond¨ªa de corrido, con una seguridad, una amenidad y una profundidad impagables. ?Por qu¨¦ en los or¨ªgenes de la ficci¨®n no se alude nunca a las circunstancias extraliterarias que obligan a un escritor a utilizarla?, me preguntaba. Ah¨ª estaba ¨¦l: "?Para qu¨¦ sirve la imaginaci¨®n? A veces para salvar la piel. Uno tiene la necesidad de decir, pero no puede hacerlo, porque la polic¨ªa estar¨¢ al d¨ªa siguiente en tu puerta. Es preciso entonces maquillar las palabras, inventar par¨¢bolas, localizar la historia en lugares lejanos y en tiempos remotos o futuros, all¨ª donde el presente no puede reconocerse". Donner segu¨ªa, a toda prisa, despu¨¦s de aludir a Wilde, describiendo las consecuencias de esta claudicaci¨®n: las ra¨ªces cortadas del proyecto literario. Pero antes de cualquier objeci¨®n posible ya estaba hablando de los escritores de hoy. ?De los escritores libres!: "El escritor menosprecia la verdad y la hace pasar a un segundo plano, su trabajo principal consiste entonces en saber c¨®mo no debe usar su libertad. Dicho de otro modo: qu¨¦ estilo fabricarse. El m¨¦rito retrospectivo que se concede a las grandes obras no reside nunca en sus cualidades imitables, ¨²tiles para su arte, sino en la audacia que se reconoce a la mirada del artista sobre su ¨¦poca. Esta audacia, que tiene poco que ver con el estilo, contiene un ¨ªmpetu que puede venir de la irritaci¨®n (C¨¦line), o de una insumisi¨®n discreta, pasiva, como de un flirt con la neurosis (Kafka), pero es siempre en ¨²ltimo t¨¦rmino esta audacia inimitable la que determina la grandeza de estos escritores". Ped¨ª un instante de calma para hablar de la novela. Fue un error: "A fuerza de consentirle el respeto que ella nos solicita, la pretendida vena imaginativa ha constituido un imperio. No solamente social, con los premios literarios que se le reservan, el ¨¦xito que se le garantiza, sino sobre todo un imperio intelectual y moral de lo m¨¢s desp¨®tico. La imaginaci¨®n se ha servido h¨¢bilmente de la novela para aniquilar la poes¨ªa, someter al relato y al cuento, repeler las cr¨®nicas hacia el fango del periodismo; la imaginaci¨®n ha calumniado el diario calific¨¢ndolo de nominalista, con todo el sobrentendido sexual y masturbador que eso comporta". Mucho m¨¢s all¨¢ de las 40 p¨¢ginas, de la aduana de Verd¨², aparec¨ªa el yo. Hay palabras que estropean cualquier fiesta. Prueben con yo y verdad, y ver¨¢n como los estetas empiezan a registrarse nerviosamente los bolsillos. Se comprende: siempre es m¨¢s dif¨ªcil detectar a un imb¨¦cil cuando miente en tercera persona. Donner cita a Deleuze. Lo cita para completar, en las humanidades, el trabajo que han hecho Bricmont y Sokal (Imposturas intelectuales) en la f¨ªsica. Dice Deleuze: "La literatura s¨®lo empieza cuando nace en nosotros una tercera persona que nos desposee del poder de decir yo". Dice Donner: "Estupideces. ?Para qu¨¦ sirve enviar personas a la luna, qu¨¦ se espera de ellos, para qu¨¦ se invierte todo este dinero? Se espera su relato. Y que nos digan yo". No puedo desmenuzar todas las preguntas que siguieron. Me llevar¨ªa tres cr¨®nicas. Donner a¨²n no ha sido traducido. Tengo como una obligaci¨®n. Transcriptora. "La transcripci¨®n de lo real no es una obsesi¨®n estil¨ªstica, y a¨²n menos, la fuente de una corriente literaria, sino que se trata de la esencia misma del arte, del deber de la literatura. Porque es de nuestra existencia de la ¨²nica que puede dudarse en el interior de lo real. Y el arte est¨¢ incansablemente obligado a confirmar nuestra existencia all¨ª. Se trata de un trabajo noble y sin fin". Las ¨²ltimas p¨¢ginas de este libro admirable vinculan la ciencia, la literatura y el resto de las artes, enfrentadas a su reto secular. "Desnudas frente al hombre y encargadas del mismo deber: saber". Todo el descr¨¦dito de la literatura est¨¢ en la imaginaci¨®n.
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