V¨ªsperas electorales
Un debate serio, sin concesiones, entre dos parlamentarios que se hab¨ªan estudiado bien la lecci¨®n y con las pol¨ªticas sociales como eje central: eso fue en lo fundamental el pulso dial¨¦ctico que sostuvieron ayer el presidente Aznar y el portavoz del PSOE, Joaqu¨ªn Almunia. El ¨²nico gesto censurable fue, una vez m¨¢s, la descortes¨ªa parlamentaria del Grupo Popular, que trat¨® de repetir con Almunia el ruidoso esc¨¢ndalo con el que hace un a?o trat¨® de tapar el discurso de Borrell. El presidente del Congreso tuvo que amonestar con severidad a los diputados gubernamentales. Almunia demostr¨® solvencia y rigor en su estreno en este tipo de debates. Algo de lo que est¨¢ muy necesitado su partido, afectado por el s¨ªndrome de la b¨²squeda de soluciones fulgurantes. Aznar estuvo como siempre: mejor cuando posa de gobernante sobrio que cuando se deja llevar por el tonillo despectivo o la irritaci¨®n arrogante. Anguita profundiz¨® en su cr¨ªtica frontal al liberalismo econ¨®mico, aunque por primera vez estableci¨® diferencias entre la derecha (el PP) y la izquierda (a la que en esta ocasi¨®n incorpor¨® al PSOE). El portavoz de CiU hizo valer su papel en una legislatura que valor¨® en t¨¦rminos positivos y garantiz¨® a Aznar su apoyo para los pr¨®ximos Presupuestos. Anasagasti lanz¨®, en nombre del PNV, las m¨¢s duras acusaciones contra Aznar por la pol¨ªtica seguida en el Pa¨ªs Vasco desde el alto el fuego de ETA. Su discurso son¨® a ruptura con un Gobierno al que ha apoyado durante tres a?os. Todo ello en un clima de final de legislatura y virtual pistoletazo de salida de una larga campa?a hacia unas elecciones generales para las que faltan como mucho diez meses.
El presidente eligi¨® el registro templado en su intervenci¨®n inicial, aburrida pero breve y sin aristas. Lanz¨® dos mensajes principales: que por primera vez en muchos a?os no ha habido atentados terroristas en todo el a?o y que las medidas liberalizadoras impulsadas por el Gobierno hab¨ªan creado las condiciones para un aumento del bienestar social. Sobre lo primero evit¨® prenderse medallas directamente (a diferencia de lo que hizo en la pasada campa?a electoral) y atribuy¨® el m¨¦rito a la fortaleza del Estado democr¨¢tico y a la resistencia de los ciudadanos a ceder al chantaje. S¨®lo al final se le escap¨® una no muy oportuna referencia a los cambios de postura de los dem¨¢s en materia antiterrorista. Todos han cambiado, pero no es su partido el que menos; y no ven¨ªa a cuento despu¨¦s del respaldo sin fisuras que acababa de reiterar Almunia en ese ¨¢mbito.
El debate principal acab¨® siendo el del Estado de bienestar, con lo que un asunto que ha estado ausente del debate en la reciente campa?a sirvi¨® para abrir la de las generales. Aznar utiliz¨® de entrada un aire mesurado -como quien se limita a constatar una evidencia- y t¨¦rminos muy manoseados en el lenguaje pol¨ªtico de moda: modernidad, solidaridad, oportunidad y, sobre todo, mucha cohesi¨®n social, con la que es dif¨ªcil no estar de acuerdo en principio. Tras la intervenci¨®n de Almunia, dura pero respetuosa, el presidente exhibi¨® por unos minutos su peor perfil, el que provoca desconfianza en tantos ciudadanos. Acusar a Almunia de estar "haciendo m¨¦ritos para que le nombren candidato" y de haber perdido las ¨²ltimas elecciones es una bajeza bastante injusta. Claro que Aznar result¨® servido en la respuesta del socialista cuando ¨¦ste le contest¨® que a¨²n le faltaban muchos a?os para igualar los que tard¨® en ganar el hoy presidente del Gobierno.
Por otra parte, resulta altamente demag¨®gico comparar las cifras actuales del paro con el que exist¨ªa cuando Almunia era ministro de Trabajo: como si no hubiera coincidido con un momento de ajuste agudo de todas las econom¨ªas europeas. Fue el momento de mayor tosquedad en el discurso y la imagen de Aznar.
Almunia no hab¨ªa cuestionado que la econom¨ªa espa?ola vaya bien, pero s¨ª aplic¨® la lupa a realidades resistentes a la propaganda y a los focos, y puso en entredicho que los beneficios de esa mejora est¨¦n siendo repartidos con equidad. Cada cual eligi¨® los datos que favorec¨ªan sus hip¨®tesis. Aunque Aznar contaba a su favor con la evidencia del crecimiento del empleo, Almunia dio la impresi¨®n de conocer bastante mejor el tema. Desde luego, sostener que los Gobiernos socialistas hab¨ªan supuesto un paso atr¨¢s en pol¨ªticas sociales, como proclam¨® confusamente Aznar, revela una abierta voluntad demag¨®gica, aunque sea cierto que su Gobierno ha conseguido de los sindicatos la actitud responsable que nunca logr¨® Gonz¨¢lez. Tampoco hubo respuesta a las cr¨ªticas sobre lo pronto que Aznar olvid¨® sus promesas de convertir el Parlamento en centro de la vida pol¨ªtica.
La discusi¨®n sobre los fondos europeos no aclar¨® gran cosa, seguramente porque los dos ten¨ªan raz¨®n en parte al utilizar cantidades heterog¨¦neas. Pero a lo que Aznar no pudo replicar con fortuna fue a la acusaci¨®n de haber utilizado las privatizaciones de empresas p¨²blicas para crear un foco de poder econ¨®mico y medi¨¢tico af¨ªn a los intereses del Gobierno, algo mucho m¨¢s eficaz y abusivo que controlar los medios p¨²blicos desde el Gobierno: aunque ambas cosas no sean incompatibles, como prueban los ins¨®litos comentarios editorializantes -"catastrofista intervenci¨®n de Almunia", "¨¢gil r¨¦plica de Aznar"- que acompa?aron la retransmisi¨®n del debate por La 2 de TVE y que dieron suficientemente la raz¨®n a las cr¨ªticas de Almunia sobre este punto.
El consenso sobre la cuesti¨®n auton¨®mica s¨®lo alcanza a la constataci¨®n de su trascendencia. Muy en consonancia con la suave toma de distancia del portavoz de CiU, Almunia invit¨® a no prescindir de los nacionalistas en la b¨²squeda de un acuerdo m¨¢s amplio sobre el futuro del Estado auton¨®mico. Anguita aport¨® una visi¨®n sin la cual la C¨¢mara no reflejar¨ªa fielmente el pluralismo de la sociedad espa?ola. Relacion¨® el aumento de la abstenci¨®n -que considera una de las causas de sus malos resultados- con el dominio de los valores conservadores, y ofreci¨® un pacto al PSOE en municipios y comunidades aut¨®nomas "para frenar a la derecha". Quiz¨¢ sea una de las escasas ocasiones en las que, de una manera muy expl¨ªcita, arrumb¨® su cl¨¢sica tesis de las dos orillas (la suya y la de los dem¨¢s).
El portavoz del nacionalismo catal¨¢n, pese a las distancias, ofreci¨® un compromiso para respaldar los Presupuestos Generales del a?o 2000 que despeja algunas inc¨®gnitas inmediatas. Ello significa que Aznar no va a contar con una coartada inmediata para disolver las C¨¢maras anticipadamente si ¨¦se fuera su deseo o el de su entorno estrat¨¦gico m¨¢s cercano. El tono general del debate fue el de primer acto de campa?a: fue electoral la selecci¨®n de temas y el tono inicial de Aznar, y electorales fueron las cr¨ªticas de Almunia, desde una posici¨®n compatible con pactos inmediatos con Anguita y futuros con PNV y CiU. Si el debate era una prueba para Almunia, el resultado es satisfactorio: transmiti¨® una imagen de solidez y eficacia que es d¨ªficil encontrar en otros dirigentes de su partido.
En el debate de ayer se cambiaron las tornas de un a?o antes: el secretario general de los socialistas fue un orador tranquilo que en algunos momentos logr¨® sacar de su tradicional frialdad a Aznar: cuando destac¨® su escaso peso como l¨ªder o cuando le acus¨® de perseguir a toda costa las fotograf¨ªas internacionales. Su descripci¨®n de la pol¨ªtica del PP -laminar a los discrepantes, deslegitimar a la oposici¨®n, halagar sin resistirse a los que le apoyan y multiplicar la propaganda- fue contundente. No lo fue menos la contestaci¨®n de Aznar a algunos excesos verbales del socialista sobre la situaci¨®n del pa¨ªs que hac¨ªan dif¨ªcilmente reconocible la realidad del momento en que estamos viviendo.
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