La democracia vasca
La democracia no s¨®lo es el gobierno de la mayor¨ªa; es tambi¨¦n una garant¨ªa de libertad y de pluralismo ideol¨®gico; por eso la voluntad pol¨ªtica colectiva, la soberan¨ªa, no es otra cosa en democracia que una suma de voluntades individuales y libres no condicionadas por ninguna exigencia ideol¨®gica previa. Las instituciones democr¨¢ticas garantizan la libertad de los individuos para optar por el partido que prefieran, y no deben invadir la esfera de lo privado: sentimiento, preferencias, valores, religi¨®n y cultura. ?Vivimos los vascos en un sistema as¨ª? En el Pa¨ªs Vasco, las instituciones son democr¨¢ticas, pero la ideolog¨ªa dominante no lo es. Los nacionalistas vascos se perciben a s¨ª mismos como dem¨®cratas radicales; sin embargo, su idea y su proyecto de naci¨®n no son compatibles con la democracia pluralista. Para el nacionalista ¨¦tnico, la naci¨®n es una comunidad "natural" basada en una diferencia colectiva originaria que es obligatorio perpetuar. Desde el momento en que el nacionalismo considera a la naci¨®n como una persona, transfiere los atributos diferenciales y los derechos de los individuos a esa personalidad m¨ªtica que llaman Pueblo. El ciudadano que habita una naci¨®n as¨ª definida pierde el derecho a optar por partidos pol¨ªticos o valores culturales que sean ajenos al "esp¨ªritu nacional", es decir, pierde su verdadera condici¨®n de ciudadano, pues estar¨¢ obligado a asumir los rasgos de la personalidad colectiva y de la tradici¨®n heredada que los ide¨®logos nacionalistas hayan atribuido a la naci¨®n. En el concepto nacionalista de democracia, la perpetuaci¨®n de la identidad colectiva es la fuente primordial de legitimidad, y la carta de ciudadan¨ªa s¨®lo se extiende a quien haya aceptado previamente esa identidad definida por los nacionalistas; quienes no lo acepten nunca pasar¨¢n de residentes.
Es cierto que los nacionalistas vascos se declaran partidarios no s¨®lo de la "naci¨®n de naturaleza", sino tambi¨¦n de la "naci¨®n de voluntad", asumiendo as¨ª aparentemente los postulados democr¨¢ticos: para el "nacionalista dem¨®crata" sin voluntad pol¨ªtica no hay naci¨®n, pero la voluntad pol¨ªtica que se aparte del proyecto nacional no es leg¨ªtima. Basta leer la ¨²ltima declaraci¨®n del Aberri Eguna para descubrir el candor elemental de la ficci¨®n democr¨¢tica nacionalista. Se habla, por ejemplo, de una "naci¨®n vasca" que "s¨®lo puede constituirse desde la libre adhesi¨®n de los ciudadanos"... y a rengl¨®n seguido se denuncia la "opresi¨®n del Estado franc¨¦s", cuyas comarcas vascas se adhieren en un 95% a la Rep¨²blica Francesa. ?Es que la "soberan¨ªa de verdad" est¨¢ en el 5% restante? Se reivindica el derecho de autodeterminaci¨®n, pero contradictoriamente no se reconoce dentro del propio territorio, pues junto a la autodeterminaci¨®n se exige territorialidad, que no es otra cosa que "unidad de la Patria Vasca". El sistema pol¨ªtico de los nacionalistas vascos es una "democracia populista", una democracia unitaria y totalizante muy reacia al reconocimiento de los conflictos internos (el mito de la unidad espiritual del pueblo es su base), refractaria a legitimar la disparidad de intereses, la pluralidad de proyectos pol¨ªticos, y la diversidad de las concepciones del mundo. Pero aquello que el nacionalismo vasco rechaza es precisamente lo que caracteriza a las democracias actuales: el pluralismo, la libertad individual y el car¨¢cter ¨ªntimo y personal de los valores. La convicci¨®n de que la voluntad pol¨ªtica de todos los vascos debe coincidir con el proyecto nacionalista para alcanzar status de legitimidad es el art¨ªculo n¨²mero 1 de nuestra Constituci¨®n no escrita. Sin ¨¦l no se podr¨ªa explicar la brutalidad verbal de Arzalluz cuando dice que "los socialistas no son de aqu¨ª" (Deia, 3 de abril de 1994) o cuando denuncia que "los de fuera quieren mandar en este pa¨ªs"..., "que el de fuera se convierta en el due?o de la casa con los votos de fuera" (Diario Vasco, 31 de enero de 1993). Por eso, tanto para Arzalluz como para Otegi, nacionalista y vasco son sin¨®nimos, en tanto que las opciones no nacionalistas son una traici¨®n y sus representantes son antivascos. Por eso, los nacionalistas hablan como si todos los vascos tuvi¨¦ramos la obligaci¨®n de compartir su ideolog¨ªa. Ahora bien: entre la soberan¨ªa so?ada por el nacionalista y la soberan¨ªa real expresada en las urnas suele haber cierta distancia, distancia que s¨®lo puede acortarse mediante la eliminaci¨®n de lo discordante. Por eso, la "construcci¨®n nacional" est¨¢ requiriendo dosis masivas de represi¨®n para que la realidad m¨²ltiple se convierta en sue?o unitario. Represi¨®n legal por medio de un sistema que confunde educaci¨®n con adoctrinamiento, pues el euskera impuesto coercitivamente a la ciudadan¨ªa se ha convertido en un instrumento manipulaci¨®n ideol¨®gica: "El que aprende euskera entra en otro mundo cultural y ya no tienen (sic) tan seguro el voto como lo ten¨ªan (sic) el de su padre" (Arzalluz, Correo, 15 de febrero de 1993). Los responsables de educaci¨®n declaran sin pudor que la escuela vasca debe ser el veh¨ªculo de transmisi¨®n de los "valores diferenciales", que sustituyen as¨ª a los valores democr¨¢ticos universales, como son la libertad y la justicia; es decir, que se utiliza la educaci¨®n p¨²blica para imponer represivamente una ideolog¨ªa y no para formar ciudadanos libres, con lo cual nuestro Estado auton¨®mico incumple una norma de oro de las instituciones democr¨¢ticas: mantener la neutralidad en la competici¨®n partidista.
Por otra parte, el miedo generado por el terrorismo y la violencia fascista en la calle siempre han tenido como objetivo principal combatir al "enemigo interior" y reprimir a la sociedad real para que se ajuste a la horma de proyecto nacionalista. El "pacto de Estella" fue pensado para cobrar un precio pol¨ªtico por la desaparici¨®n de ETA y perpetuar la hegemon¨ªa nacionalista sobre la sociedad vasca. Ahora, tras unas elecciones poco favorables, el PNV se ha visto obligado a reconocer con la boca chica la "pluralidad vasca"; sin embargo, aunque de momento nos envuelva con expresiones nebulosas como "estrategia de la pacificaci¨®n", pronto volver¨¢ a exhortarnos a emprender el camino de Estella: sue?o de estrellas para una parte de los vascos y pesadilla estrellada para los dem¨¢s.
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