Lo genuino
F?LIX BAY?N Hace s¨®lo un par de a?os, cuando el GIL llevaba seis reinando en Marbella y dos en Estepona, escuch¨¦ decir a un dirigente del PSOE andaluz que quiz¨¢ el asunto se les estaba yendo de las manos y reconoci¨® que pod¨ªa ser err¨®nea la tesis de que el GIL era bueno para la izquierda porque restaba votos al PP. Hace poco m¨¢s de un a?o, otro dirigente socialista afirmaba en una reuni¨®n de su partido que lo que estaba ocurriendo con el PGOU de Marbella (que la Junta, por cierto, estuvo a punto de aprobar) era que a algunos les estaban quitando las vistas al mar. Hace menos de un a?o, el PP decidi¨® dar la espalda al GIL, al que hab¨ªa fortalecido d¨¢ndole su apoyo en la Mancomunidad de la Costa del Sol a cambio de sus votos en la Diputaci¨®n malague?a. Con tal derroche de lucidez entre las fuerzas democr¨¢ticas no resulta extra?o que el GIL haya barrido en casi todos los lugares en los que se ha presentado. Porque m¨¢s vale no enga?arse: no vaya a ser que buscando justificar la derrota sufrida por todos los dem¨®cratas vayamos a dar al GIL por muerto y dentro de cuatro a?os lo veamos con mayor¨ªas absolutas en todos los lugares en los que se presente. De todas las poblaciones en las que el GIL ha arrasado, las que m¨¢s sorprenden son las de San Roque y Ronda. Parece que la implantaci¨®n en ambas tambi¨¦n ha sido una sorpresa para el GIL, que apenas se hab¨ªa tomado la molestia de hacer campa?a en ellas. La semana pasada, un buen amigo, l¨²cido vecino de San Roque, me describ¨ªa, asombrado, el paso de Jes¨²s Gil por su ciudad a bordo de una limusina blanca. El espect¨¢culo era tan grotesco y fantasmal que ni le dio importancia... hasta la noche en que comenz¨® a hacerse el recuento. Hasta ahora, lo del GIL parec¨ªa un fen¨®meno de rincones con problemas de identidad, de ciudades tur¨ªsticas o de plazas fronterizas con viejos agravios y sentimientos de marginaci¨®n. Los ¨¦xitos del GIL en lugares socialmente consolidados, como Ronda o San Roque, deben dar que pensar. Quiz¨¢ sea que hayamos vuelto a la ni?ez, que no sepamos distinguir entre realidad y ficci¨®n y queramos transformar nuestros pueblos en escenarios televisivos, en prolongaciones de las pantallas de nuestras salas de estar por la que paseen limusinas blancas y personajes de la prensa del coraz¨®n. Quiz¨¢ todo sea producto de este desarme moral y cultural en el que la Junta parece haberse empe?ado a conciencia y que ha convertido en m¨¢ximos referentes sociales a Consuelo Berlanga, Mari Carmen la de los mu?ecos o Irma Soriano. O puede que sea un efecto de ese empobrecido debate pol¨ªtico que nos condena a elegir entre el ingenio de Antonio Romero, el de Manuel Atencia o el de Gaspar Zarr¨ªas... Ante una condena como ¨¦sta es l¨®gico que la gente opte por un payaso homologado, m¨¢s experto y famoso que ninguno, como Jes¨²s Gil. Entre el original y la copia la gente tiende siempre a elegir el original, lo genuino. Todo este fen¨®meno tendr¨ªa mucha gracia si no fuera porque siguen aumentando las se?ales de peligro: el sur de Espa?a puede estar a punto de convertirse en un calco del sur de Italia o del de Francia, corro¨ªdos por unas met¨¢stasis mafiosas con ramificaciones en la Polic¨ªa y la Justicia que por aqu¨ª hace ya alg¨²n tiempo que comenzaron a hacerse sentir.
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