El pastor vino a dar las gracias
Son muchas las personas que opinan que el papa Juan Pablo II es muy conservador en su concepci¨®n del catolicismo y de la identidad polaca. No debe extra?ar. ?Qui¨¦n si no el Papa ha de recordar al mundo las verdades eternas del catolicismo sobre la necesidad de una familia sana y de la protecci¨®n de la vida, sobre la educaci¨®n cat¨®lica y las tradiciones cat¨®licas? ?Qui¨¦n si no el Papa ha de advertir a los j¨®venes del peligro que es la evasi¨®n al mundo de la droga, de las sectas y del nihilismo para eludir la responsabilidad? Pero el Papa, sin dejar de proteger la herencia cat¨®lica recibida, escucha atentamente lo que dice el mundo: y habla de asuntos como el papel de la mujer, la ecolog¨ªa, el valor de la raz¨®n. De esas cosas habla el Papa con el mundo contempor¨¢neo, y aunque es m¨¢s que probable que sus palabras no nos convierten en individuos sin pecado, s¨ª nos hacen reflexionar sobre la naturaleza del mal. Durante su reciente peregrinaci¨®n a Polonia rememoramos su primera visita, hace veinte a?os. Volvimos tambi¨¦n a los recuerdos de hace diez a?os, a las elecciones de junio de 1989, en las que los polacos, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, pudieron votar con libertad. Rememoramos los comienzos del siglo que est¨¢ llegando a su fin y los inicios del milenio que est¨¢ a punto de concluir. ?sos fueron los puntos de referencia del mensaje que dirigi¨® el Papa a sus compatriotas.
Habl¨® con palabras cuidadosamente escogidas tras una profunda reflexi¨®n, porque no quer¨ªa palabras hueras, no quer¨ªa florituras ni adornos, sino t¨¦rminos sencillos y, al mismo tiempo, de gran belleza y po¨¦ticos, de gran profundidad m¨ªstica y de una gran sabidur¨ªa salida del coraz¨®n. Por eso, sus palabras no podr¨¢n ser olvidadas ni tachadas.
Las peregrinaciones, homil¨ªas y enc¨ªclicas de Juan Pablo II son su gran di¨¢logo con el mundo. Escribo estas palabras con temor e inseguridad, porque soy consciente de que toda interpretaci¨®n del mensaje del Papa formulada con palabras corrientes encierra el peligro de incurrir en una falsificaci¨®n. Por eso pido al lector que sea ben¨¦volo conmigo.
Las siete peregrinaciones realizadas por Juan Pablo II a Polonia han tenido rasgos comunes, pero al mismo tiempo cada una de ellas fue singular. Los rasgos comunes son el mismo pastor, el mismo reba?o y las mismas ense?anzas evang¨¦licas. Hace veinte a?os lleg¨® con la lecci¨®n sobre la dignidad. Nos dijo entonces que no podr¨ªa existir una Europa justa sin una Polonia en su mapa. Durante su segunda visita, en 1983, bajo la ley marcial que proclam¨® el general Jaruzelski contra Solidaridad, consol¨® a los que hab¨ªan sido humillados en su libertad y dignidad por el r¨¦gimen. En la tercera, de 1987, le o¨ªmos decir en Gdansk, s¨ªmbolo de la oposici¨®n antitotalitaria: "Os hablo a vosotros, pero tambi¨¦n hablo en vuestro nombre", unas palabras que reavivaron la esperanza. En 1991, apenas reconquistada la democracia, fue muy cr¨ªtico al valorar los primeros resultados de la transformaci¨®n. Poco despu¨¦s, durante una estancia en la localidad polaca de Skoczow, lleg¨® a decir que "en Polonia los cat¨®licos est¨¢n discriminados". Hace dos a?os, los polacos recibieron de Juan PabloII una lecci¨®n de amor evang¨¦lico. En la que acaba de finalizar, el Papa ha recordado que el lema de los dem¨®cratas polacos, coreado en las manifestaciones para exigir la legalizaci¨®n del sindicato, era "no hay libertad sin Solidaridad", y ha a?adido: "Ahora tengo que deciros que no hay solidaridad sin amor".
Pienso que el acento dominante de la reciente visita del Papa fue su agradecimiento. Durante veinte a?os rez¨® a favor de un cambio renovador en su patria y ahora ha agradecido las transformaciones operadas en ella. Ha llegado a una Polonia m¨¢s o menos tranquila, m¨¢s o menos reconciliada y m¨¢s o menos consciente de lo mucho que queda por hacer;una Polonia democr¨¢tica y pluralista, con una econom¨ªa de mercado en crecimiento, que ya es miembro de la Alianza Atl¨¢ntica y se prepara para ingresar en la Uni¨®n Europea; una Polonia en la que el mercado de las ideas es totalmente libre, pero sigue locamente enamorada de su Papa. Juan Pablo II ha aprobado totalmente la "revoluci¨®n sin sangre" polaca y las transformaciones llevadas a cabo. Advertimos que se sent¨ªa muy satisfecho con la nueva Polonia y muy orgulloso de ella, aunque no ha escatimado consejos ni advertencias.
Ha dejado muy clara su posici¨®n frente a la integraci¨®n europea, tema pol¨¦mico en Polonia. La defini¨® como el camino justo. No se puede aislar a Polonia de Europa y el mundo, ni convertirla en un museo de antig¨¹edades. ?C¨®mo ha de ser la nueva Polonia en la nueva Europa? El Papa ha respondido a esa pregunta se?alando que hay que tener presente la historia nacional y proteger las costumbres y tradiciones. Y, lo principal, ha exhortado a sus correligionarios a cultivar la fe y la identidad cat¨®lica en un mundo determinado por la globalizaci¨®n y la secularizaci¨®n. En una palabra, no ha asustado con la democracia, Europa y el pluralismo. Pidi¨® a los cat¨®licos que mantengan su comunidad, y a todos los polacos, que protejan sus ra¨ªces nacionales e hist¨®ricas.
Al dar las gracias a la Iglesia polaca, el Papa ha subrayado repetidamente que goza de plena libertad y derechos. Esta vez no hemos o¨ªdo queja alguna sobre "la discriminaci¨®n de los cat¨®licos". S¨ª ha hablado de las democracias carentes de ra¨ªces en la axiolog¨ªa cristiana y de la "civilizaci¨®n de la muerte". Pero lo importante ha sido el tono, el tono de una petici¨®n amistosa, y no de una cr¨ªtica severa, como a?os atr¨¢s. El Papa ha dado la impresi¨®n de hablar con cada individuo por separado, m¨¢s que con las comunidades de fieles. Se ha dirigido sobre todo a los cat¨®licos, pero tambi¨¦n a todas las personas de buena voluntad. Ha dicho que en la civilizaci¨®n contempor¨¢nea, a menudo democr¨¢tica y rica, pero tambi¨¦n despiadada, c¨ªnica y cruel, hay que saber cultivar la sensibilidad, la sencillez evang¨¦lica y la bondad humana.
Juan Pablo II ha hablado de ese gran valor que es "el bien com¨²n". Ha llamado por su nombre al mal totalitario: fascismo y comunismo. Con palabras sencillas ha esbozado la dram¨¢tica historia de Polonia en el sigloXX, la guerra contra los bolcheviques en 1920, la lucha contra el nazismo, la resistencia frente a la dictadura. Pero ha condenado el pecado, no a los pecadores. No ha ofendido, humillado ni descalificado a nadie. No olvidar no significa no perdonar, porque la amnist¨ªa nada tiene que ver con la amnesia. Pero no se trata de recordar para la venganza, para el odio, para humillar al adversario. Por eso pienso que las palabras del Papa han tenido un efecto purificador. Ha pedido a sus compatriotas que sean mejores, y pienso que, al menos por unos momentos, todos lo hemos sido.
Ha hablado tambi¨¦n de ese gran valor que es la paz, entre los pueblos y entre las personas, pero tambi¨¦n nos ha recordado el valor del sacrificio, de la disposici¨®n a someterse incluso al martirio. Sabemos que el mundo del futuro tampoco estar¨¢ libre del mal, de las guerras, del odio, de la miseria y de la humillaci¨®n. Para contrarrestar esos males hay que conocer el valor de la paz y del di¨¢logo, pero tambi¨¦n hay que forjar el valor y el esp¨ªritu de sacrificio.
Cuando el Papa hablaba del trabajo, me parec¨ªa o¨ªr a un socialdem¨®crata, y cuando hablaba de la paz, a un pacifista. ?C¨®mo definir su posici¨®n? ?Un conservadurismo abierto? ?Un catolicismo integral? No lo s¨¦. Lo que s¨ª s¨¦ es que la dureza de sus palabras sobre la sensibilidad ante los pobres, los parados y los marginados exige que la soluci¨®n de ese problema sea un reto para todos. Y es que la soluci¨®n no depende s¨®lo del Estado, sino de cada uno de nosotros, de todos nosotros.
Confieso que siento una profunda admiraci¨®n por Juan PabloII, pero tambi¨¦n confieso que disiento de algunos de los aspectos de sus ense?anzas. Entiendo que el Papa haga hincapi¨¦ en las ra¨ªces cat¨®licas de la cultura polaca, pero me pregunto: ?no ser¨ªa esa cultura mucho m¨¢s pobre si se eliminase la aportaci¨®n de los creadores que en absoluto podr¨ªan llamarse cat¨®licos?
El Papa polaco, que como ning¨²n otro ha pedido perd¨®n por los pecados cometidos por la Iglesia en distintas ¨¦pocas en Polonia, se ha centrado en sus m¨¦ritos y en los de sus representantes. Y yo me pregunto: ?realmente no hay motivos para analizar de manera cr¨ªtica la Iglesia polaca? ?No hay sombras en esa combinaci¨®n de catolicismo con las ideas sobre la nacionalidad que se reflejan en la afirmaci¨®n polaco, ergo cat¨®lico? La Iglesia polaca, ?no deber¨ªa verificar de manera cr¨ªtica su historia en el sigloXX, cuando todos sabemos que en muchas ocasiones hubo sacerdotes que desde los p¨²lpitos lanzaron mensajes opuestos a la misericordia evang¨¦lica?
El Papa ha repetido en muchas ocasiones que solamente el cristianismo puede dar sentido a la vida humana. Y hay que coincidir en la idea de que es imposible vivir sin tener un sentido del mundo que nos rodea. Si las cosas no tienen sentido, la vida tampoco lo tiene. Pero ?no es sentido en s¨ª la b¨²squeda del sentido? ?No es acaso cierto que la vida adquiere sentido cuando tenemos la seguridad de poder buscarlo, aunque sea muy incierto que lo encontremos?
Los cat¨®licos polacos son muy diversos. La comunidad cat¨®lica -constataci¨®n trivial- es como toda la sociedad. Eso significa que en esa comunidad est¨¢ parte de lo mejor de la sociedad, pero tambi¨¦n parte de lo peor. Por eso me pregunto: ?una petici¨®n del Papa dirigida a los cat¨®licos para que sean tolerantes con otros no ser¨ªa un gesto muy significativo a favor del bien com¨²n?
Polonia jam¨¢s pertenecer¨¢ a los ex comunistas, como tampoco a los partidarios de Solidaridad. Jam¨¢s ser¨¢ confesional ni ideol¨®gica. Polonia seguir¨¢ siendo propiedad com¨²n, y ser¨¢ democr¨¢tica y pluralista. Se respetar¨¢n en ella las tradiciones, pero ser¨¢ pluralista. Entender¨¢ su historia y tratar¨¢ de enderezarla. As¨ª entend¨ª yo el mensaje de Juan Pablo II. Mucho me gustar¨ªa que mi pa¨ªs fuese tambi¨¦n tolerante, aunque enzarzado en constantes debates, fiel a su identidad llena de diversidad, pero libre de odios.
Hace veinte a?os, el Papa lleg¨® para sembrar. Conoc¨ªa bien su campo, su pobreza, sus zonas est¨¦riles y llenas de maleza. Esta vez lo ha hecho para recoger la cosecha de libertad, verdad y esperanza, y para sembrar nuevas simientes. Ojal¨¢ den otra cosecha tan abundante como la ¨²ltima.
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