El vago azar
Alguien dijo una vez que Femando Savater es t¨ªmido. ?Como para no poder cantar en p¨²blico? Jam¨¢s lo he escuchado, pero siempre se le ve a punto. Fuma en puro, habitualmente, en sus reuniones privadas, y cuando habla tambi¨¦n parece que est¨¢ fumando; adelanta la mano derecha en actitud de desprenderse del humo, pero en realidad se est¨¢ desprendiendo de las ideas; el otro d¨ªa, en la Casa de Am¨¦rica, dio una medida p¨²blica de que puede parecer que canta sin hacerlo y de que fuma puros redondos sin que en ese momento no haya en su mano sino la magia del humo. Estaba en un acto de homenaje a la novelista mexicana ?ngeles Mastretta, al a que la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Iberoamericana ha dedicado su ¨²ltima Semana de Autor, y con ¨¦l estaban la propia autora de Arr¨¢ncame la vida, el cr¨ªtico Juan ?ngel Juristo, y los novelistas Nuria Amat y Pedro Sorela. Y en su intervenci¨®n, que fue la primera, Savater expres¨® esa capacidad de ilusionista verbal que es la que debe fascinar a sus numerosos y sucesivos alumnos, y tambi¨¦n a su creciente n¨²mero de lectores.
?Cu¨¢l es la magia? En esa intervenci¨®n, que fue breve y que adem¨¢s comenz¨® con todo rigor, con las cl¨¢sicas convenciones de gratitud, Savater mezcl¨® enseguida a Alfonso Reyes, a Jorge Luis Borges y a Jos¨¦ Alfredo Jim¨¦nez; recit¨® de memoria versos borgianos y de Reyes, hizo un recorrido por algunas canciones inolvidables, tr¨¢gicas y masculinas de Jim¨¦nez, y efectu¨® una mezcla din¨¢mica y vital que el p¨²blico segu¨ªa como si estuviera viendo una pel¨ªcula hecha al tiempo con las t¨¦cnicas de Jerry Lewis, Cantinflas y Bergman.
El precipitado savateriano incluy¨® tambi¨¦n una geograf¨ªa literaria muy puntual del M¨¦xico de todos los tiempos recientes, desde Juan Vibro a Francisco Rebolledo y su descubrimiento a lo Max Aub de un personaje, Casero, que no existi¨® pero que ¨¦l edific¨® para ridiculizar la capacidad solemne de nuestro entorno cultural.
?Y por qu¨¦ estaba all¨ª, hablando de la Mastretta, como llam¨® en la misma Semana a la escritora mexicana el cr¨ªtico Julio Ortega? Savater siempre tuvo a M¨¦xico en casa, y Jos¨¦ Alfredo Jim¨¦nez era una referencia habitual de su padre, que quiz¨¢ puso al fil¨®sofo en contacto con la pasi¨®n por la vida cotidiana que le salv¨®, in duda, del bucle melanc¨®lico de la filosof¨ªa p¨²blica; y un d¨ªa, cuando ten¨ªa veinti¨²n a?os, le escribi¨® Octavio Paz para contarle que le hab¨ªa encantado un libro suyo sobre Cioran; "fue como si el Esp¨ªritu Santo supiera mi direcci¨®n correcta y me escribiera una carta". Esa alianza Paz-Jos¨¦ Alfredo Jim¨¦nez con la que convivi¨® desde entonces es, como el dif¨ªcil encuentro entre espa?oles y mexicanos del que se habla en la plaza de Tlatelolco, el origen del Savater de hoy. Y por esa v¨ªa lleg¨® a la Mastretta, "por el vago azar o las precisas leyes", que dec¨ªa Borges hablando, c¨®mo no, del gran escritor mexicano Alfonso Reyes, tan desconocido como citado en nuestro propio pa¨ªs.
Esa cita, "el vago azar o las precisas leyes", desat¨® la memoria de ?ngeles Mastretta, que en esta Semana cant¨®, bail¨®, recit¨® poes¨ªa, hizo re¨ªr y adem¨¢s convoc¨® al p¨²blico m¨¢s diverso que se pueda pensar; en una de las mesas comparti¨® lugar con un cr¨ªtico invidente de su obra de mundos iluminados. Jos¨¦ Mas, este lector y cr¨ªtico, le conoci¨® hace un a?o, y le identific¨® por la voz en un hotel de Valencia; se le acerc¨®, recorri¨® su cara, y luego se dirigi¨®, entusiasta, hacia su propia mujer: "Es bonita, ?verdad?". Lo cont¨® la Mastretta present¨¢ndolo, y en esa misma sesi¨®n dijo que ella escribe a ver si le pasa lo que cuenta, y que por eso los personajes de sus novelas no tienen ni un d¨ªa sin huella. La gente le jale¨® todo el rato, y al final sinti¨® que ya era tiempo de cantar y se arranc¨® con Arr¨¢ncame la vida: agarr¨¢ndose las manos, como si estuviera de pie, esta volc¨¢nica mexicana —esta identificaci¨®n geol¨®gica tambi¨¦n es de Ortega— le susurr¨® su melancol¨ªa al micr¨®fono y convirti¨® el acto en un regalo.
Y cuando Savater cit¨® el vago azar, la propia Mastretta se levant¨® de su asiento como si hiciera esgrima, y le ayud¨® al fil¨®sofo a avivar la memoria, y entonces recit¨® con la mano por encima de la cabeza, haciendo los gestos de quien chasca los dedos para hacer memoria: "El vago azar o las precisas leyes / que rigen este sue?o, el universo, / me hicieron coincidir un breve / trecho del curso con Alfonso Reyes /la inexorable providencia / que administra lo pr¨®digo y lo parco / nos dio a los unos el sector o el arco / pero a ti la total circunferencia". Se miraron, pero no consigui¨® nadie que se atrevieran con un d¨²o cantable. Menudos dos se juntaron.
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