Doctor, no quiero vivir... as¨ª
Frente a la eutanasia, el autor propone una medicina de f¨®rmulas eficaces que eliminen el sufrimiento de los pacientes.
Cualquiera con un poco de experiencia en la atenci¨®n de enfermos graves sabe que, cuando un paciente solicita la muerte, es muy importante averiguar qu¨¦ hay realmente detr¨¢s de esa petici¨®n. Tal vez sea una llamada de atenci¨®n, para que se le alivie el dolor o se ponga remedio a su insomnio; o quiz¨¢ una queja encubierta para que se le trate de una manera m¨¢s humana o se le haga compa?¨ªa, o sencillamente, para que se le explique lo que le est¨¢ ocurriendo. Los enfermos terminales pasan por fases muy diferentes en su estado de ¨¢nimo. As¨ª, quienes ped¨ªan la muerte en un momento de desesperanza o de abatimimiento, unos d¨ªas despu¨¦s -quiz¨¢ tras suprimirle el dolor o facilitarle la posibilidad de desahogarse en una conversaci¨®n tranquila- vuelven a encontrar sentido a esa ¨²ltima fase de su existencia. Est¨¢ claro que esas personas no desean la muerte como tal, sino que buscan salir de una situaci¨®n que les resulta insoportable. Por eso, habr¨ªa que completar la expresi¨®n que da t¨ªtulo a estas l¨ªneas: "Doctor, no quiero vivir... as¨ª". Ante los enfermos que imploran que se acabe con su vida, se puede reaccionar fundamentalmente de dos maneras: atendiendo sin m¨¢s su solicitud; o plante¨¢ndose seriamente cu¨¢les son los motivos profundos que originan la petici¨®n, para intentar solucionarlos. En las ¨²ltimas d¨¦cadas, la medicina occidental se ha centrado casi exclusivamente en un doble objetivo: intentar prevenir las enfermedades y curarlas cuando aparecen. Pero ?es justo olvidarse de aquellas personas que ya se encuentran en una fase incurable de la enfermedad? El doctor G¨®mez Sancho, en un reciente libro (Medicina paliativa. La respuesta a una necesidad), recoge una rotunda cita de Martin Luther King: "De todas las formas de discriminaci¨®n, la injusticia en materia de salud es la m¨¢s repudiable e inhumana". Por desgracia, una medicina llena de tecnolog¨ªa de vanguardia pero deshumanizada, cae con facilidad en este tipo de injusticia con los enfermos incurables. Es un error limitarse a proporcionar a los m¨¦dicos unos conocimientos t¨¦cnicos complet¨ªsimos, pero priv¨¢ndoles de la formaci¨®n necesaria para afrontar situaciones delicadas que se van a encontrar en la pr¨¢ctica cl¨ªnica: enfocar adecuadamente la conversaci¨®n con ese paciente al que hay que dar malas noticias, controlar de manera eficaz aquel dolor rebelde o sencillamente no desconcertarse cuando hay que ayudar a una persona en la fase terminal de su enfermedad.
Baltasar Graci¨¢n escribi¨® unas palabras sorprendentes, pero llenas de verdad: "M¨¢s necesita saber el m¨¦dico para no hacer, que para hacer". En efecto, uno de los momentos m¨¢s delicados de la pr¨¢ctica m¨¦dica es cuando paciente y m¨¦dico han de aceptar que una determinada enfermedad contin¨²a su avance, a pesar de los medios que se han puesto razonablemente para combatirla. La verdadera respuesta ¨¦tica y profesional ser¨¢ asumir que esa evoluci¨®n forma parte de la naturaleza humana y concentrarse en aplicar los cuidados paliativos adecuados.
Empe?arse en prolongar el tiempo de vida a cualquier precio, con medios desproporcionados, llevar¨ªa a un absurdo e inhumano encarnizamiento terap¨¦utico. Lo sensato ser¨¢ volcarse, con todos los recursos disponibles, en mejorar el confort del paciente, su calidad de vida hasta el ¨²ltimo momento; de modo que esa persona recorra la ¨²ltima fase de su existencia con las atenciones que merece: rodeada del cari?o de los suyos y recibiendo unos cuidados m¨¦dicos a los que -precisamente por la precaria situaci¨®n en que se encuentra- tiene un especial derecho. Curiosamente, lo que m¨¢s influye en que un enfermo en esa tesitura se sienta digno o indigno, no radica tanto en su estado de salud, como en las atenciones que le prodigan los dem¨¢s: es la actitud de quienes le cuidan la que le confirmar¨¢ su dignidad, su valor inalterable como persona, independientemente del deterioro de su organismo.
En esa tarea tienen un papel primordial los cuidados paliativos. Comenzaron a desarrollarse en la d¨¦cada de los sesenta en el Reino Unido y se han definido como la atenci¨®n total, activa y continuada de los pacientes y sus familias por un equipo multiprofesional, cuando la expectativa no es la curaci¨®n. Su meta fundamental no es alargar la supervivencia, sino la calidad de vida del enfermo y la familia, cubriendo sus necesidades f¨ªsicas, psicol¨®gicas, sociales y espirituales. Afortunadamente, en nuestro pa¨ªs empiezan a multiplicarse las unidades de cuidados paliativos y los proyectos para formar bien a los m¨¦dicos en este terreno, comenzando en la etapa universitaria. Ya son muchas las familias que se benefician de la calidad profesional y humana de esta asistencia. Pero a¨²n queda mucho por hacer, si queremos que todos nuestros enfermos reciban una atenci¨®n adecuada en la ¨²ltima etapa de la vida. En otros pa¨ªses europeos se est¨¢n multiplicando las iniciativas gubernamentales en este sentido, al detectar la demanda social existente. Adem¨¢s, est¨¢ comprobado que disponer de una red bien dise?ada de equipos domiciliarios y hospitalarios de cuidados paliativos, no s¨®lo supone una mejor atenci¨®n para los pacientes, sino un notable ahorro para la sanidad p¨²blica.
Un indicador significativo del grado de desarrollo de una sociedad es la manera como cuida a sus miembros m¨¢s d¨¦biles y necesitados. Por eso, m¨¢s que insistir en legitimar la inyecci¨®n letal, hay que esforzarse seriamente en solucionar las causas que pueden llevar a algunos a pedir que se les mate: es m¨¢s dif¨ªcil, pero ah¨ª est¨¢ el verdadero progreso social y la experiencia demuestra que puede conseguirse. En cambio, al centrar la atenci¨®n en la legalizaci¨®n de la eutanasia, se retrocer¨ªa en la b¨²squeda y hallazgo de aut¨¦nticas soluciones para esas personas. No olvidemos el enorme atractivo de la eutanasia como soluci¨®n r¨¢pida y barata, en una sociedad con problemas econ¨®micos, y tambi¨¦n como una alternativa terap¨¦utica c¨®moda y eficaz para el m¨¦dico. ?Qu¨¦ sentido tendr¨ªa entonces seguir esforz¨¢ndose en investigar la causa de muchas enfermedades o la manera de aliviar con m¨¢s eficacia el dolor? La verdadera medicina busca con empe?o f¨®rmulas eficaces para eliminar el sufrimiento; la eutanasia, en cambio, resuelve el problema eliminando a la persona que sufre: la diferencia de planteamientos no requiere comentarios.
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