112 obras reflejan la mirada humanista del fot¨®grafo Larrain
La exposici¨®n estar¨¢ en el IVAM de Valencia desde el 1 de julio hasta finales de septiembre
Larrain (Santiago de Chile, 1931) procede de la m¨ªtica agencia Magnum. Con su Leica al hombro recorri¨® su pa¨ªs, Argentina, Bolivia, Londres. Sus fotos, aparentemente casuales, contienen toda una filosof¨ªa. Una mirada sobre la vida que ha llevado al fot¨®grafo al aislamiento casi erem¨ªtico en el que voluntariamente vive desde hace a?os. Ahora, el IVAM de Valencia muestra 112 instant¨¢neas agrupadas en tres series: Los ni?os vagabundos, Valpara¨ªso y Londres.
Dice Josep Vicent Monz¨®, comisario de la muestra junto a Agn¨¨s Sire, que Sergio Larrain, a quien ha conocido, es uno de esos raros artistas que "no atienden a la demanda de la novedad, sino que prescinden de los acontecimientos sociales para transmitirnos sus inquietudes y sus obsesiones". Las inquietudes y obsesiones de Larrain poco tienen que ver con el perfeccionismo t¨¦cnico de la imagen fotogr¨¢fica. Es f¨¢cil imaginarle a los 17 a?os con su Leica, la m¨¢quina m¨ªtica de los reporteros audaces de los frentes de guerra, la primera que permiti¨® la instant¨¢nea. Pero Larrain no fue a ning¨²n frente. Eligi¨® otras guerras m¨¢s cotidianas y quiz¨¢ m¨¢s tristes. Prefiri¨® retratar la soledad de los ni?os vagabundos de su ciudad natal, la desesperanza de los suburbios, la disoluci¨®n de las personas en el terrible anonimato de las grandes urbes.
Todo lo hizo como quien no quiere la cosa, como si no lo tuviera pensado, como si le saliera natural. Pero no es cierto, claro. Sergio proced¨ªa de una familia culta. Disfrut¨® desde chico de los libros de arte, dispuso pronto de un laboratorio y pudo estudiar cualquier carrera. Pero no quiso. Se decant¨® por la filosof¨ªa y por la poes¨ªa. La fotograf¨ªa fue un modo m¨¢s de expresar sus inquietudes.
Como en tantos casos, la vocaci¨®n de Sergio Larrain por la fotograf¨ªa surgi¨® de una manera fortuita. Lector apasionado de Salgari en su juventud, su car¨¢cter se fue configurando en torno al contacto con la naturaleza, hasta el punto de inclinarle a estudiar para ingeniero forestal, pero no tard¨® en decepcionarse y en dejar los estudios. "Me sent¨ªa inadaptado, no ten¨ªa amigos y estaba confundido, no entend¨ªa nada. Entretanto, me hab¨ªan prestado un laboratorio fotogr¨¢fico en el dormitorio de la universidad y empec¨¦ a revelar. Descubr¨ª que era un mundo maravilloso", le confes¨® a Monz¨®.
Precursor en muchos sentidos, el fot¨®grafo chileno es tan moderno que sus im¨¢genes de hace medio siglo parecen de hoy. No cay¨® nunca en movimientos modern¨ªsimos que el tiempo ha relegado al olvido. No hizo, por ejemplo, fotograf¨ªa experimental; no jug¨® a confundir al espectador con abstracciones pretendidamente pict¨®ricas. Sus fotos nos llevan a pensar que tambi¨¦n nosotros ser¨ªamos capaces de hacer algo parecido. Pero la realidad demuestra que s¨®lo los verdaderos artistas son capaces de lograr instant¨¢neas que son obras de arte.
"Larrain", dice Monz¨®, "no se preocup¨® nunca por ser un buen fot¨®grafo. Para alguien que no tenga costumbre de mirar la fotograf¨ªa como un arte distinto, sus fotos pueden parecer, incluso, malas: movidas, desencuadradas. Tampoco son dram¨¢ticas al modo convencional. Nunca se ven l¨¢grimas, rostros desesperados, o muertos".
?C¨®mo se explica entonces que este hombre sea una leyenda en vida, un maestro indiscutible en la fotograf¨ªa contempor¨¢nea? Agn¨¨s Sire tiene la clave. "Cuando vi por primera vez una fotograf¨ªa de Sergio Larrain, al azar de los archivos de Magnum, me sent¨ª sorprendida y molesta: no era lo que buscaba, pero no pod¨ªa olvidar la imagen de Ni?as bajando la escalera, en Valpara¨ªso". El lector de este reportaje tiene ahora delante esa fotograf¨ªa. Ciertamente, no hay nada extraordinario a la vista. Pero que pruebe a mirarla fijamente. Que analice sus luces y sombras. Que se pregunte, por ejemplo, ad¨®nde nos conduce esa escalera limitada por un muro. Que baje con la ni?a si se atreve.
"La fotograf¨ªa ya no se propone reflejar la realidad, no tiene por qu¨¦. El fot¨®grafo habla a trav¨¦s de sus im¨¢genes, porque la fotograf¨ªa es un lenguaje humano, uno m¨¢s, como lo son la pintura o la m¨²sica. Un modo diferente de expresar lo que se lleva dentro", dice Monz¨®.
Lo que llevaba dentro Larrain -y lo que probablemente sigue llevando en su retiro en la cordillera chilena, donde vive desde los a?os sesenta dando clases de yoga y meditando- era una conciencia social comprometida con los problemas de su tiempo. Su primera exposici¨®n en Santiago de Chile la hizo por encargo de dos instituciones humanitarias. Larrain sali¨® con su m¨¢quina y se fue con los ni?os de la calle. Retrat¨® sus pies descalzos, las paredes desconchadas que eran su refugio, sus juegos. Sin fot¨®metro, con luz cuando hab¨ªa luz, a oscuras cuando estaba oscuro. Fotos aparentemente casuales, realmente estremecedoras. En palabras de Monz¨®, Larrain demostr¨® con aquellas instant¨¢neas "que estaba, ya en sus inicios, a un nivel semejante al que han alcanzado otros grandes fot¨®grafos que han escrito la historia de la fotograf¨ªa".
Algunas de esas fotos las compr¨® el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Poco despu¨¦s, Cartier-Bresson, el gran maestro, le llam¨® para trabajar con ¨¦l en la Magnum, en Par¨ªs. All¨ª empez¨® la etapa europea de Larrain, una etapa que incluy¨® muchos viajes: a Persia, a Londres, de nuevo a Valpara¨ªso para fotografiar la casa de Neruda.
Con todos esos trabajos, el IVAM ha reunido 112 fotograf¨ªas agrupadas en tres series: Los ni?os vagabundos, Valpara¨ªso y Londres. M¨¢s de un centenar de im¨¢genes en las que no pasa nada, aparentemente.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.