La escuela del inter¨¦s mutuo
La cumbre que los siete grandes (G-7) celebraron hace 10 d¨ªas en Colonia perdon¨® las dos terceras partes de la deuda externa de los 41 pa¨ªses HIPC (siglas inglesas para Pa¨ªses Pobres Altamente Endeudados). Desde luego, la cifra, 70.000 millones de d¨®lares (11,2 billones de pesetas), es para quitar el hipo, si fuera cierta o si los problemas del Tercer Mundo no fueran tan espeluznantes como para que se necesiten a¨²n medidas m¨¢s dr¨¢sticas. Oxfam y otras organizaciones internacionales de promoci¨®n de la solidaridad estiman que las medidas de Colonia son insuficientes si se quiere afrontar el futuro con alg¨²n optimismo. Sin embargo, los siete grandes han manifestado que la decisi¨®n implica el comienzo de nuevas perspectivas econ¨®micas y sociales para el Tercer Mundo. Romeu lo tiene claro y conciso. Uno de sus personajes sentenciaba desde la vi?eta del otro d¨ªa: "La gracia de perdonar parte de la deuda a los pa¨ªses m¨¢s pobres est¨¢ en que quedas rumboso. Tampoco ibas a cobrar, se conf¨ªan y siguen entramp¨¢ndose". A quienes piensen que la ocurrencia de Romeu es reduccionista brindo esta ampliaci¨®n. Desde la izquierda solidaria al Banco Mundial, todos sostienen que el abismo entre ricos y pobres contin¨²a hoy, al igual que hace d¨¦cadas, indefectiblemente creciendo. Durante a?os, los defensores a ultranza de la globalizaci¨®n -o quienes la han considerado un fen¨®meno ineluctable-, esto es, quienes la controlaban, han elogiado sus virtudes y minimizado sus inconvenientes. Sin matices. Ahora, quienes en el Banco Mundial han decidido entonar un mea culpa (mejor esto que lo contrario) y admiten las equivocaciones de algunas pol¨ªticas del pasado reciente por ellos establecidas, asumen lo que antes rechazaban. Por ejemplo, que "el impacto social de la crisis asi¨¢tica ha sido enorme. Millones de personas han sido expulsadas de su trabajo. Su repentino desempleo y ausencia de ingresos resulta mucho m¨¢s dram¨¢tico porque el boom econ¨®mico hab¨ªa duramente erosionado las redes de seguridad tradicionales que en Asia suponen la familia y la comunidad". (Joseph Stiglitz, vicepresidente del Banco Mundial). Ahora se acepta que en cuesti¨®n de pocos a?os puede producirse un crecimiento mete¨®rico (lo que ayuda a reducir la pobreza, siempre que la distribuci¨®n de los frutos del crecimiento no sea manifiestamente desigual, lo que, lamentablemente, ocurre en la mayor¨ªa del Tercer Mundo). Pero tambi¨¦n que puede desvanecerse en unas semanas.
Estamos ante una llamativa paradoja. Por un lado, los directivos de algunas instituciones financieras internacionales llevan tiempo criticando los efectos da?inos de una mala estrategia por ellos planeada, al tiempo que mantienen que "invertir en la gente suministr¨¢ndoles educaci¨®n primaria y secundaria, atenci¨®n m¨¦dica b¨¢sica y alguna forma de protecci¨®n social para los pobres es un asunto capital" (Stiglitz). Y, sin embargo, el ingente endeudamiento causado por sus decisiones o las de sus predecesores impide a los Gobiernos HIPC invertir en educaci¨®n o sanidad, cuyos ministros de Econom¨ªa, adem¨¢s, dedican pr¨¢cticamente todo su tiempo en negociar con el Banco Mundial en lugar de ocuparse de promover propiamente el desarrollo.
La bancarrota de los pa¨ªses HIPC ha sido evidente desde hace por lo menos tres lustros y, sin embargo, el Banco Mundial, el FMI y los pa¨ªses industrializados de quienes ¨¦stos dependen han retrasado las verdaderas soluciones durante todo este tiempo. ?Representa verdaderamente Colonia un cambio definitivo de tendencia? Ello significar¨ªa que, si no por conciencia solidaria, al menos por sentido com¨²n, los poderosos del planeta habr¨ªan decidido incorporar al sistema a los condenados de la tierra. A la postre, se tratar¨ªa de la asunci¨®n de la escuela del inter¨¦s mutuo, la que ense?a a quienes sean incapaces de reaccionar por estricto imperativo de justicia distributiva que deben hacerlo por imperativo categ¨®rico, aquel que impone que ayudar al Sur empobrecido es ayudarnos a nosotros mismos, dado que el sistema que hemos montado no funciona sin que los dem¨¢s compren nuestros productos.
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