Creaci¨®n
E. CERD?N TATO Dios hizo el mundo en seis d¨ªas, y el s¨¦ptimo el ni?o Edwin invent¨® Nueva York y su alcalde Rudolph Giuliani. Dios hizo el mundo del caos y la nada; el ni?o Edwin invent¨® Nueva York de su hambre y su miseria. Dios es el principio de todas las cosas; el ni?o Edwin ni siquiera el fin de todas las infamias. A Dios lo explican los te¨®logos de Lovaina; al ni?o Edwin lo explotan los amos del az¨²car. Dios cre¨® a Ad¨¢n y Eva para el sexo y la reproducci¨®n. Al ni?o Edwin lo parieron en unas hojas de ma¨ªz, bajo los manglares. Dios model¨® a Ad¨¢n con un pu?ado de barro, y en el mismo barrizal, aguard¨® su turno la materia inocente y risue?a del ni?o Edwin, hasta que se hart¨® de la espera y se model¨® a s¨ª mismo. Dios y el ni?o Edwin tienen, no obstante, algo en com¨²n: est¨¢n en todas partes. A Dios no se le ve en ninguna; al ni?o Edwin, en cualquiera: en la mina, en la basura, en el tajo, en la prostituci¨®n de la adolescencia, entre rejas y en la morgue de los cad¨¢veres indecorosos, en los sem¨¢foros limpiando parabrisas, y siempre amamantado en su sangre y en el olvido. Por eso, un d¨ªa el ni?o Edwin cogi¨® el hatillo, sali¨® por piernas de su Honduras natal, atraves¨® Guatemala y M¨¦xico, y aplast¨® su nariz en los escaparates de Miami. Pero aquella infancia de medio continente ya no pod¨ªa rendir la carne ni el sue?o. Y entonces, se invent¨® la gran manzana, su alcalde, su polic¨ªa y The New York Times, para que publicara la sordidez de su ¨¦pica; luego, en un inspirado arrebato, el ni?o Edwin apa?¨® la resurrecci¨®n del padre. Ahora, una de sus criaturas de ficci¨®n, Rudolph Giuliani, de tan desolado por la argucia, ni siquiera le ha dado las llaves de la ciudad. Y es que todo esto de la creaci¨®n es una paradoja muy sorprendente: ?a imagen y semejanza de qu¨¦ dios, usaron este mismo y consumido planeta Francisco de As¨ªs y Augusto Pinochet? El ni?o Edwin Daniel Sabill¨®n, en su abandono, se hizo a s¨ª mismo a imagen y semejanza de la necesidades m¨¢s despiadadas. Y todas sus hermosas fabulaciones son una demoledora denuncia que golpea, sin tregua, los hocicos de la expoliaci¨®n y la opulencia.
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