Nueva York redescubre la transgresi¨®n surrealista
700 obras del movimiento que transform¨® el arte del siglo XX desbordan el Museo Guggenheim
Frente a la tendencia historicista y acad¨¦mica de las grandes colecciones p¨²blicas, el Guggenheim de Nueva York ha querido poner de manifiesto la vigencia, la intensidad y el permanente poder de sugerencia y transgresi¨®n del surrealismo a trav¨¦s de dos de las colecciones privadas m¨¢s importantes en ese periodo, la de Nesuhi Ertegun y la de Daniel Filipacchi. Las m¨¢s de 700 obras de arte, objetos y escritos que componen la exposici¨®n han llenado -y desbordado- los siete pisos de la rotonda dise?ada por Frank Lloyd Wright, en una original aproximaci¨®n no s¨®lo a grandes surrealistas como Breton, De Chirico, Magritte, Dal¨ª o Max Ernst, sino tambi¨¦n a otros autores en cuyas obras el surrealismo ha estado presente de una u otra forma.
El planteamiento de Surrealismo: dos ojos privados. Las colecciones de Nesuhi Ertegun y Daniel Filipacchi ha sido posible gracias a la reuni¨®n, "por primera vez en un solo espacio, de dos colecciones que crecieron en t¨¢ndem", como puso de manifiesto el director del museo y organizador de la exposici¨®n, Thomas Krens. A pesar de las cr¨ªticas a la presencia de obras de pintores como Francis Bacon o Joaqu¨ªn Ferrer -este ¨²ltimo con una obra abstracta-, expertos como Grace Glueck, en The New York Times, han alabado el esfuerzo de presentar una exhibici¨®n "de gran fuerza" a trav¨¦s de dos colecciones privadas que, como tales, se distinguen por sus "pasiones y omisiones" frente a las colecciones muse¨ªsticas. El extraordinario n¨²mero de grabados, la calidad de las fotograf¨ªas, incluidas varias de Man Ray, y la presencia de espectaculares encuadernaciones hacen de la exposici¨®n, que se extender¨¢ hasta el pr¨®ximo 12 de septiembre, la mayor muestra sobre el surrealismo presentada en la ciudad en los ¨²ltimos 30 a?os.
Nesuhi Ertegun (1917-1989), nacido en Turqu¨ªa, y Daniel Filipacchi (1927), nacido en Francia, se conocieron en Nueva York en 1957. Tras una inicial afici¨®n com¨²n al jazz y a la literatura fue Filipacchi -presidente hoy de Hachette, grupo editorial que publica Paris Match o la revista Elle- quien introdujo a Ertegun en la pasi¨®n por el surrealismo. Ambos iniciaron una curiosa amistad, una de cuyas principales facetas, la rivalidad por la adquisici¨®n de obras de arte, les llevar¨ªa en ocasiones a decidir en una partida de p¨®quer -o simplemente lanzando una moneda- qui¨¦n comprar¨ªa finalmente un objeto determinado.
Visi¨®n ¨²nica
La exposici¨®n del Guggenheim ha borrado las fronteras entre ambas colecciones, presentando una visi¨®n ¨²nica en la que no est¨¢n ausentes textos de autores como Paul ?luard -"... bajando de la lluvia/ una escalera de bruma,/ t¨² aparec¨ªas completamente desnuda,/ falso m¨¢rmol que palpita..."- o el propio Breton, fundador del movimiento en 1924. Un paseo descendente por la exposici¨®n -dise?ada por Richard Peduzzi, director de la Escuela Superior de las Artes Decorativas de Par¨ªs- se inicia con cuatro espacios dedicados exclusivamente a Magritte. A partir de ah¨ª, obras de Dal¨ª, Cornell, Andr¨¦ Masson, Tanguy, Mir¨®, Brauner, De Chirico o Delvaux se suceden para demostrar no s¨®lo su calidad art¨ªstica, sino la extraordinaria vigencia de un movimiento clave en la historia de la cultura del siglo XX.
Quiz¨¢ una de las ¨¢reas que m¨¢s sorprende es la dedicada a la encuadernaci¨®n. Libros con ojos -Paul Bonet- y cubiertas que rompen lo bidimensional demuestran una frescura y creatividad capaces de despertar la admiraci¨®n y el desconcierto m¨¢s de 50 a?os despu¨¦s de su creaci¨®n. El Guggenheim siempre ha mantenido una vinculaci¨®n con el surrealismo, como lo demuestra la calidad de su colecci¨®n. La propia Peggy Guggenheim, que lleg¨® a casarse con Max Ernst, mantuvo contactos estrechos con el movimiento. La propuesta presentada ahora por el museo tiene la caracter¨ªstica de la diversidad: temporal, con un sorprendente arco que abarca desde 1924 hasta mediados de los a?os ochenta; geogr¨¢fica, rompiendo ampliamente el c¨ªrculo de Par¨ªs con trabajos de los mexicanos Frida Kahlo y Rufino Tamayo, el alem¨¢n Bellmer o la checa Marie Cerminova, y diversidad en v¨ªas de expresi¨®n: pinturas, dibujos, objetos, fotograf¨ªa, manuscritos y escultura.
La exposici¨®n pone de relieve algunos de los principios del surrealismo, como el automatismo (el proceso de pintar y dibujar en el que la conciencia del autor intenta desaparecer) y el fottage (t¨¦cnica de frotar generalmente con un l¨¢piz sobre un papel que ha sido colocado encima de la superficie de un objeto).
Como corriente que pone en el proceso de creaci¨®n un fuerte ¨¦nfasis en el azar y el subconsciente, el surrealismo ha tenido una enorme influencia. Su fundador, el poeta franc¨¦s Andr¨¦ Breton, pretend¨ªa dar un car¨¢cter de objetividad a las ideas de Sigmund Freud sobre los deseos reprimidos y el subconsciente. El movimiento aport¨® as¨ª nuevas formas de ver y pensar la realidad.
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