Olano abre las hostilidades
La actuaci¨®n del ONCE fractura el pelot¨®n y deja en la cuneta a Z¨¹lle, Gotti y Boogerd
El estonio Kirsipuu es el nuevo l¨ªder gracias a la recaudaci¨®n de los segundos que necesitaba en las metas volantes, el belga Steels gan¨® la etapa y el italiano Cipollini apareci¨® en escena sin la autoridad de otras veces. La contabilidad oficial de la jornada queda en un segundo plano ante el suceso principal, la eliminaci¨®n virtual de tres de los aspirantes, Z¨¹lle, Gotti y Boogerd, desplazados a seis minutos de sus rivales. Para la colonia espa?ola, la jornada result¨® mayoritariamente rentable. Olano abri¨® las primeras hostilidades de este Tour y el destino hizo el resto: tanto Escart¨ªn como Casero estaban donde ten¨ªan que estar. Y lo que fue bueno para ONCE, Kelme y Vitalicio, se convirti¨® en todo un desastre para Banesto, el gran perdedor de la tarde. Banesto se dej¨® todas sus ilusiones en el pasaje del Gois, un camino de cuatro kil¨®metros oculto bajo el mar por efecto de la marea durante 18 de las 24 horas del d¨ªa por estas fechas. El Tour se puso serio gracias a una exhibici¨®n del ONCE. Puede parecer inoportuno, puede resultar antip¨¢tico, puede hasta considerarse poco ¨¦tico: unos corredores caen al suelo y otros aprovechan para atacar. No hay concesiones, no es norma de conducta esperar a que los desplazados se reintegren. Es la ley de la carrera ciclista, de cualquier carrera ciclista. El pasaje del Gois era una trampa para todos, un obst¨¢culo evidente, objeto de utilizaci¨®n estrat¨¦gica. Un camino adoquinado y resbaladizo, un trayecto tan bello para el paseo como peligroso para un pelot¨®n que se juega el Tour. Situado en el kil¨®metro 82 de carrera, casi en su ecuador, era una invitaci¨®n para el conflicto. La estrechez del camino imped¨ªa las labores de auxilio y el paso de los autom¨®viles entre el pelot¨®n. Cuatro kil¨®metros convertidos en una pista de patinaje y el pelot¨®n a solas.
Las primeras ca¨ªdas desorganizaron la hilera de corredores. El caos convertido en argumento para la estrategia. Cada cual conoce la respuesta como un acto reflejo, huir hacia adelante a toda m¨¢quina, sin mirar atr¨¢s, identificar a la mayor gente posible alrededor y esperar noticias. En medio del aparente desastre, Cipollini concentr¨® a los supervivientes en el primer grupo a la espera de acontecimientos. Cab¨ªan dos posibilidades seg¨²n el manual: que la gente se fuera reintegrando o que se produjera una coincidencia de intereses que propiciara una fractura del pelot¨®n. Fue entonces cuando apareci¨® el equipo ONCE como el s¨¦ptimo de caballer¨ªa, en perfecta formaci¨®n, rostros decididos, mand¨ªbulas afiladas, marcha ligera y toque de corneta, a imagen y semejanza de los sue?os adolescentes de Manolo Saiz: la ONCE al ataque y Manolo radiando instrucciones en frecuencia altisonante desde el estado mayor m¨®vil. En ese momento, el ONCE despej¨® las dudas y, de paso, fij¨® el curso de los acontecimientos: o estabas con ellos o contra ellos.
Pasaron los minutos, y la intensidad de su empe?o fue convirtiendo a los indecisos, sumando adhesiones a la causa, al tiempo que se aclaraban las noticias. Del lado bueno estaban Armstrong y lo m¨¢s granado de su equipo, estaba Tonkov, estaba Vinokurov, Virenque, Julich y sus Cofidis, estaban todos los velocistas, desde Cipollini hasta Zabel pasando por Kirsipuu y Steels. Tambi¨¦n Escart¨ªn y Casero, aunque con pocos efectivos. Estaban todos menos el suizo Z¨¹lle, el italiano Gotti y el holand¨¦s Boogerd, con la particularidad de que Gotti ten¨ªa a Virenque delante, por lo que no pod¨ªa disponer de todo su equipo. A efectos contables, la situaci¨®n beneficiaba al primer grupo, con 74 hombres disponibles, frente a 51 de un segundo grupo en el que pod¨ªan trabajar no m¨¢s de 20 (el resto pertenec¨ªa a equipos con elementos en el grupo atacante). M¨¢s atr¨¢s, otros 50 ya definitivamente descartados desertaban del esfuerzo.
Con esos n¨²meros, el ONCE impuso las condiciones de un acuerdo que interesaba a muchos y puso en marcha la ofensiva con cerca de 90 kil¨®metros por delante. Para negociar algunos detalles estaba en primera l¨ªnea el propio Abraham Olano, que ejerci¨® de jefe del pelot¨®n y abri¨® conversaciones con Armstrong y con Julich, entre otros. No vale la pena enturbiar la operaci¨®n con interpretaciones miserables sobre el ONCE y el Banesto, ayer enfrentados sobre la carretera. No hab¨ªa venganzas de por medio, ni satisfacciones a cuenta de pasados agravios. Olano actu¨® como debe hacerlo un serio aspirante, aun consciente de que, en su maniobra, se beneficiaban tanto ¨¦l como otros que hoy volver¨¢n a ser sus enemigos. Para Olano, dejar en la cuneta a Z¨¹lle, Gotti y Boogerd era un beneficio fuera de toda duda y de toda sospecha.
En puridad, la etapa se transform¨® en una contrarreloj por equipos un tanto desigual, con la derrota segura para Banesto si no lograba enlazar en los primeros kil¨®metros. Tuvieron el objetivo a la vista durante alg¨²n tiempo, seg¨²n una diferencia que lleg¨® a ser de 23 segundos, pero por delante hab¨ªa m¨¢s medios para echar corredores a la caldera. Esa persecuci¨®n angustiosa para unos y correosa para otros tiene sus n¨²meros: el pelot¨®n de cabeza hizo los ¨²ltimos 90 kil¨®metros a una media de 51 por hora, por 48 sus perseguidores, muestra inequ¨ªvoca del car¨¢cter que tuvo la jornada y del desgaste.
Llegados a la meta, se hizo visible el derrumbe de los damnificados. El Tour ya no cuenta con ellos, salvo para certificar alguna resurrecci¨®n. El pasaje de Gois, esos cuatro kil¨®metros que duermen ya bajo el agua del mar, cierran el primer cap¨ªtulo de este Tour. Una trampa en el camino, un obst¨¢culo en la hoja de ruta, una invitaci¨®n a la batalla, un ejemplo m¨¢s de lo aparentemente sencillo que es perder el Tour en una tarde.
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