La paz de las armas en Argelia
Desde mediados de junio hemos observado c¨®mo se iba creando en Argelia una puesta en escena in crescendo a trav¨¦s del anuncio, con gran aparato medi¨¢tico, de diversos acontecimientos: comunicado del cese el fuego de la rama armada del FIS, anuncio por parte del presidente argelino de un proyecto de ley sobre la "concordia civil" para la inserci¨®n de los miembros de dicha guerrilla islamista, carta de Abasi Madani bendiciendo dichas iniciativas; para alcanzar, seg¨²n se aproximaba la simb¨®lica fecha del 5 de julio, aniversario de la independencia, su gran eclosi¨®n con la liberaci¨®n de miles de argelinos encarcelados -en su mayor parte, de manera arbitraria por su proximidad al movimiento islamista-, y todo ello presentado como el desenlace de la paz para la castigada sociedad argelina, en guerra civil desde 1992. Pero, en realidad, ?hay algo verdaderamente nuevo en el proceso actual o m¨¢s bien se trata de rentabilizar al servicio del nuevo presidente de la Rep¨²blica una situaci¨®n que exist¨ªa de manera solapada desde 1997, a la espera de encontrar el mejor momento para presentarla en beneficio del r¨¦gimen? ?Se puede considerar este proceso como el arranque de un cambio pol¨ªtico o m¨¢s bien estamos ante una nueva estrategia de supervivencia del poder para mantener el statu quo que le permite controlar la renta y la sociedad argelinas con el benepl¨¢cito de la comunidad internacional?
El cese el fuego por parte de la rama armada del FIS, el Ej¨¦rcito Isl¨¢mico de Salvaci¨®n (EIS), se remonta a septiembre de 1997, y desde entonces ha sido una realidad que pas¨® casi inadvertida porque ni se le dio alcance medi¨¢tico ni tuvo respuesta p¨²blica por parte del r¨¦gimen, quedando en el m¨¢s absoluto secreto su concreci¨®n. Pero, al lograr esta tregua indefinida, el Ej¨¦rcito argelino lograba finalmente neutralizar a su verdadero oponente. Militarmente muy acosado y sometido a una guerra psicol¨®gica en la que se le confund¨ªa y adjudicaban las atrocidades cometidas por el GIA, el EIS pon¨ªa fin a una lucha armada que no ten¨ªa posibilidades de triunfar, en tanto que, inhibi¨¦ndose de la violencia, trataba de demostrar que no era el responsable de esos aberrantes actos contra civiles. Por ello, en esta toma de decisi¨®n tuvieron una influencia capital las terribles matanzas que se desencadenaron en agosto de 1997, cuyos autores nunca han sido verdaderamente identificados. Por su parte, para la rama pol¨ªtica, el FIS, marginado del ¨¢mbito institucional del pa¨ªs y sin apoyos exteriores determinantes, el di¨¢logo con el poder es una inevitable opci¨®n estrat¨¦gica, dada su dif¨ªcil situaci¨®n. No obstante, no hay que olvidar que, por el momento, Al¨ª Benhadj guarda un absoluto silencio y Abdelqader Hachani, junto con otros tres l¨ªderes del FIS, se ha manifestado muy reticente.
Con respecto a la Ley de la Concordia Civil, que es el eje fundamental en el que el presidente Buteflika basa este proceso de reconciliaci¨®n, en realidad no es sino una versi¨®n revisada de la llamada ley de rahma (clemencia), que exist¨ªa desde 1995 para aquellos islamistas dispuestos a dejar las armas, y, al igual que ¨¦sta, se queda en el ¨¢mbito policial y de la seguridad, sin que integre ning¨²n acuerdo de tipo pol¨ªtico: es de naturaleza puramente penal, se dirige a criminales sin utilizar ninguna calificaci¨®n pol¨ªtica y silencia todos los actos de torturas, secuestros, desaparecidos..., que han sido muchos en estos a?os en Argelia. Es m¨¢s, los miembros que compondr¨¢n los comit¨¦s encargados de aplicar esta Ley de Concordia Civil representan sobre todo al Ejecutivo frente al judicial, con presencia mayoritaria de los ¨®rganos policiales y de la seguridad.
Por tanto, el proceso actual argelino tiene muchas sombras y promueve muchas dudas, entre las que destacan la falta de transparencia y la ausencia de dimensi¨®n pol¨ªtica, puesta de manifiesto por la total marginaci¨®n de los partidos (incluido el propio FIS, dado que no es el resultado de una negociaci¨®n pol¨ªtica entre el Gobierno argelino y los l¨ªderes del FIS, sino un cese el fuego entre el Ej¨¦rcito y la guerrilla del EIS y una concesi¨®n de clemencia para algunos por parte del presidente de la Rep¨²blica). Si bien es verdad que se dan pasos adelante como un relativo reconocimiento del adversario y la expresi¨®n de la necesidad de poner fin definitivamente a la violencia, tambi¨¦n es cierto que eso es lo que la oposici¨®n argelina viene reclamando desde la Plataforma de Roma en enero de 1995. Sin embargo, su reclamaci¨®n de una reconciliaci¨®n nacional pol¨ªtica en el marco de un pacto democr¨¢tico discutido y firmado por todos no entra de ninguna manera en el proyecto actual del r¨¦gimen argelino. M¨¢s bien parece lo contrario; es decir, con esta Ley de Concordia y este marco de paz hecho "a medida" para el protagonismo del presidente, el poder evita una vez m¨¢s la exigencia de una soluci¨®n realmente pol¨ªtica lograda por un Congreso nacional de la paz que integre a todos los partidos, incluido el FIS, y que abra un proceso de democratizaci¨®n y reforma estructural del modelo pol¨ªtico y econ¨®mico.
Bien al contrario, estamos ante un proceso que ha despreciado e ignorado de nuevo a la sociedad pol¨ªtica, justo en un momento en que, tras las elecciones presidenciales de abril, se abri¨® una din¨¢mica unitaria entre los l¨ªderes de la oposici¨®n que se retiraron denunciando el fraude electoral e iniciaron un proceso de organizaci¨®n y movilizaci¨®n pol¨ªtica de la sociedad argelina con cierto futuro. Frente a esto, la dimensi¨®n pol¨ªtica parece m¨¢s bien limitarse a los beneficios que de este proceso en marcha se desprenden para la persona del presidente Buteflika y para el r¨¦gimen. Esto es, compensar la falta de legitimidad del proceso electoral en el que Abdelaziz Buteflika fue elegido jefe del Estado, para lo cual va a convocar un refer¨¦ndum en julio que le servir¨¢ de plebiscito, con la seguridad de que ?qui¨¦n va a oponerse p¨²blicamente a la paz!; limpiar la imagen del r¨¦gimen, sobre todo en el exterior, tras una campa?a electoral presidencial en la que el tema central fue la corrupci¨®n y su responsabilidad en la violencia, y acallar las voces que desde hace tiempo denuncian la situaci¨®n de los derechos humanos en Argelia. Y todo ello sin ning¨²n reparto del poder y sin ninguna oferta de reforma jur¨ªdica ni pol¨ªtico-institucional. Pero s¨ª en el momento en que Argel va a acoger, la semana que viene, la celebraci¨®n de la cumbre de la Organizaci¨®n de la Uni¨®n Africana, ocasi¨®n en la que se quiere reactivar la dimensi¨®n internacional de Argelia e incluso hacer caer a los argelinos en el espejismo de la era Bumedi¨¢n, cuando Argelia goz¨® de protagonismo internacional con Buteflika como ministro de Exteriores (pero en la que la autocracia y la persecuci¨®n del contrario pol¨ªtico eran la regla).
De ah¨ª que todo muestre que, si la situaci¨®n no cambia de manera radical e inesperada, la concepci¨®n que de la paz parece tener el r¨¦gimen argelino es la de la "paz de las armas", pero no la paz pol¨ªtica, que exige un marco moral y ¨¦tico y unas reglas transparentes respetadas por todos; as¨ª quiz¨¢s se contenga la sangr¨ªa de los ¨²ltimos a?os, pero no solucionen los enormes problemas econ¨®micos y pol¨ªticos que padece Argelia, que, no olvidemos, fueron el origen de la guerra y son, adem¨¢s, una terrible forma de violencia contra una ciudadan¨ªa que exige cambios y no obsoletas vueltas a un pasado cuya edad de oro s¨®lo existe en el recuerdo de unos pocos.
Gema Mart¨ªn Mu?oz es profesora de Sociolog¨ªa del Mundo ?rabe e Isl¨¢mico de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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