La caza del zorro
JUSTO NAVARRO Blair, ministro brit¨¢nico, ha anunciado en televisi¨®n la prohibici¨®n de la caza del zorro, y me he acordado: la cacer¨ªa de zorros ingleses era prueba incontestable de que los toros son un espect¨¢culo civilizado y art¨ªstico. Lo dec¨ªan en mi colegio los religiosos que nos educaban: la condena de las corridas era parte de la propaganda antiespa?ola, seg¨²n lo demostraba la existencia en Inglaterra de la cruel caza del zorro. Mi colegio era sobrenaturalmente sabio: el capell¨¢n sosten¨ªa sin ning¨²n g¨¦nero de dudas que el espa?ol es la lengua que se habla en el cielo. ?Tendr¨¢ repercusiones la abolici¨®n de la caza del zorro en el futuro de la tauromaquia? La fiesta de los toros es una de esas cosas que demuestran lo inexplicables que podemos ser. Conozco a personas sensibles, respetuosas de la ley, amantes y practicantes de la literatura y el arte, inteligentes e incluso piadosas, que confiesan su pasi¨®n por el rito taurino: soltar a un toro en un corral, perseguirlo, pincharlo, sangrarlo, marearlo, liquidarlo a sablazos y puntillazos, arrastrarlo despu¨¦s de muerto, por gusto, para emoci¨®n y disfrute del p¨²blico y los toreros que se juegan la vida. Paso la tarde viendo los toros por televisi¨®n. ?C¨®mo explicar que me quede mirando m¨¢s de dos horas semejante ejercicio de herir y burlar para no ser herido? ?Es nostalgia de mi ni?ez, ese tiempo que todav¨ªa dura en los colorines de los carteles taurinos? Leo el cartel en el escaparate de la agencia de viajes: Domingo, 11 de julio de 1999, Plaza de Toros de M¨¢laga, Bullring of M¨¢laga, Great International Bullfight Bulls: seis bulls de Buend¨ªa para los bullsfighters Cantero, Gitanillo de Am¨¦rica y Otto Rodr¨ªguez. As¨ª es hoy el pasado. En la plaza de toros de Benalm¨¢dena se lidiar¨¢n toros de Santolaya para Ure?ita y Lima de Estepona, con Bombita como sobresaliente, y anuncian para dentro de dos semanas el gran espect¨¢culo ecuestre El Cartujano, con el ¨²nico toro bravo domado del mundo. No puede ser: el toro de lidia es el ¨²nico animal indomable, seg¨²n mis profesores, que ten¨ªan un punto de vista torista, devotos del espa?ol toro brav¨ªo. Pero la casta y la raza (estos t¨¦rminos pesan mucho en estos ambientes) no libran al toro de ser descuartizado y comido despu¨¦s muerto: la demanda de rabos de toro en los restaurantes de Pamplona durante las fiestas de San Ferm¨ªn desata el tr¨¢fico de rabos en toda Espa?a, y los rabos de los toros de M¨¢laga y Benalm¨¢dena que no corten los matadores probablemente acaben en las mejores mesas de Navarra. Recomiendo un libro para el verano: Vel¨¢zquez, de Jos¨¦ Ortega y Gasset, donde se incluyen noticias de la ¨¦poca, los Avisos de don Jer¨®nimo de Barrionuevo, por ejemplo, que el 7 de julio de 1655 vio ahorcar a don Josef Solier. Era un d¨ªa risue?o, de corrida, pero Barrionuevo no fue a los toros, porque en los toros hay mucho calor y gasto, muchas empanadas y garrafones, abanicos y moscas y 30 toreadores escogidos. El viernes, cuenta, quemaron en Alcal¨¢ al enamorado de su burra. El jueves dieron tormento a un mercader de Toledo y pasearon en burro, enjaulada y con capirote, a una alcahueta de 88 a?os. No falt¨® p¨²blico y nadie se extra?aba.
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