Hedonismo al desnudo
"Desde hace meses, comunidades enteras de ni?as hacen r¨¦gimen para que les quede bien el corpi?o transparente. Por fin. La juventud alemana vuelve a tener un objetivo: adelgazar para Berl¨ªn. En los ¨²ltimos a?os se les ha grabado en la cabeza: ?Desn¨²date! Menos es m¨¢s. Los cuerpos semidesnudos se funden en este desfile por la paz y el amor. La celulitis y la tripa cervecera no pintan all¨ª nada. Hasta el pueblerino es consciente de su cuerpo. El voyeur berlin¨¦s no perdona defectos f¨ªsicos. Aqu¨ª s¨®lo celebramos gente guapa. Lo guapo es sexy. Bienvenido a Berl¨ªn, tecnofan¨¢tico!". Con tan solemne mensaje recib¨ªa ayer un suplemento especial de la Love Parade a los participantes. El tal Karsten Lutz que lo firma no es ni m¨¢s ni menos sesudo que la mayor¨ªa del p¨²blico al que se dirig¨ªa. "?sta es la generaci¨®n del final del milenio, dec¨ªan una y otra vez los gur¨²s de "este maravilloso y desenvuelto hedonismo" tecno, en cuanto les pon¨ªan un micr¨®fono enfrente.
Parece incre¨ªble que un fen¨®meno que muchos consideran poco m¨¢s que un da?o colateral de los h¨¢bitos perniciosos de la juventud suburbial, de la desideologizaci¨®n y de la descomposici¨®n social y familiar tenga la fuerza de convocatoria demostrada ayer en Berl¨ªn. Y sin embargo, responde al parecer a los tiempos que corren por el viejo mundo esta respuesta de centenares de miles de j¨®venes, llegados de toda Europa para disfrazarse, sentirse maravillosos en una maravillosa familia multitudinaria y bailar "a 149 breaks" por minuto, saltos o golpes de ritmo o sacudidas de los pies y dedos se?alando al cielo, sin m¨¢s variaci¨®n que el desmayo de alg¨²n miembro cuyo sistema cardiovascular dimite antes de tiempo. Se acarician y miran a s¨ª mismos mientras bailan. Encantados de haberse conocido.
El cuerpo es protagonista. Se cultiva y se decora. Se degusta y utiliza. Los cuerpos desnudos y sudorosos que ayer se agitaban por el Tiergarten est¨¢n m¨¢s cultivados que la articulaci¨®n del lenguaje que demostraban los ravers (forofos del tecno) en sus conversaciones. Tampoco vaya nadie a creer que ayer se habl¨® mucho en el centro de Berl¨ªn. No se pod¨ªa uno o¨ªr ni a s¨ª mismo por lo que nunca hab¨ªa nadie a quien contestar ni rodeado de un mill¨®n de amigos. En realidad, no hay nada de que hablar. Las cosas son como son. Y se repiten, como la m¨²sica que se baila, como el ritmo y los gestos de la danza. Todo sencillez y placer y nada de l¨ªos. En todo caso alguna gamberrada, como mojar al pr¨®jimo con pistolas de agua o disfrutar de columpios gigantes, aunque sea haciendo cola ante los amigos ayer junto a la Puerta de Brandenburgo. Antes eso lo hac¨ªan los ni?os, pero ahora muchos adultos han llegado a la conclusi¨®n de que es lo m¨¢s interesante que se les ofrece.
Nada de l¨ªos. Hay que desfilar por el amor, auspiciados por todas las grandes empresas que ayer cultivaban en Berl¨ªn a su clientela. As¨ª la Deutsche Telecom ofrec¨ªa amor por tel¨¦fono m¨®vil, las televisiones hac¨ªan de la masa espasm¨®dica "inteligentes individuos que no temen disfrutar juntos" y Planetcom, la compa?¨ªa que organiza la Love Parade convert¨ªa la alegr¨ªa de vivir en suculentos ingresos. Berl¨ªn era ayer un Waterloo para las ideolog¨ªas. Y no s¨®lo para ellas. Tampoco sal¨ªan tan bien parados los ideales de belleza extrema exenta de celulitis y de barrigas que el citado ideol¨®go de la Love Parade predicaba en la bienvenida. Concentraciones de estas dimensiones no suelen ser id¨®neas para establecer niveles tan superlativos. Hab¨ªa mucha excentricidad forzada, fe¨ªsmo por doquier y desnudos tan autocomplacientes como escasamente gratificantes. Y hasta los m¨¢s guapos de los guapos, los m¨¢s maquillados, decorados y entusiastas de s¨ª mismos ofrec¨ªan un aspecto muy poco apetecible despues de ocho o diez horas de baile incesante a casi 30 grados detemperatura en un d¨ªa radiante de sol en Berl¨ªn.
Nadie vaya a creer que esto desanim¨® a los incondicionales. "Esto es algo supremo, algo magn¨ªfico que nunca entender¨¢ nadie que haya le¨ªdo a Adorno", dec¨ªa ayer en la Avenida 17 de Junio de Berl¨ªn un entusiasta de la Love Parade, nada convencido al parecer con la herencia del pensador y padre de la Escuela de Frankfort, Theodor W. Adorno. Era un converso a la m¨²sica tecno, de los pocos que habr¨ªa all¨ª capaces de recordar el nombre de alguien m¨¢s dedicado a las actividades cerebrales que a las espasm¨®dico- r¨ªtmicas o voluptuoso-musculares.
Cerca, junto a la gran estatua de Bismarck en la Plaza de la Gran Estrella, un chico m¨¢s joven, en un tanga de cuero negro y pelo te?ido en cuatro colores, demostraba menos memoria. Intentaba quedar con un amigo en aquel enjambre de m¨¢s de un mill¨®n de personas. "Estoy junto a la estatua de un tipo con cara de mala leche y vestido de militar. Debajo pone Bismarck". El canciller de hierro y muy cerca de ¨¦l su general Moltke miraban altivos por encima de quienes beb¨ªan, bailaban y meaban cerca de sus pedestales. Ellos ganar¨ªan muchas batallas. Est¨¢ claro que no saben qui¨¦n ha ganado al final...
Babelia
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