Fiestas populares XAVIER MORET
Las fiestas populares, tal como est¨¢n montadas, suelen beber a grandes dosis de la tradici¨®n y de unos modelos preestablecidos que se van quedando progresivamente anticuados. Por lo general, se trata de fiestas relacionadas con alg¨²n santo patr¨®n (con estatua m¨¢s o menos milagrosa en la iglesia local) o con actividades ligadas a los ciclos del campo: la siembra, la cosecha, la vendimia... Pero, seamos sinceros: hoy en d¨ªa a los santos no se les tiene muy en cuenta y los rituales del campo han retrocedido lo indecible ante el empuje de la sociedad urbana. La evoluci¨®n de la maquinaria agr¨ªcola, por otra parte, ha alterado las viejas costumbres de tal modo que lo que antes era un acto participativo al que acud¨ªa toda la comunidad es hoy poco m¨¢s que una discreta concentraci¨®n de tres o cuatro ruidosos tractores. Las tradicionales canciones de batre, de segar o de collir olives han dejado de transmitirse de padres a hijos (con el ruido de las m¨¢quinas tampoco las podr¨ªan o¨ªr) y los viejos instrumentos de las casas de campo se acumulan en los desvanes de los museos o en las tiendas de los anticuarios. Por si todo esto fuera poco, el turismo ha contribuido a dar la definitiva vuelta de tuerca, con lo que las fiestas en una poblaci¨®n de la costa, pongamos por caso, ya han perdido casi del todo aquel sabor ligado a una tradici¨®n y se limitan a ser una excusa para divertirse y desmadrarse. Hoy mismo debe de ser fiesta mayor en alg¨²n pueblo y, como es costumbre, se iniciar¨¢ con el ritual del preg¨®n, otra antigualla amenazada de desaparici¨®n. Desde la comisi¨®n de fiestas se suele llamar a alguien m¨¢s o menos famoso y ¨¦ste se asoma al balc¨®n del Ayuntamiento para soltar alg¨²n rollo relacionado con el pueblo o la ciudad en cuesti¨®n y para invitar a los ciudadanos a divertirse. Lo del preg¨®n sobra casi siempre y si con el tiempo ha adquirido alg¨²n valor es porque la gente se lo ha tomado como la penitencia previa necesaria antes de iniciar la fiesta como Dios manda. El siempre clarividente Joan Brossa lo entendi¨® perfectamente, se lo tom¨® al pie de la letra, y cuado hace unos a?os le invitaron a leer el preg¨®n de las fiestas de Vespella de Gai¨¤ se asom¨® al balc¨®n del Ayuntamiento con un papel en sus manos y ley¨®: "El... preg¨®". Dos palabras y listos. Nada m¨¢s. La multitud, entusiasmada, le aplaudi¨® como nunca. Y es que no hay mejor preg¨®n que el preg¨®n corto. Otros ingredientes que no fallan en las fiestas populares son los fuegos artificiales, el baile en el entoldado, las sardanas, las calles cortadas al tr¨¢fico, el partidillo de solteros contra casados, los concursos de escaparates, las ferias de tiro al blanco, los tiovivos y, fuera de programa, las borracheras, los gritos y las bromas pesadas. Los expertos se remiten a la tradici¨®n para justificar la vigencia de las fiestas, pero no hay duda de que a las generaciones actuales lo de segar i batre les resbala sumamente, y tampoco parecen muy partidarios de apuntarse a la vendimia como a un acto festivo. Para que una costumbre se convierta en tradici¨®n s¨®lo es cuesti¨®n de tiempo, de que pasen unos cuantos a?os, los suficientes para otorgar pedigr¨ª. Si nos atenemos a este criterio, es incluso probable que las fiestas tradicionales se olviden en un futuro de los rituales de anta?o y se apunten a celebrar hechos que sobreviven en la memoria popular,
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