Ermua, normalidad sin olvido
Los vecinos de la localidad natal de Miguel ?ngel Blanco apuestan por la reconciliaci¨®n frente al rencor
Ermua se despereza hoy con el olor a cera derretida a¨²n presente en los rincones de la c¨¦ntrica plaza del Cardenal Orbe. Anoche, las velas volvieron a llorar por el asesinato del edil popular Miguel ?ngel Blanco Garrido. Sostiene un anciano lugare?o, apostado junto a la casa de los jubilados de la localidad, que la memoria hist¨®rica tiende a narcotizarse con el paso del tiempo. Dos a?os despu¨¦s del secuestro y asesinato anunciado a manos de ETA del joven concejal del PP, los vecinos de Ermua se empe?an en mirar hacia adelante. O, al menos, lo intentan. "La gente, ni olvida ni perdona, pero s¨ª hay mucha resignaci¨®n. En general, se intenta no tocar mucho el tema de Miguel ?ngel". Es como si tras la tempestad se hubiera instalado una suerte de calma impregnada de cierta "tristeza y melancol¨ªa" cuando se trata el asunto. Habla Gonzalo ?lvarez. Entre ribeiro y ribeiro, el nuevo presidente del centro gallego de la localidad vizca¨ªna va desgranando al forastero la cosecha de sentimientos que ha ido recogiendo estos dos a?os.
"?D¨®nde ha quedado el esp¨ªritu de Ermua? ?Qu¨¦ fue de la idea de aislar socialmente a los simpatizantes de HB, me preguntas?". Gonzalo ?lvarez asegura que "al final, el agua, m¨¢s o menos limpia, vuelve a su cauce". "Hombre, los abertzales ahora tienen menos miedo que cuando se derram¨® la rabia por el pueblo, pero tampoco creas, siguen sin sacar pecho. La gente no se f¨ªa de ellos".
Es cierto que el ambiente no est¨¢ cargado. Pero en Ermua siempre hay una mano dispuesta para colocar un cartel contra la dispersi¨®n de los presos etarras. Cerca de la casa consistorial, las pintadas por la vuelta a casa de los reclusos han reverdecido. Cerca de ah¨ª, en otra pared, el PP se ha convertido en PPinochet.
El d¨ªa a d¨ªa se va imponiendo y las prioridades de siempre destronan con facilidad los sentimientos que gener¨® aquel etarra que descerraj¨® a primeras horas de la tarde de un 12 de julio como hoy dos tiros en la cabeza de Blanco. Los tres o cuatro negocios de Ermua relacionados p¨²blicamente con la izquierda independentista no pasan una ¨¦poca boyante, pero tampoco es que se les haya negado el pan y la sal, aseguran algunos vecinos. Hay de todo. Desde quien se ha negado a recoger unos pasteles "ya pagados" en la famosa panader¨ªa-pasteler¨ªa de un matrimonio abertzale hasta los miembros de las cuadrillas que cambiaron entonces el saludo por malas miradas y ahora han dejado los recelos de anta?o.
"Ya no se arrastra la crispaci¨®n de aquellos d¨ªas", asegura el miembro de Gesto por la Paz Fran Oneka. "Es m¨¢s", prosigue, "yo creo que la gente, en general, est¨¢ ilusionada con la tregua. Hay esperanza de que esto sea definitivo. Ermua vuelve a la normalidad, pero no olvida". Consuelo Garrido lleva una semana muy mala. El verbo olvidar se arranc¨® de cuajo de su diccionario una tarde de hace dos a?os. Estos d¨ªas, los nervios y las depresiones le ganan la partida muchas veces. Ni siquiera el refugio de la fe, su principal bast¨®n durante este tiempo, puede hacer m¨¢s llevadera la insoportable carga de la ausencia. Y mucho menos conforme se acercaba el fat¨ªdico d¨ªa en el que ten¨ªa que enfrentarse, otra vez m¨¢s, con la inscripci¨®n que acompa?a a la foto de su hijo en el cementerio: "Sigues viviendo en nuestro coraz¨®n".
Consuelo; su esposo, Miguel Blanco, y su hija Marimar, volvieron ayer a subir al camposanto de Ermua, acompa?ados por varios centenares de familiares, amigos y convecinos para compartir unos minutos con el retrato del edil asesinado y llevarle flores frescas de esperanza.
"Ayer [por el pasado mi¨¦rcoles] charl¨¦ con ella". La que habla desde un diminuto despacho en el Ayuntamiento es la edil del PP Ana Crespo. "Estos d¨ªas se encuentra bastante mal, deprimida. Yo siempre intento dirigir la conversaci¨®n hacia cualquier otro tema, pero...". Ana ha vuelto a ganar alguno de los 18 kilos que perdi¨® con la conmoci¨®n y la rabia del asesinato de su compa?ero. Lo que le sigue acompa?ando es una sombra inevitable que guarda su nuca. "No tengo miedo, sino precauci¨®n". Su cara transmite ese relajo que la direcci¨®n de ETA parece haber regalado a los ediles populares tras el cese de los atentados. "Es que antes no viv¨ªamos. Nos han dado un poco de respiro", dice.
Ana Crespo a¨²n piensa que no se hizo todo lo que se pod¨ªa haber hecho. Cree firmemente que hay que revivir aquello, pero dedicarse tambi¨¦n a "concienciar a los cr¨ªos, no para que no se vuelva a repetir, sino para que no se les pueda ni pasar por la cabeza". En ese af¨¢n por aportar su grano de arena en la reconciliaci¨®n -que aventura dif¨ªcil porque "hay mucho odio y rencor, aunque hay que superarlo"- la edil no pierde el tiempo. Hoy estar¨¢ en Valencia, junto a la fundaci¨®n que lleva el nombre del concejal asesinado, para participar en la entrega del premio anual de la entidad, que este a?o ha obtenido el presidente de Colombia, Andr¨¦s Pastrana, embarcado en la negociaci¨®n con la guerrilla.
La edil cree en el di¨¢logo, "pero sin imposiciones". "Sabemos que nuestro gobierno est¨¢ negociando. Pero tiene que tener claro que no puede ceder ante los chantajes de esta gente", dice, certificando que lo contrario ser¨ªa imperdonable.
No hay duda de que los sucesos de Ermua, la reacci¨®n popular, el "?basta ya!", junto a un mont¨®n m¨¢s de acontecimientos policiales y pol¨ªticos -entre ellos el Acuerdo de Lizarra-, encarrilaron la decision de ETA para detener el reloj de la muerte y poner en marcha el tren de la esperanza. Pero no todos lo ven igual. Por ejemplo, el Foro Ermua, nacido al calor de la respuesta social contra ETA por el asesinato del concejal popular, no se f¨ªa de los terroristas y advierte contra el "involucionismo nacionalista".
Sostiene el anciano lugare?o que alertaba contra el olvido, poco antes de ir a su casa a almorzar, que va a hacer falta mucha sabidur¨ªa para, "entre todos, tirar para adelante". Como dec¨ªa un proverbio chino, el "viaje m¨¢s largo comienza por dar un paso". Ermua parece haber echado ya a andar, lentamente, mirando adelante.
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