La falta de documentos y el caos del regreso provoca que los propios albanokosovares se roben las casas
Muchos albanokosovares pensaban, cuando permanec¨ªan en los campos de refugiados, que s¨®lo los serbios les hab¨ªan echado de sus casas. Pero, cuando termin¨® la guerra -y, desde el pasado d¨ªa 13 de junio, cuando las tropas occidentales de la Kfor entraron en Kosovo-, algunos descubrieron que sus casas o viviendas ya estaban habitadas por otros albanokosovares que, al haber regresado antes del exilio, las hab¨ªan ocupado. Al no existir registros de la propiedad (destruidos por los serbios), ni tribunales a los que acudir, estas familias han tenido que emprender por segunda vez la marcha de sus barrios, e incluso de sus ciudades, buscando un lugar para cobijarse. "Hay que evitar lo que ha ocurrido en Bosnia-Herzegovina, donde los primeros que volvieron se quedaron con las mejores casas, tanto si eran suyas como si no", advirti¨® ayer Jiri Dienstbier, relator especial de la ONU para los derechos humanos en la zona.
?ste es el caso de Isak Havolli, un profesor de alban¨¦s de 45 a?os, casado y con tres hijos, que viv¨ªa en un tranquilo barrio de Pristina y que en mayo fue obligado, junto a su familia, a abandonar su hogar y a viajar, hacinado con otros cientos de personas, hasta el atestado campo de refugiados de Blace, en la frontera de Macedonia.
A su regreso se encontr¨® con que su casa hab¨ªa sido ocupada por una familia albanokosovar que tambi¨¦n hab¨ªa regresado hac¨ªa poco. "No sirvieron de nada ni las explicaciones, ni los ruegos, ni las amenazas", explica. Havolli sab¨ªa de un serbio que habitaba en el centro de la ciudad y supon¨ªa que habr¨ªa huido, de modo que se present¨® en la casa, tir¨® la puerta abajo y se instal¨®.
Mientras su familia se afanaba en limpiar la casa, se present¨® en la puerta un serbio vecino del propietario, ven¨ªa acompa?ado de un hombre al que pretend¨ªa alquilarle la casa aprovechando la ausencia indefinida del due?o. "Me pregunt¨® qu¨¦ hac¨ªa all¨ª y le contest¨¦ que los serbios me hab¨ªan echado de mi hogar y hab¨ªan incendiado la casa familiar en el pueblo de Lapashtica. Yo ten¨ªa derecho a ocupar la casa". Los hombres se marcharon y Havolli encontr¨® un trabajo en la oficina de Naciones Unidas. "No s¨¦ c¨®mo van a hacer para solucionar el embrollo de papeles y propiedades", dice, "pero al menos tengo una casa".
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