"A veces las metáforas explican la naturaleza mejor que las ecuaciones"
Roald Hoffmann (Zloczow, Polonia, 1937) fue premio Nobel de Química en 1981. Ya entonces era poeta. "Tenía más fácil ganarme la vida como químico", dice para justificar su decantación adolescente por las ciencias. Entonces era un superviviente del holocausto. Ahora es un prestigioso profesor de la Universidad de Cornell, en Ithaca (Nueva York), con varios libros de poemas publicados, y encarna el modelo de relación entre las ciencias y las artes que estos días se debate en el Centro Galego de Arte Contemporáneo (CGAC), en Santiago de Compostela, en un encuentro organizado por esta institución y la Escuela Internacional de Teoría en las Humanidades. Esta escuela asocia a teóricos, artistas y científicos de renombre mundial, algunos de los cuales, hasta un total de 40, participan en este encuentro compostelano, The special plenary series on science, technology and the arts, que se desarrollará hasta el día 25. Su objetivo es explorar y reflexionar sobre el sentido actual de las Humanidades, sobre sus límites y posibilidades de desarrollo, sobre sus relaciones con otras formas del saber, a través de actuaciones, exposiciones y debates que superan los límites disciplinares de los medios de expresión, de las culturas y de las lenguas.
No existe una diferencia radical entre metáforas y ecuaciones, afirma Hoffmann basándose en su propia experiencia. "Yo soy un químico teórico y a veces puedo explicar mejor la naturaleza a otros científicos con metáforas, porque hay conceptos que desbordan la retórica científica. Además, los científicos tenemos un lado espiritual que no podemos expresar con los códigos de nuestro trabajo, de ahí que busquemos otras vías". La poesía, no obstante, no explica el mundo, "sino a uno mismo o apelando a la intimidad de los demás".
Lucidez
Hoffmann nutre sus poemas con léxico y metáforas de origen científico, con contenidos procedentes de su experiencia de judío superviviente del holocausto, con sus impresiones más básicas de la naturaleza y el amor. Pero, ?no remite todo, incluida la creación poética, a reacciones químicas? "No", responde rotundo. "En poesía, lo más importante es el factor psicológico, el amor. Nunca, en ningún caso, podrá la química ser lo más interesante del hombre". Hay autores, no obstante, que se estimulan y atribuyen efectos creativos a las drogas, es decir, a una alteración deliberada de la química cerebral y su consecuente percepción de la realidad. Para Hoffman, "eso es un mito, romántico y muy lindo, pero un mito, como si la creatividad aumentara en situaciones límite. No es cierto. El mundo ya tiene suficientes aspectos complejos y peligrosos como para a?adirles otros. Lo que hace falta es lucidez para interpretarlos". La química cerebral está en la base genética de la humanidad, a?ade, "pero la creatividad es un fenómeno cultural, más que biológico o químico".
Personalmente, confiesa tener más facilidad para escribir temas científicos que poemas, pero en ambos casos encuentra la inspiración "en el trabajo y la experiencia, en la rutina diaria". "El trabajo humaniza", a?ade, "y es mucho más humano un texto lleno de borrones que otro limpio y fluido. Los borrones, cuando se analizan, dan muchas más claves de la condición humana".
Admite que hay materias, como la música o las matemáticas, para las que hay personas especialmente dotadas por la naturaleza. "No es lo común en otros campos del saber como la poesía, la química o la política. Aquí me dan miedo los ni?os prodigio. En ellas, además del talento, hay que tener una determinación en la que influyen de modo decisivo el entorno educativo y de trabajo, que en última instancia es lo más importante".
Hoffman comprende los recelos que suscita el desarrollo científico, "porque apareja problemas nuevos a sus soluciones inmediatas". "Acaso hayamos pedido demasiado a la ciencia, como un milagro, y de ahí la decepción, pero nada es completamente bueno o malo, blanco o negro". Las soluciones, según él, lo mismo en la ciencia que en el arte, están en la ética, cuyos límites deben fijarse por consenso.
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