El expresionismo pian¨ªstico de Brad Mehldau vuelve para cautivar
Despu¨¦s de la pl¨¢cida jornada dominical de concierto ¨²nico, el festival vitoriano entr¨® en su maratoniana semana con todos sus alicientes a pleno rendimiento: jazz en la calle, secci¨®n paralela orientada al futuro, doble concierto en Mendizorroza y sesi¨®n fuera de horario como traca final. Inaugur¨® el apartado Jazz del siglo XXI un d¨²o peculiar, integrado por la bater¨ªa minimalista y refinada de Leon Parker y la guitarra expansiva y algo tosca de Charlie Hunter. El contraste conceptual funcion¨® a medias, porque, mientras la percusi¨®n dibujaba paisajes imaginativos y llenos de claroscuros sugerentes, las cuerdas se limitaban a entregar en serie solos mon¨®tonos hasta la aridez. Para no perderse entre esquemas repetitivos, se agradeci¨® que al menos la melod¨ªa fuera reconocible. La condici¨®n se cumpli¨® en Green chimneys y You don't know what love is, aunque Hunter, ya c¨¦lebre por haber desarrollado un modelo de guitarra que tambi¨¦n hace las funciones de bajo, no le hizo justicia a esta ¨²ltima por culpa del uso exagerado de arm¨®nicos y otros efectos tirando a cursis. Como dicta la ¨²ltima moda guitarr¨ªstica, ¨¦l tambi¨¦n quiso moverse entre el country de Nashville y el exotismo hawayano, pero dio la impresi¨®n de encontrarse en tierra de nadie. Todo lo contrario le sucede a Brad Mehldau, un fen¨®meno que ha llegado justo a tiempo para recargar de esperanza el siglo que se avecina. No ha cumplido los 30 y ya ha creado un universo propio y original, capaz de interesar a jazzistas ac¨¦rrimos y a curiosos en general. Su pianismo es una roca tierna, acero rom¨¢ntico que pone al borde de las l¨¢grimas. Lleg¨® a Vitoria griposo hasta el punto de cancelar su siguiente concierto en Montreux, pero, aun as¨ª, regal¨® m¨²sica sin fiebre ret¨®rica ni virus de rutina: fresca, densa y plet¨®rica de genio rabiosamente sano.
Emoci¨®n
La introducci¨®n que brind¨® en All the things you are, una monta?a que se ve¨ªa crecer en cada comp¨¢s, pareci¨® agotar todas las posibilidades expresivas, pero todav¨ªa fue capaz de exprimir un poco m¨¢s su talento, secundado con esmero por el contrabajista Darek Oles y nuestro Jorge Rossy a la bater¨ªa, en brillantes piezas propias y cl¨¢sicos tan bien seleccionados como Long ago and far away, My ideal o, ya en la propina, I'll be seeing you. Con todo, el tema que derriti¨® la fibra sensible de la audiencia fue Exit music (for a film), una balada solemne que hizo en el polideportivo de Mendizorroza un silencio de templo desierto. Fue el triunfador del a?o pasado y repetir¨¢ cada vez que regrese. No cabe duda: igual que se nace con dos orejas y una nariz, Mehldau vino al mundo con un ap¨¦ndice llamado emoci¨®n. Y del recogimiento y la esencia se pas¨® en un suspiro al despliegue generoso de swing a?ejo y democr¨¢ticamente repartido. El proyecto Jam Session 99 se inspira en los multitudinarios conciertos Jazz at the Philarmonic promovidos por el empresario Norman Granz hacia mediados de los a?os cuarenta, una fecunda ¨¦poca de transici¨®n en la que el bebop empezaba a pedir el relevo a la era cl¨¢sica. Y no est¨¢ mal rescatar la idea ahora que los cambios estil¨ªsticos se suceden a tal ritmo que resultan casi indistinguibles entre s¨ª. La puesta en escena del espect¨¢culo result¨® todo lo rumbosa que exige el modelo original: dos saxos tenores, un alto, dos trompetas, guitarra y secci¨®n r¨ªtmica, con piano incluido. Todo a cargo de m¨²sicos espl¨¦ndidos, verdaderos empollones de la historia y t¨¦cnica de sus respectivos instrumentos. Pero como el estudio no lo es todo, los resultados fueron variables, aunque siempre dentro de un notable tono general.
Los trompetistas se llevaron la palma en cuanto a br¨ªo comunicativo. Terell Stafford y, en especial, Nicholas Payton tocaron como si quisieran hacer trizas el techo del local, henchidos de virtuosismo y afinidad por la filigrana bopper. Los saxos no les anduvieron muy a la zaga: Jesse Davis y Harry Allen supieron transmitir sus intereses espec¨ªficos hacia Charlie Parker y Stan Getz, respectivamente, mientras Eric Alexander luci¨® un atractivo clasicismo menos sujeto a modelos concretos.
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