Miedo a la diferencia
El fen¨®meno de la inmigraci¨®n no es nuevo en Ca n"Anglada. Algunos de los que viven all¨ª llegaron a finales de los a?os setenta procedentes de Marruecos. Es el caso de M., que ya ha cumplido 60 a?os y lleva la mitad de su vida en el barrio. Trabajaba en la construcci¨®n, pero una enfermedad le apart¨® del trabajo hace a?os. Dice que "nunca ha tenido problemas", pero que desde 1991 "las cosas est¨¢n cambiando porque han venido muchos j¨®venes, la mayor¨ªa sin pasaporte. A los familiares que quieren venir con lancha les digo que hasta que no haya contrato no vengan". Mohamed tambi¨¦n lleg¨® hace tres d¨¦cadas y acude diariamente a ducharse al local para pensionistas del Centro C¨ªvico Montserrat Roig. Casi nunca habla con nadie, es extremadamente educado y, como la mayor¨ªa de los que llegaron desde el otro lado del Mediterr¨¢neo en los ochenta, su oficio era el de basurero. Ahora, la mayor¨ªa trabaja en la construcci¨®n. Todas las ma?anas las camionetas les recogen en el barrio para ir a la obra. "S¨®lo vemos a los j¨®venes. Los hombres mayores y las mujeres tienen otra vida", explica Ana Bel¨¦n Bravo, una joven madre, en referencia a los magreb¨ªes. Los j¨®venes se concentran en la plaza de Ca n"Anglada, donde se produjo la pelea que ha desencadenado el enfrentamiento entre las dos comunidades. Algunos de los espa?oles que estaban ayer en la plaza justificaban las agresiones: "Hacen comentarios groseros a las mujeres, no tienen papeles y trafican con droga". Ana Bel¨¦n cruza a menudo la plaza y dice que nunca le han faltado al respeto ni le "han dicho nada". Algunas madres se quejan de que los ni?os magreb¨ªes ocupan toda la plaza y no dejan jugar a los suyos. "S¨ª, es cierto que hay muchos ni?os magreb¨ªes sin nadie que los controle, pero son ni?os", contin¨²a esta joven. "Es s¨®lo miedo, miedo a lo diferente: Desde los altercados, se ha desatado todo tipo de comentarios racistas. Se ha levantado la liebre", remacha Francisco Bravo. En un bar, cerca de la plaza, un hombre comentaba a otro: "Estos moros siempre est¨¢n pidiendo". En la calle una mujer dec¨ªa que lo mejor era "que todos se fueran a su pa¨ªs" y no muy lejos otro hombre, a punto para irse a jugar a la petanca, explicaba que hay "problemas desde que han venido esos". Un joven comentaba que "el barrio no es racista, pero primero tenemos que solucionar nuestros problemas, no los de los otros. Si un espa?ol mete a 20 personas en un piso viene Sanidad y le pone problemas. En cambio, ¨¦sos lo hacen y no les pasa nada". Mientras en la calle se o¨ªan estos comentarios despectivos, los magreb¨ªes optaban por la prudencia y por repartir la Declaraci¨®n de los Derechos Humanos y un documento en el que se explica qu¨¦ es Amnist¨ªa Internacional. En una carnicer¨ªa magreb¨ª, una mujer musulmana preguntaba a una espa?ola: "?Pero de qui¨¦n es la culpa? ?De los marroqu¨ªes o de los espa?oles?". La espa?ola le contestaba: "No s¨¦ de qui¨¦n es la culpa, pero est¨¢ pagando gente que es inocente y que no tiene la culpa de nada". Hace unos a?os un grupo de musulmanes solicit¨® usar el centro c¨ªvico para el Ramad¨¢n porque el oratorio que ten¨ªan en un garaje era peque?o. Se les concedi¨® el permiso y un a?o m¨¢s tarde se les deneg¨®. La versi¨®n oficial fue que en un centro c¨ªvico no pueden celebrarse actos religiosos. Un joven de esto centro explicaba que no se concedi¨® una sala por presiones de algunos vecinos.
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