Villalba y su legado
J. J. P?REZ BENLLOCH No es frecuente, incluso linda con la rareza, que un dirigente pol¨ªtico en ejercicio y con los a?os necesarios para aunar vitalidad y experiencia asuma p¨²blicamente la responsabilidad de una derrota y opte por la jubilaci¨®n anticipada de la vida p¨²blica, regresando al tajo laboral del que se parti¨®. Lo habitual, como se sabe, es que los desastres electorales o partidarios, cual es el caso reciente de UV, no tengan una paternidad clara y conocida. La culpa suele ser de los otros, incluso de los votantes, ignaros de sus propias conveniencias o envilecidos por los cantos de sirenas. Sobre los triunfos, en cambio, siempre se yergue un l¨ªder, por m¨¢s que sea un zoquete y una decantaci¨®n de circunstancias ajenas. De ah¨ª la singularidad un tanto conmovedora de H¨¦ctor Villalba, presidente de las siglas regionalistas antes citadas. A la hora de rendir cuentas ante la fuerza pol¨ªtica que representa no se ha columpiado en los pretextos. Ha confesado, sencillamente, que no es la persona id¨®nea para persuadir a la sociedad valenciana, que se constituye en pararrayos de todas las decepciones y, consecuentemente, paga el error con su retirada. Polariza, pues, en su figura todas las iras posibles y salva as¨ª de la quema a otros cofrades con tantos dem¨¦ritos o m¨¢s para inmolarse en la misma expiaci¨®n. Por lo pronto, obvia la tormenta de imputaciones personalistas y, previsiblemente, abre el debate a un an¨¢lisis m¨¢s objetivo del desmoronamiento, en el supuesto de que tal fauna partidaria est¨¦ dotada intelectualmente para estos ejercicios. Adem¨¢s, con su desaparaci¨®n del proscenio, alenta la renovaci¨®n, que de hecho ya ha comenzado con los candidatos que se perfilan. Las gentes del PSPV, por m¨¢s que les pese, tienen motivos para sentirse mortificados con este ejemplo, como ya los tuvieron cuando el presidente Zaplana limit¨® a dos sus mandatos al frente de la Generalitat. Pero es que la izquierda, tanto tiempo huera de iniciativas, est¨¢ siendo pastoreada por garrapatas del poder antes que por dirigentes con reflejos y sentido de los intereses mayoritarios, dicho sea de paso. Alud¨ªamos al relevo que se cuece en UV y eso es lo que ha de importarnos despu¨¦s de subrayar el plausible gesto de Villalba. ?Y qu¨¦ se cuece? Pues si bien toda hip¨®tesis es prematura y poco se sabr¨¢ hasta mediados de setiembre, cuando se defina la nueva direcci¨®n, la verdad es que los indicios no son confortantes. La oferta llamada liberal y centrista que los regionalistas han enarbolado desde el congreso de Gandia, el pasado a?o, no les ha rendido buenos dividendos, sino todo lo contrario. Al fin y al cabo, para centrista y liberal ya est¨¢ el PP, que tiene registrada la marca. Y en punto al nacionalismo que profesan, apenas es reconocible por su clientela si se le desmantela o se le difumina la bronca anticatalanista y las excentricidades ling¨¹¨ªsticas, ¨²ltimamente amortiguadas. Sin prejuzgar la soluci¨®n del dilema entre las viejas barricadas postuladas por los fundadores de esas siglas y la modernez predicada ahora, es indudable que los unionistas lo tienen crudo en cualquier caso para recuperar el espacio perdido. Tampoco pasar¨ªa nada si jam¨¢s lo recuperan. La inmensa mayor¨ªa de los valencianos no los echar¨ªamos de menos.
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