"La luz del atardecer en la Gran V¨ªa est¨¢ en 'Las meninas"
La primera vez que pis¨® Madrid luc¨ªa 18 a?os y un sue?o a¨²n m¨¢s tierno. Con las 300 pesetas ganadas en el concurso de pintura de su pueblo, V¨¦lez-M¨¢laga, Evaristo Guerra se acerc¨® a la capital con la intenci¨®n declarada de contravenir todos los consejos familiares. A sus 56 a?os, a¨²n recuerda con voz n¨ªtida las admoniciones paternas: "Primero, que aprenda un oficio y luego, lo de los pinceles". A veces, los deseos, cuanto m¨¢s imprecisos, menos negociables. Ahora, desde su estudio en la calle O'Donell, Evaristo Guerra recuerda, divertido y nost¨¢lgico a la vez, aquellos paseos sin rumbo por su ciudad adoptiva, su trashumar por galer¨ªas y, finalmente, su huida de una ciudad demasiado diferente a la tierra que le vio nacer. De hecho, poco despu¨¦s de su llegada a Madrid, se refugi¨® en el pueblo abulense de Las Navas del Marqu¨¦s a la b¨²squeda de la paz que le negaba la ciudad. "Decid¨ª asaltar Madrid desde fuera. Como Agustina de Arag¨®n [r¨ªe]. Por eso me traslad¨¦". Eso s¨ª, dice, Madrid "fue siempre la referencia". Pregunta. En la mayor parte de su obra est¨¢ muy presente su tierra ?C¨®mo se explica su emigraci¨®n a Madrid?
Respuesta. Venir a la capital era necesario para dedicarme a lo que amo. Ahora, una vez aqu¨ª, no puedo substraerme a ese sue?o verdoso de la luz de Madrid. Esa tonalidad gris tan bonita que tiene la ciudad. Y eso se ve en mis cuadros.
P. ?Tambi¨¦n se aprecia lo mismo cuando pinta los paisajes de su tierra?
R. Si se piensa bien, la pintura de Vel¨¢zquez es una consecuencia directa de la ciudad. La luz nebulosa del atardecer de la Plaza Mayor o de la Gran V¨ªa est¨¢ en Las meninas. Esto se encuentra tanto en la obra de Vel¨¢zquez como en la de Goya. Cuando se trabaja en Madrid es imposible evitarlo.
P. Sin embargo, toda su obra est¨¢ presidida por colores muy puros...
R. S¨ª, de hecho, de cuando en cuando, tengo que volver a mi tierra a cargar la pilas; a limpiarme la retina. Toda mi pintura est¨¢ marcada por la b¨²squeda de mis ra¨ªces... Todav¨ªa recuerdo cuando pintaba almendros en flor, cuando todo alrededor era un manto de nieve.
P. ?Le toca ahora limpiarse la retina?
R. S¨ª, dentro de poco vuelvo a mi tierra. All¨ª me espera, adem¨¢s de una exposici¨®n antol¨®gica en el Rinc¨®n de la Victoria (M¨¢laga) [una muestra que incluye la obra Homenaje a la luz de Andaluc¨ªa], un trabajo al que me dedico los veranos desde hace dos a?os. Estoy pintando el interior de una ermita en V¨¦lez-M¨¢laga. Ser¨¢n cerca de 1.150 metros cuadrados en los que el paisaje de fuera queda en el interior. Es un regalo ofrecido a mi pueblo. Ya llevo cerca de 200 metros.
P. Una obra eterna.
R. Ese es el problema. Lo hago solo. Con la cantidad de dinero que se dedica a tonter¨ªas... Es mi sue?o de siempre... Con un poco de ayuda y a poco que le pudiera dedicar m¨¢s tiempo...
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