Guapos contra feos JOAN B. CULLA I CLAR?
La cosa no ha hecho m¨¢s que empezar, lo s¨¦, pero debo confesarles que yo ya estoy harto. Tenemos a la vista unas elecciones a la Generalitat de Catalu?a que ser¨¢n, sin duda, las m¨¢s re?idas desde 1980: un duelo a cara de perro entre las dos figuras pol¨ªticas m¨¢s potentes que este pa¨ªs ha producido en las ¨²ltimas d¨¦cadas, la primera oportunidad plausible de un relevo al frente del Ejecutivo catal¨¢n, la hip¨®tesis veros¨ªmil -seductora para unos, inquietante para otros- de un gobierno no nacionalista, y las m¨²ltiples repercusiones que cualquiera de los resultados tendr¨¢ en el escenario espa?ol. As¨ª las cosas, nada tiene de extra?o que la expectaci¨®n aumente, que todos los m¨²sculos pol¨ªticos y medi¨¢ticos se pongan en tensi¨®n, que los posicionamientos individuales se agudicen, que se afilen las armas argumentales. Nuestra democracia se apresta a disputar una gran final, y ello no s¨®lo es saludable y excitante, sino que puede incluso resultar ¨¦pico. Sin embargo, hay quien parece empe?ado en rebajar ese gran duelo personal, pol¨ªtico e ideol¨®gico a una mezquina defensa del sill¨®n. Existe un discurso melifluamente demag¨®tico que, en nombre del soi-disant antimanique¨ªsmo, quisiera presentar la batalla del pr¨®ximo oto?o como una mala pel¨ªcula de h¨¦roes contra villanos. Ese es el discurso que me aburre y me hast¨ªa, y que me gustar¨ªa desenmascarar. Concretemos: seg¨²n el discurso al que aludo, todos los cargos p¨²blicos dependientes de la Administraci¨®n auton¨®mica constituyen "prebendas, sinecuras y canonj¨ªas" ocupadas sin excepci¨®n por "par¨¢sitos de la patria" tan voraces como in¨²tiles. ?Y los miles de cargos ligados a la Diputaci¨®n de Barcelona, a los grandes ayuntamientos o, durante 14 a?os (1982-1996), a la Administraci¨®n perif¨¦rica del Estado? ?Ah, no! Esos son puestos de abnegaci¨®n y sacrificio, duros bancos en la galera del servicio al bien com¨²n, cubiertos siempre con criterios de estricta profesionalidad, sin concesi¨®n alguna al partidismo ni al compadreo. De manera semejante -sostiene un determinado maragallismo-, los medios p¨²blicos de comunicaci¨®n en Catalu?a (enti¨¦ndase los adscritos a la Corporaci¨®n Catalana de Radio y Televisi¨®n) se hallan completamente mediatizados por el poder pujolista y sirven de anzuelo a su ideolog¨ªa: los periodistas que en ellos ejercen viven asaeteados a consignas y sienten cada d¨ªa en su cogote el aliento del amo. Por el contrario, aquellos de sus colegas que trabajan en las emisoras sostenidas por el Ayuntamiento o la Diputaci¨®n de Barcelona, y los que lo hicieron en Radiotelevisi¨®n Espa?ola hasta 1996, esos son profesionales lib¨¦rrimos con el cogote siempre fresquito; all¨ª, seg¨²n es p¨²blico y notorio, no ha habido ni hay directrices partidarias, y menos a¨²n cargos de confianza pol¨ªtica. Aquello es el mejor de los mundos posibles, seg¨²n glosaba el maestro Pangloss, o si lo prefieren el reino de Jauja... En fin, quienes describen la realidad institucional y medi¨¢tica catalana con estos rasgos de follet¨ªn pol¨ªtico son los mismos que, para cerrar el c¨ªrculo, hablan de "un partido que manda en este pa¨ªs como si fuera el ¨²nico", de un partido-r¨¦gimen omn¨ªmodo y omnipresente, cual si Converg¨¨ncia i Uni¨® fuera el PRI mexicano en sus mejores tiempos y la Generalitat el Estado jacobino franc¨¦s antes de Maastricht, como si en Catalu?a no estuviera presente la Administraci¨®n central, socialista o popular, ni existiese un s¨®lido contrapoder municipal que lleva ya m¨¢s de 20 a?os en las mismas y poco convergentes manos. Desde?able tal vez de puro grotesca, esta caricatura de la Catalu?a de hoy contiene un elemento que, como concepto intelectual, me resulta turbador. Subyace en ella la idea de que, con la eventual victoria de Pasqual Maragall, se va a restablecer en nuestro pa¨ªs el orden natural de las cosas; gobernar¨¢n entonces los amables, los refrescantes, los simp¨¢ticos, los plurales y los abiertos, aquellos que nacieron para mandar y a los que s¨®lo un desgraciado accidente impidi¨® se?orearse desde un principio de la Generalitat recuperada. Al mismo tiempo -?por fin!- van a ser expulsados del poder esos usurpadores, esos intrusos, esos okupas de guante blanco que se colaron en ¨¦l all¨¢ por 1980 contra toda l¨®gica y todo merecimiento; caer¨¢n los hoscos, los viscosos, los corruptos, los antip¨¢ticos, los exclusivistas, quienes creyeron que para regir Catalu?a bastaba con la legitimidad electoral y menospreciaron a la aristocracia del pensamiento y la cultura... Esa va a ser la venganza de la ¨¦lite. De aqu¨ª hasta el pr¨®ximo octubre el debate preelectoral puede consistir en una competencia de victimismos, o en un cuento de buenos y malos, o en una reyerta con bolsas de basura. Pero tambi¨¦n cabe la posibilidad de confrontar proyectos ideol¨®gico-pol¨ªticos, y de averiguar as¨ª con qu¨¦ objetivos solicita Pujol un sexto mandato, y qu¨¦ har¨ªa Maragall en la presidencia, adem¨¢s de pedir a los espa?oles que nos quieran y de asegurar a su predecesor una jubilaci¨®n honrosa.
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