La rana y el Oc¨¦ano
Un proverbio oriental, -los proverbios suelen ser orientales y si chinos mejor-, dice que no conviene hablar a las ranas de la charca del Oc¨¦ano. O lo que es lo mismo, que se incurre en el riesgo de la incomprensi¨®n si tratamos de aplicar una dimensi¨®n superior de conocimientos a quienes carecen de la posibilidad de entenderlo. O lo que es peor, que pueden convertir su ignorancia en argumento despreciando lo que desconocen. En ambos casos, se podr¨ªa deducir un cierto desd¨¦n por la capacidad de las ranas para entender las dimensiones del Oc¨¦ano, de las inmensas posibilidades oce¨¢nicas. Soy de quienes, ilusos acaso, piensan que las ranas pueden conocer las inmensidades, tal vez con modestia y pocas exhibiciones, pero sin duda pueden concebir la misma charca como un mar inmenso, que de ello, quiero pensar, trata el ap¨®logo oriental. Estoy del lado de las ranas, es decir, de la capacidad de estos batracios para entender el mundo que les rodea, desde la charca a la mar anchurosa. Es m¨¢s, siempre lo estuve pues de lo contrario siempre estar¨ªamos donde estamos, y ning¨²n insecto de seis patas o dos piernas habr¨ªa osado desafiar lo desconocido sin dar el salto desde los verdines de la fuente escasa a los nuevos horizontes, que estos s¨ª, parecen inabarcables para nuestra especie. Batracio u hom¨ªnido soy un convicto de la capacidad del discernimiento que ampl¨ªa los horizontes. En este sentido soy algo m¨¢s occidental, menos paremiol¨®gico y nada proverbial. La ambici¨®n ausente, la resignaci¨®n al horizonte mezquino, no forman parte ni de la cultura ni del c¨®digo gen¨¦tico, o al rev¨¦s, seg¨²n nos guste m¨¢s la preferencia por la bioqu¨ªmica o la antropolog¨ªa. Esta divagaci¨®n viene a cuento de dos hechos que hemos soportado en las ¨²ltimas semanas. El uno referido a la informaci¨®n sobre los conflictos de la antigua Yugoslavia, ahora circunscritos a su origen y destino, el Kosovo o Kosova, como precisa alg¨²n especialista atento a la realidad ling¨¹¨ªstica. El otro, de car¨¢cter m¨¢s permanente, y ello sin menoscabo de la subsistencia de los conflictos balc¨¢nicos, respecto al papel medi¨¢tico, especialmente de la televisi¨®n, en ¨¦pocas de bonanza electoral. Ambos tienen que ver con alguna l¨²cida interpretaci¨®n sobre el papel de los medios, y en especial, de la TV y sus noticiarios que ha subrayado Ignatieff, buen conocedor a fuer de perpetrador de este nuevo misal que son los telediarios. En uno y otro caso parecemos m¨¢s empe?ados en que las ranas no aprendan a saltar y nadar sobre el oc¨¦ano a que les concedamos la oportunidad de hacerlo por su cuenta y riesgo, y que seamos nosotros mismos quienes desentra?emos misterios o verdades de oleaje y marea. Se requiere un cierto grado de imbecilizaci¨®n para hacernos creer que hay buenos y malos, cuando todos somos un poco de todo. Se requiere, por supuesto, una credulidad extrema para pensar que nos lo vamos a creer, aunque seamos ranas de estanque. Y resulta pat¨¦ticamente esperp¨¦ntico, que nos quieran reducir a expectadores de una comedia en la que somos actores. Sucede, sin embargo. Sucede que algunos listillos entienden que no se nos debe dar la oportunidad que todos tenemos. O que temen que la podamos ejercer: la de desafiar los confines y las rompientes de la mar brav¨ªa para convertirnos en lo que siempre fuimos, autores de nuestra propia historia. En virtud de tama?as estupideces, las que piensan que nos corresponden a todos, se prodigan programas informativos, intoxicaciones de gusto dudoso, por dejarlo ah¨ª, y unas propuestas que encima encogen la charca, reduci¨¦ndola a barro maloliente, a putrefacci¨®n sin m¨¢s esperanza que la sequedad agrietada de la ausencia de ideas. Propongo en nombre de las ranas, una asamblea aristofanesca a la manera de la de las moscas, que haga recaer sobre los autores de tama?os desprop¨®sitos la verg¨¹enza de su miseria en forma de desconexi¨®n de los televisores. Propuesta in¨²til, pues tambi¨¦n las ranas gustan del narcisismo del estanque. Quien sabe si una propuesta in¨²til puede abrir nuevos caminos. No ser¨ªa la primera vez. Ni la ¨²ltima.
Ricard P¨¦rez Casado es licenciado en Ciencias Pol¨ªticas.
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