El 'chat'
Dentro de miles de a?os, cuando los antrop¨®logos descubran nuestros restos, llegar¨¢n a la conclusi¨®n de que entre el homo digital y el anal¨®gico hubo intercambio cultural y gen¨¦tico, como se sospecha ahora que sucedi¨® entre el Neanderthal y el sapiens. Y no se equivocar¨¢n. Hay, de hecho, mujeres digitales que se enamoran de hombres anal¨®gicos y hombres anal¨®gicos que hacen sus compras semanales en establecimientos digitales. Parece mentira que entre dos dimensiones de la realidad tan alejadas entre s¨ª se produzca este ir y venir de semen o de productos gastron¨®micos. Personalmente, aunque soy anal¨®gico, no es raro que por las noches me deslice como una sombra hasta mi estudio para abrir sigilosamente el ordenador y hacer incursiones en el territorio de los seres digitales. Me gusta ver sus campamentos, apreciar el fuego de sus hogueras, escuchar los cantos de sus mujeres y sus ni?os. Seg¨²n los expertos, si a un Neanderthal le pusi¨¦ramos corbata y le solt¨¢ramos en la Quinta Avenida de Nueva York, pasar¨ªa por un Homo sapiens (de la variedad anal¨®gica, suponemos). Sin embargo, yo he intentado varias veces disfrazarme de digital al entrar en Internet, pero me descubren enseguida, creo, sobre todo, por mis particularidades sint¨¢cticas y ortogr¨¢ficas. Una vez conoc¨ª a una mujer virtual a la que, pese a mi procedencia anal¨®gica, no le disgustaba, y cuando intent¨¦ concertar con ella una cita fuera de la Red, en C¨¢ceres o en Roma, no puse condiciones, me dijo que no, que los anal¨®gicos mat¨¢bamos mucho en esa clase de encuentros contra natura. Y me record¨® dos o tres casos que la verdad es que le pon¨ªan a uno los pelos de punta. Ahora he encontrado un chat donde caigo bien porque les gusta o¨ªr historias de mi matrimonio anal¨®gico y de mi reloj de esfera y de una m¨¢quina de escribir con la que construyo poemas geom¨¦tricos. Luego, al amanecer, vuelvo a la cama y pienso que aunque la existencia virtual es la ¨²nica llamada a sobrevivir, quiz¨¢ los antrop¨®logos del futuro sean capaces de reconocer que los hombres y mujeres reales mantuvimos, como el Neanderthal frente al sapiens, una postura de perplejidad que, aunque anal¨®gica, tambi¨¦n dol¨ªa.
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