Las tentaciones de Yeltsin
La ¨¦lite pol¨ªtica de Rusia est¨¢ en vilo. Se prepara ya para las elecciones parlamentarias (en diciembre) y presidenciales (en el verano del 2000), sin saber si estas ¨²ltimas llegar¨¢n a celebrarse. Muchos est¨¢n convencidos de que durante las vacaciones de Bor¨ªs Yeltsin, La Familia sigue urdiendo tramas para que el l¨ªder ruso prolongue su poder m¨¢s all¨¢ del fin de su mandato.No existe hoy por hoy en Rusia un camino legal para lograr un retraso de las elecciones presidenciales, y las v¨ªas que podr¨ªan inducirlo son complicadas o poco probables. La uni¨®n con Bielorrusia obligar¨ªa a reformar la Constituci¨®n; la provocaci¨®n de des¨®rdenes generalizados -ya sea por por una oleada de terrorismo checheno, por una prohibici¨®n del Partido Comunista o por el entierro de la momia de Lenin- podr¨ªa justificar un Estado de excepci¨®n de problem¨¢tica constitucionalidad; un ataque del enemigo justificar¨ªa la ley marcial. Todo ello, no obstante, requiere el apoyo de las dos c¨¢maras del Parlamento ruso. La tortuosidad de los caminos no tranquiliza a quienes presienten visceralmente que Yeltsin no se marchar¨¢ del Kremlin sin presentar combate, pero no saben lo que guarda en el sombrero este mago amante de los juegos arriesgados. Los analistas y pol¨ªticos con los que he conversado este mes en Mosc¨² transmit¨ªan la impresi¨®n de que tras el sopor del verano ruso hay enormes tensiones. S¨®lo si Rusia llega a unas elecciones presidenciales normales y Yeltsin entrega el poder, se podr¨¢ hablar de democracia en ese enorme pa¨ªs, al frente del cual hay un anciano caprichoso y enfermo, que capta la realidad de modo intermitente. Y alrededor de ese anciano hay algo a¨²n m¨¢s peligroso para Rusia: La Familia, el clan de parientes de Bor¨ªs Yeltsin, con su hija Tatiana Diachenko a la cabeza.
La desaz¨®n de La Familia por los efectos materiales y, tal vez, penales de la p¨¦rdida del poder, contrasta con la falta de previsiones legales para asegurar la jubilaci¨®n de Bor¨ªs Yeltsin como presidente. Los reiterados intentos de la Duma y el Gobierno para aprobar una "ley sobre el estatus del ex presidente de Rusia" han sido rechazados por la Administraci¨®n presidencial, casi como insultos. Lo peor, dicen los analistas, es que tan abruptas reacciones no se deben a la falta de preocupaci¨®n por el futuro, sino precisamente a la dificultad de imaginar ese futuro pospresidencial. Yeltsin se muestra cada vez m¨¢s susceptible ante las realidades que cuestionan su propio poder y el estatus de Rusia en el mundo. La iniciativa militar rusa en Kosovo le ha revitalizado y el l¨ªder, encantado con el general V¨ªktor Zavarzin, ejerce con satisfacci¨®n de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Antes de irse de vacaciones, Yeltsin prometi¨® condecorar a todos los militares participantes en la operaci¨®n de Kosovo. De repente, los oficiales rusos, agobiados por multitud de problemas reales, desde los sueldos a las viviendas, encuentran un nuevo sentido a su existencia. Sobre el tel¨®n de fondo de la penuria, el anhelo de los oficiales rusos por llegar a Kosovo ten¨ªa un sabor de escapada hacia el espejismo de un imperio desaparecido.
Para que Yeltsin acudiera al G-8 en Colonia en junio, sus colaboradores obligaron a los l¨ªderes de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados a representar una comedia y hacer como si Rusia participara de igual a igual en sus decisiones. Los l¨ªderes occidentales se prestaron a la farsa, porque ¨¦sta no costaba gran cosa y adem¨¢s permit¨ªa neutralizar el resentimiento antioccidental que el dirigente ha acumulado debido a la marginaci¨®n de su pa¨ªs en las decisiones ante Yugoslavia.
En mayo, Yevgueni Primakov qued¨® perplejo por la forma en que fue cesado como jefe de Gobierno. "EE UU se est¨¢ preparando para conquistar Europa, y Rusia necesita otro Gobierno. Haga el favor de dimitir", fue el mensaje que transmiti¨® Yeltsin a Primakov, se?alan fuentes cercanas al ex-primer ministro. Como Primakov no comprendiera la relaci¨®n entre las supuestas intenciones de Washington y su dimisi¨®n y se negara a eclipsarse, Yeltsin hizo entrar al jefe de la Administraci¨®n con el decreto de cese ya preparado y lo firm¨®. Para perplejidad del cesado, el presidente a?adi¨®: "Me gustar¨ªa que sigui¨¦ramos siendo amigos. D¨¦jeme que le bese, Yevgueni Maximovich".
La relaci¨®n de Yeltsin con Primakov, se?alan las fuentes, ha tenido tres etapas. Tras nombrarle, en septiembre, Yeltsin le anim¨® a que aspirara a sucederle. A fines de invierno, el presidente se mostr¨® irritado por la sospecha de que Primakov abrigaba esperanzas presidenciales e insisti¨® en que lo desmintiera en la televisi¨®n. En la tercera, Yeltsin se deshizo de Primakov. Toda la l¨®gica de esta relaci¨®n, que se ha repetido con otros hipot¨¦ticos sucesores, responde a los celos de un hombre que a¨²n podr¨ªa gastarle alguna broma salvaje a su pa¨ªs. Los Estados occidentales deben hacer algo m¨¢s que halagar los o¨ªdos del emperador y ayudar a La Familia a construir aldeas de Potiomkin para alimentar sue?os, que son pesadillas para el futuro de Rusia.
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