Los errores se pagan
LA DEFENSA del medio ambiente y de la seguridad en los autom¨®viles son conceptos de gran importancia social en Estados Unidos. Los grandes grupos automovil¨ªsticos mundiales lo est¨¢n comprobando ahora. El Gobierno federal ha presentado una demanda de 9,5 billones de pesetas contra Toyota por pr¨¢cticas contrarias al medio ambiente. La acusaci¨®n parece una trivialidad vista desde sociedades menos sensibilizadas: algunos modelos de la firma, que vendi¨® 2,2 millones de veh¨ªculos en EE UU entre 1996 y 1998, tendr¨ªan un defecto de funcionamiento en el control de los vapores procedentes de la gasolina almacenada en el dep¨®sito. Como Toyota no acepta la imputaci¨®n y se niega a pactar amistosamente una multa, los tribunales decidir¨¢n qui¨¦n tiene la raz¨®n.No se trata del ¨²nico fabricante de coches enfrentado a un proceso judicial espectacular y costoso. Ford ha sido condenada a indemnizar con 47.200 millones de pesetas a los supervivientes de una familia accidentada en 1993. El tribunal considera que la compa?¨ªa era consciente de que el techo del veh¨ªculo no resistir¨ªa el impacto de un vuelco en caso de accidente. General Motors ha tenido que pagar una compensaci¨®n r¨¦cord de 733.000 millones de pesetas a seis personas que sufrieron graves quemaduras cuando su coche se incendi¨® despu¨¦s de recibir un golpe trasero.
Se trata de los ¨²ltimos casos judiciales. Resultan espectaculares, pero no son los ¨²nicos ni ser¨¢n los ¨²ltimos. Demuestran que los tribunales norteamericanos aplican el principio de que las empresas son responsables de sus productos, pagan por sus errores y no pueden lucrarse a costa de deteriorar la seguridad de los usuarios. Revelan tambi¨¦n que las empresas aceptan las reglas del juego y conf¨ªan en la imparcialidad judicial aun a riesgo de perder enormes sumas, y que el Gobierno federal, tenga o no raz¨®n en sus imputaciones, aplica con diligencia y rigor la norma de que "quien contamina paga". Cualquier parecido con lo que aqu¨ª se hecho tras la cat¨¢strofe ecol¨®gica que la rotura de la balsa de Boliden provoc¨® en Do?ana, por poner s¨®lo un ejemplo, es pura coincidencia.
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