30 a?os despu¨¦s de la mayor aventura humana
"Despu¨¦s de que el m¨®dulo se pos¨® en la superficie de la Luna, lo cual, la verdad, me sorprendi¨® un poco, me di cuenta de que iba a tener que decir algo. No fue una cosa muy complicada. Cuando se piensa en dar un paso es algo que sale solo". Armstrong, el primer hombre que puso el pie en la Luna, hace 30 a?os, y que pr¨¢cticamente desde entonces ha preferido mantenerse en silencio sobre la aventura, explic¨® as¨ª el viernes, en Cabo Ca?averal, c¨®mo elabor¨® su frase, una de las m¨¢s repetidas del mundo: "That?s one small step for man, one giant leap for mankind" ("Un peque?o paso para un hombre, un gran paso para la humanidad"). Y arroj¨® tambi¨¦n luz sobre uno de los debates m¨¢s apasionados e in¨²tiles de la historia del espacio: ?pronunci¨® el art¨ªculo indeterminado antes de "man", una humilde "a" que la grabaci¨®n no recogi¨®? Por fin, la respuesta: "Tuve intenci¨®n de decir la "a". Cre¨ª haberlo dicho. Pero es verdad que es imposible escucharlo en la grabaci¨®n de la transmisi¨®n a Tierra".Treinta a?os despu¨¦s, aquellas im¨¢genes forman parte de la memoria de la humanidad. Nadie que viviera entonces las ha olvidado. Nada de lo que ocurri¨® despu¨¦s supera la intensidad de aquella noche del verano del 69. Pero en la reflexi¨®n con los pioneros, son estas peque?as grandes cosas de frases y art¨ªculos las que m¨¢s interesan, sobre todo si las explica Armstrong, 68 a?os, comandante de la misi¨®n Apolo XI en 1969, que ha tratado de vivir fuera de la escena p¨²blica desde entonces, aunque, como dijo el viernes, "jam¨¢s" hubiera preferido cambiar su derecho a la intimidad por el viaje a la Luna. En opini¨®n de Armstrong, "lo m¨¢s importante que consigui¨® el Apolo fue demostrar que la humanidad no est¨¢ encadenada para siempre a este planeta".
Para Gene Cernan, 65 a?os, el ¨²ltimo hombre que pis¨® la Luna con el Apolo XVII, tres a?os despu¨¦s de que Neil Armstrong y Buz Aldrin dejaran all¨ª sus huellas, se trata "probablemente de la mayor aventura humana; desde luego, la m¨¢s importante en la era moderna y quiz¨¢ en la historia de la humanidad". Desde un punto de vista m¨¢s personal, Aldrin consider¨® la experiencia "el regalo m¨¢s maravilloso que una persona puede recibir".
B¨²squeda dram¨¢tica
Los tres, junto a decenas de astronautas y un millar de antiguos y actuales empleados de la NASA, recordaron el pasado viernes en Cabo Ca?averal el lanzamiento de la nave, en el marco de las celebraciones del 30? aniversario de la llegada a la Luna. Todos los reunidos confesaron haberse emocionado al escuchar por los altavoces la grabaci¨®n, ensordecida por el rugido de los motores del cohete Saturno V, la cuenta atr¨¢s del Apolo XI: "10, 9, comienza la secuencia de ignici¨®n, 6, 5, 4, 3, 2, 1, 0... Todos los motores en marcha. ?Despegue! ?Hay despegue! ?Pasan 32 minutos de la hora en punto, el Apolo XI ha despegado!". El pasado viernes, la cuenta atr¨¢s sirvi¨® para que los astronautas y otras 200 personas pusieran la primera piedra en el lugar en el que se levantar¨¢ un monumento que recuerde la haza?a del Apolo XI. "Houston, aqu¨ª Base de la Tranquilidad. El m¨®dulo ?guila ha descendido". El 20 de julio de 1969, cuando en Espa?a eran las 10 de la noche con 17 minutos y 40 segundos, los astronautas Armstrong y Collins tocaron la superficie lunar. El descenso del ?guila hab¨ªa sido complicado. Cinco minutos despu¨¦s de haber iniciado el descenso vertical salt¨® una de las cinco alarmas del m¨®dulo: saturaci¨®n de los ordenadores. Houston valora la emergencia y decide seguir adelante. Tres minutos despu¨¦s, nueva alarma. M¨¢s saturaci¨®n. El control central, que se ha entrenado en toda clase de supuestos, no aborta la misi¨®n. Pero un minuto m¨¢s tarde surge otro problema: a 180 metros de altitud sobre la superficie lunar, Armstrong se da cuenta de que la zona de aterrizaje tiene muchas rocas e inicia un descenso manual del ?guila. La b¨²squeda de un sitio apropiado es dram¨¢tica: el combustible est¨¢ a punto de agotarse y el polvo del reactor dificulta la visibilidad. A los 90 metros, Houston escucha a Armstrong: "He localizado un buen sitio". El m¨®dulo est¨¢ s¨®lo a 12 metros de la Luna, y de nuevo se levanta una nube de polvo. Cuarenta segundos despu¨¦s, el comandante Armstrong puede comunicar que el m¨®dulo ha descendido. Quedaban 45 segundos de uso de combustible.
Horas despu¨¦s, Armstrong baj¨® a la Luna, dijo su frase y empez¨® a recoger muestras del suelo. Despu¨¦s ech¨® un vistazo y esper¨® 18 minutos hasta que Aldrin se le uni¨®. Buzz tambi¨¦n habl¨®: "Hermosa vista. Magn¨ªfica desolaci¨®n". Los dos siguieron trabajando en la recogida de muestras y en el despliegue de aparatos para los experimentos previstos. No falt¨® la bandera de las barras y las estrellas, aunque en la placa del ?guila se dec¨ªa que "los primeros hombres del planeta Tierra pusieron el pie en la Luna en julio de 1969 despu¨¦s de Cristo. Hemos venido en paz en nombre de toda la humanidad", lo mismo que minutos m¨¢s tarde Armstrong le dijo por tel¨¦fono al presidente Nixon, cuando ¨¦ste llam¨® para felicitarles. La misi¨®n dur¨® ocho d¨ªas.
En 1969, un mill¨®n de norteamericanos ocupaban playas y carreteras cerca de Cabo Ca?averal para ser testigos del lanzamiento. En plena crisis social por la guerra de Vietnam, el acontecimiento sirvi¨® para unir al pa¨ªs y recordar la apuesta del presidente Kennedy, el hombre que, alarmado por la ventaja de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en la carrera espacial, dijo ante el Congreso, el 25 de mayo de 1961, que antes de que concluyera la d¨¦cada reci¨¦n comenzada una nave americana deb¨ªa posarse en la Luna: "Creo que esta naci¨®n debe comprometerse a conseguir el objetivo, antes de que esta d¨¦cada acabe, de poner un hombre en la Luna y traerlo de regreso a la Tierra. No habr¨¢ en este periodo un solo proyecto espacial m¨¢s impresionante para la humanidad, o m¨¢s importante para la exploraci¨®n del espacio a largo plazo".
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