El resplandor de autores e int¨¦rpretes espa?oles
Tras las jornadas de la Orquesta, Coro Nacional y la Escolan¨ªa de Segovia -Carmina Burana, Vida breve, Amor brujo, S¨¦ptima sinfon¨ªa de Beethoven- que, una vez m¨¢s, valieron ¨¦xitos grandes a Fr¨¹hbeck de Burgos, ocup¨® el estrado de San Juan de los Caballeros la Real Filarmon¨ªa de Galicia, dirigida por Jos¨¦ Ram¨®n Encinar (Madrid, 1954) y Maximino Zumalave (Compostela, 1956).Se afinc¨® este a?o con mayor potencia este escenario m¨¢gico de Segovia, en el que se hace posible "el tan perfecto concierto entre las viejas piedras y la hoja verde lozana" sugerido por Azor¨ªn. La sonoridad es clara, transparente y, a causa de la falta de reflejos ac¨²sticos, un tanto distanciada. Acaso pierde la presencia; acaso, tambi¨¦n, gana la po¨¦tica. Ya la formaci¨®n sinf¨®nica reducida -algo m¨¢s de 40 profesores- de la Orquesta de Santiago de Compostela es, de suyo, fresca, leve, cristalina, tintineante.
Luci¨® con especial encanto la levedad ¨ªntima de la orquesta chopiniana en el Concierto en mi menor que Joaqu¨ªn Ach¨²carro siente, explica y domina de forma conmovedora. La intenci¨®n y la t¨¦cnica pertenecen al orden de lo trascendente sin que jam¨¢s se da?e la m¨¢s razonable fidelidad. Son frecuentes estos artistas vascos armonizadores de la cifra y el ensue?o, la magia y la l¨®gica. As¨ª, el jovenc¨ªsimo Asier Polo nos llev¨® como de la mano por la gu¨ªa emocional de Roberto Schumann en su Concierto en la menor. Y otros nombres j¨®venes, pero ya magistrales -los directores Encinar y Zumalave-, hicieron unidad con sus respectivos solistas, con lo que el romanticismo germano o polaco de Schumann y Chopin renov¨® su eterna actualidad, esto es, su perdurabilidad.
Si Zumalave, en trance de dar a luz al romanticismo esencial, tir¨® de nuestro ¨¢nimo para el viaje sonoro de la Sinfon¨ªa escocesa de Mendelssohn, Encinar traz¨® con fuertes rasgos su firma y su r¨²brica, al darnos a conocer una nueva obra de Tom¨¢s Marco, Opaco resplandor de la memoria.
La sinfonietta de Marco
Se trata de la Sinfonietta n¨²mero 1 que quiz¨¢ inaugura una serie, tras la pr¨¢ctica de la sinfon¨ªa en un ciclo de seis cap¨ªtulos ya contrastados y valorados. En medio de las viejas piedras, tambi¨¦n Marco -como Azor¨ªn- nos hizo so?ar con la verde lozan¨ªa de una modernidad natural, sin servidumbres ni convencionalismos. La continuidad del sinfonismo de Marco camina entre la tentaci¨®n cientificista del objetualismo fractal y lo que, a su manera, no deja de ser llaneza expresiva e "invitaci¨®n a esa memoria" que opera en nosotros para convertir en ideal arquitectura la sucesi¨®n de temporalidades y tambi¨¦n como recuerdo de sensaciones abstractas y persistentes. La contradicci¨®n de una opacidad resplandeciente cobr¨® virtual realidad en manos del gran artista y no menos gran artesano de la m¨²sica que es Jos¨¦ Ram¨®n Encinar.
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