Prepotencia
F?LIX BAY?N En mi pueblo no somos racistas. Faltar¨ªa m¨¢s. Marbella no es Ba?olas ni Tarrasa. A mi pueblo ha llegado un mont¨®n de ¨¢rabes y no los quemamos, ni les tiramos piedras. Les extendemos las manos por ver si cae alguna de esas legendarias propinas que dicen eran norma en los setenta. Al olor del petrod¨®lar no acude s¨®lo una legi¨®n de camareros, buscavidas y ch¨®feres de ocasi¨®n, sino una multitud de joyeros y de sedicentes asesores de inversiones, agentes de la propiedad y abogados, que m¨¢s parecen lo que en C¨¢diz llaman pimpis y en M¨¢laga chipichangas. Porque en mi pueblo no somos racistas. Faltar¨ªa m¨¢s. Es cierto que no son pocos los sirvientes africanos, asi¨¢ticos o latinoamericanos que envidiar¨ªan el trato que dan a sus perros las familias a las que sirven. Pero eso no es por el color de su piel; es porque son pobres. El mismo mal trato recib¨ªan los sirvientes espa?oles cuando no hab¨ªa sindicato al que quejarse, ni m¨¢s ley que la del cuartelillo de la Guardia Civil y el analfabetismo era una barrera que imped¨ªa acceder a otros trabajos en servicios o en la industria. Ahora, a aquellos irredentos sirvientes espa?oles les han sustituido los inmigrantes, siempre temerosos de ser expulsados de este para¨ªso al que tanto les ha costado llegar. Se dice que los inmigrantes vienen a hacer trabajos que los espa?oles no quieren. Es cierto. Como tambi¨¦n es cierto que, sobre todo, vienen a trabajar en unas condiciones de privaci¨®n de derechos y por unos precios que ning¨²n espa?ol considerar¨ªa digno aceptar. Pero, ya digo, en mi pueblo no somos racistas. Decenas de espa?oles, asi¨¢ticos y africanos hacen guardia todos los d¨ªas frente a las puertas del palacio del rey Fahd en Marbella. Esperan echar una peonada para el rey saud¨ª. Una peonada bien pagada: de 15.000 a 20.000 pesetas por ayudar en los jardines, hacer recados o conducir uno de los centenares de coches de este monarca, que reina uno de los pa¨ªses socialmente m¨¢s atrasados del planeta y menos respetuosos con los derechos humanos. Lo contaba estos d¨ªas Jorge Lemos en las p¨¢ginas de La Opini¨®n de M¨¢laga: la familia real saud¨ª ha venido a resucitar un sistema de contrataci¨®n tradicional en Andaluc¨ªa. Desde primera hora, los aspirantes a echar la peonada se concentran en la glorieta que da a la puerta del palacio, que estos d¨ªas se ha convertido en lo que eran las plazas de los pueblos andaluces hasta hace no muchos a?os: una lonja de contrataci¨®n de mano de obra. De vez en cuando, salen a la glorieta unos capataces que toman nota de los nombres y de los oficios de los que esperan. Luego, aparecer¨¢ nuevamente el capataz e ir¨¢ leyendo los nombres de los elegidos. Si hay suerte, habr¨¢ s¨®lo que esperar unas horas. A veces, varios d¨ªas. Son muchos los que nunca oir¨¢n pronunciar su nombre. Eso s¨ª, si el elegido no est¨¢ presente no volver¨¢ a ser incluido en las listas. Hay que tener mucha paciencia y docilidad para trabajar para el s¨¢trapa saud¨ª, que, por lo que se ve, prefiere los sistemas cl¨¢sicos de contrataci¨®n a los ya de por s¨ª desp¨®ticos -pero de amable apariencia- m¨¦todos que se imponen en estos tiempos de ETT. Yo tampoco soy racista, pero reconozco que las maneras prepotentes del s¨¦quito saud¨ª me dan much¨ªsimo asco.
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