Los gozos de las sombras
Tejos, cascadas y frescos recovecos jalonan la subida por este curso desde las deshesas hasta collado Ventoso
Una de las mayores amenazas para la naturaleza madrile?a es ese prurito hortera que tienen nuestros gobernantes de poner mono el campo para agradar a la masa de votantes. As¨ª sucede que el valle de la Fuenfr¨ªa (Cercedilla), cada a?o que pasa, es menos natural: hay 56 kil¨®metros de sendas se?alizadas con marcas de vivos colores; hay paneles informativos y letreros met¨¢licos por doquier; hay miradores, monumentos, flamantes merenderos, empalizadas ornamentales e incluso m¨¢stiles para celebrar con gran despliegue de banderas el Aurrulaque, que en teor¨ªa es una fiesta monta?era. Ya s¨®lo falta alicatar las fuentes e instalar hilo musical en las praderas.Por suerte, no todo el valle est¨¢ lleno de detalles charros, y en alg¨²n rinc¨®n a¨²n puede pasearse sin esa sensaci¨®n agobiante de jard¨ªn decorado con macetones en forma de gnomo. E1 arroyo de la Navazuela, que nace a casi 1.900 metros, en los fresquedales del collado Ventoso, y brinca alocadamente hasta el fondo del valle por una umbr¨ªa pinariega salpicada de acebos y tejos seculares, es uno de esos pocos lugares que no han sido acondicionados al gusto de la autoridad. Remontar su curso salvaje en verano, mientras la masa se disputa a codazos una mesa a la sombra en los merenderos de Las Dehesas, es un placer solitario, sensual, genial.
Desde el aparcamiento de Majavil¨¢n, al final de la carretera de Las Dehesas, nos echaremos a andar por detr¨¢s de la barrera que corta el tr¨¢fico hasta dar en cinco minutos con la calzada y el puente del Descalzo, ambos de origen romano, aunque reconstruidos por Felipe V. Cien metros m¨¢s adelante se desv¨ªa, a la derecha, el camino Agrom¨¢n, una ancha pista de tierra y guijo que nos conduce en otros cinco minutos hasta el puente sobre La Navazuela. Aqu¨ª dejaremos la pista para remontar el arroyo por un n¨ªtido sendero que pronto brinda la primera sorpresa de la jornada: un precioso salto de agua semioculto entre pe?as, helechos y avellanos.
Nuestro sendero, tras cambiar varias veces de orilla, se decide al fin por la izquierda para enseguida rebasar una espl¨¦ndida pradera, atravesar despu¨¦s la carretera de la Rep¨²blica (pista que sube hacia la pradera de Navarrulaque y el puerto de la Fuenfr¨ªa) y enfilar, poco m¨¢s arriba, el tramo m¨¢s bello del regato. Vetustos tejos y musgosos canchos resudados se suceden hasta la Ducha de los Alemanes, chorro vertical que, incluso en pleno est¨ªo, exige una disciplina teut¨®nica para zambullirse sin aspavientos bajo su g¨¦lido envi¨®n. Ll¨¢masele tambi¨¦n salto del ?rbol Viejo por el tejo que crece a su arrimo. Por encima de la cascada, un puente de madera invita a cruzar el arroyo para continuar en lo sucesivo por su margen derecha, siguiendo una pina vereda que vuelve a atravesar m¨¢s arriba la carretera de la Rep¨²blica y corona el collado Ventoso como a una hora y media del inicio. En esta encrucijada de montes y caminos, veremos alzarse a poniente el verde lomazo del cerro Ventoso (1.965 metros); a naciente, la mole del segundo de los Siete Picos (2.093 metros), y al mediod¨ªa, el pico Majalasna, que es el primero y m¨¢s bajito (1.933 metros) de los siete que integran el macizo.
Hacia este ¨²ltimo dirigiremos nuestros pasos por la senda de los Alevines, que sale a mano derecha seg¨²n se arriba al collado Ventoso. Marcada con se?ales para todos los gustos (trazos blancos y gualdas del sendero PR-7 y c¨ªrculos amarillos de la ruta verde n¨²mero 2 del valle de la Fuenfr¨ªa), la senda nos llevar¨¢ en media hora a la pradera de Majalasna, y en media m¨¢s de descenso, a la de Navarrulaque, inconfundible por sus m¨¢stiles y empalizadas decorativas. Bajando desde aqu¨ª por la carretera de la Rep¨²blica, doblaremos en otra media por la vereda de Enmedio (se?alizada con un horripilante letrero met¨¢lico marr¨®n y marcas naranjas en los pinos), que nos devolver¨¢ al punto de partida.
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