M¨¢s que una sucesi¨®n
LA LLEGADA al trono de Marruecos de MohamedVI no es una mera sucesi¨®n. El hijo de Hassan II se tendr¨¢ que afianzar, y s¨®lo podr¨¢ hacerlo de una forma estable abriendo las ventanas a la democracia y a la modernizaci¨®n socioecon¨®mica de su pa¨ªs. El cambio en el liderazgo debe traducirse en un cambio en el sistema. Mezclar las funciones de reinar y gobernar, como hizo su padre, no es propio de la monarqu¨ªa moderna y parlamentaria que Marruecos necesita. La sucesi¨®n tendr¨¢ ¨¦xito si se convierte en una aut¨¦ntica transici¨®n hacia la democracia y la modernidad.Hassan II mandaba, y se sab¨ªa que mandaba. La incertidumbre nace de que ahora no se sabe qui¨¦n mandar¨¢, y no ser¨ªa deseable que ocupara ese hueco el Ej¨¦rcito. El rey enterrado ayer en Rabat foment¨® un pluralismo pol¨ªtico limitado y sent¨® las bases para una transici¨®n que, mientras vivi¨®, control¨® celosamente. Tras las ¨²ltimas elecciones favoreci¨® la alternancia y puso a un socialista, Abderram¨¢n Yussufi, al frente del Gobierno, aunque conservando los ministerios clave bajo su control. Su sucesor, que carece de la autoridad y prestigio de su padre, debe entender que la estabilidad de Marruecos y el futuro de la monarqu¨ªa obligan a m¨¢s pluralismo y mayores libertades. Sin esperar demasiado.
La concentraci¨®n de dirigentes de todo el mundo ayer en Rabat en los funerales constituye, pese a los numerosos puntos negros del reinado, un reconocimiento a la labor internacional del rey fallecido, y tambi¨¦n un acto de apoyo a Mohamed VI. No a la continuidad, sino al cambio dentro de la estabilidad. Dif¨ªcilmente podr¨¢ haber democracia en una econom¨ªa que deja tanto que desear. Pese al crecimiento econ¨®mico, la mayor parte de los marroqu¨ªes vive hoy en la pobreza; la tasa de paro de un 20% ni siquiera es significativa del empleo real; el analfabetismo es elevado, y la escolarizaci¨®n, muy escasa. Marruecos ocupa el puesto126 en el ¨ªndice de desarrollo humano. Son los ingredientes para alimentar el descontento popular y ese fundamentalismo isl¨¢mico contra el cual Hassan II se presentaba como baluarte. Mohamed VI debe compaginar una transici¨®n socioecon¨®mica con otra de orden pol¨ªtica. Necesitar¨¢ toda la ayuda posible, desde luego por parte de Espa?a y de la UE. Est¨¢ en juego la estabilidad de Marruecos, del conjunto del Magreb y del mundo ¨¢rabe. Contrariamente a Hassan II, Mohamed VI ir¨¢ ganando peso fuera a medida que tenga ¨¦xito dentro.
En todo el mundo ¨¢rabe se est¨¢ produciendo un relevo generacional, que se acent¨²a con la muerte de Hassan II. El viejo pa¨ªs que es Marruecos es tambi¨¦n muy joven en la composici¨®n de su poblaci¨®n. Es una baza que puede jugar a fondo el rey Mohamed VI, pues a sus 35 a?os representa -como Abdul¨¢ en Jordania- la esperanza en una nueva generaci¨®n que llega al poder.
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