Sobrio
Van Morrison Band. Jardines de Viveros. Valencia, 29 de julio de 1999.Tal y como estaba previsto, Van Morrison no ofreci¨® ni una canci¨®n de regalo. No hubo bises. Obviamente, no fue eso lo m¨¢s llamativo de un concierto que no lleg¨® a durar hora y media. Lo sintom¨¢tico fue que el p¨²blico, en un recinto de Viveros abarrotado de gente por dentro y fuera, apenas reclam¨® esa pieza de propina ni se extendi¨® en aplausos en el tema de cierre que, para que nadie se llamara a enga?o, fue una suave balada claramente programada para desventar al personal, cosa tanto m¨¢s evidente al llegar precedida de un archiconocido y netamente r¨ªtmico Gloria que, dicho sea de paso, abrevi¨® considerablemente como anunciando un final inminente. En Valencia, que uno recuerde, jam¨¢s el p¨²blico le ha regalado a nadie, y menos un mito como el irland¨¦s, el mutis por el foro sin pelear duro por la propina. No fue as¨ª esta vez. La sensaci¨®n final, pues, era ¨¦sta: desapasionamiento, falta de entusiasmo. Y no es, precisamente, una caracter¨ªstica que case demasiado bien con el soul ribeteado de rhythm & blues, zona conceptualmente c¨¢lida y emocional en la que, salvo una breve incursi¨®n en el tesoro c¨¦ltico que Van Morrison guarda en su coraz¨®n, b¨¢sicamente se movi¨® el gigante de Belfast y su grupo, un septeto integrado por una secci¨®n de viento, ¨®rgano, bater¨ªa, guitarra y bajo. De ah¨ª -del soul- los gui?os a Marvin Gaye, Sam Cooke o James Brown que esparci¨® a lo largo del repertorio. Fino int¨¦rprete Fue, en suma, una exhibici¨®n de sobriedad, tanto esc¨¦nica como sentimental. Como contrapartida, Van Morrison -y tambi¨¦n sus m¨²sicos, que tuvieron oportunidad de lucir su capacidad solista a lo largo de la actuaci¨®n- estuvo fino en la interpretaci¨®n, tanto vocal como con la harm¨®nica, y generoso en la dosificaci¨®n de grandes ¨¦xitos como las efervescentes Jackie Wilson said (I"m Heaven when you smile) o Tupelo Honey, que combin¨® ajustadamente con las canciones de su ¨²ltimo ¨¢lbum como el sobresaliente medio tiempo Philosophers stone o When the leaves come falling down en plan balad¨®n, entre otras. Valencia no es como Barcelona, donde anteayer escucharon en el marco del Greg al m¨²sico irland¨¦s por en¨¦sima vez y, cosa normal, unas veces ha estado simplemente bien -Van Morrison no se permitir¨ªa menos- y otras mejor. ?stas ¨²ltimas son las que al final quedan en la escueta lista de conciertos memorables que cada cual guarda en su coleto particular. Aqu¨ª era el debut de una leyenda y poco menos que el concierto de la temporada, por lo que, a falta de otro calor que el ambiental reinante en un auditorio atestado, y tras una actuaci¨®n poco m¨¢s que correcta de principio a fin, m¨¢s de un fan se tuvo que conformar con verlo (?por fin!) sobre un escenario y esperar la vuelta a casa para escuchar de nuevo la excelente colecci¨®n discogr¨¢fica que el artista ha ido completando a lo largo de cuatro d¨¦cadas.
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