?Tribu cultural versus tribu pol¨ªtica?
JAVIER UGARTE Ahora que parece que la vida del pa¨ªs, de este peque?o pa¨ªs, comienza a normalizarse ( el Partido Popular en el ejecutivo foral alav¨¦s o el lehendakari apelando a la Constituci¨®n como norma que ampara el Concierto Econ¨®mico), es hora de hablar de cosas normales. Quiere decirse de preocupaciones que son normales, habituales, en nuestro entorno y que aqu¨ª tienden a soslayarse. Una de esas preocupaciones es el v¨ªnculo que se da entre la tribu cultural y la pol¨ªtica, una relaci¨®n que se presenta dif¨ªcil en la Europa m¨¢s pr¨®xima y que fue desabrida en nuestro com¨²n pasado. Con el inicio del verano y la formaci¨®n de los equipos de gobierno en Diputaciones y Ayuntamientos, resulta palmaria estos d¨ªas la divergencia (?tal vez, hostilidad?) que se da entre ambos mundos. De un lado, el mundo de la cultura desarrolla una subcultura de encuentros, conferencias, universidades de verano, debates literarios; un pulular de congresos y simposios que tan nervioso pon¨ªa al ensayista alem¨¢n Hans Magnus Enzensberger (tanto que propon¨ªa una moratoria de dos a?os), y que, dec¨ªa el ensayista, no hace sino alimentar una extensa red de burocracia cultural, como si no existieran medios (de la imprenta a la radio, la televisi¨®n o la red) capaces de poner en contacto al productor de ideas con su p¨²blico. Sin ser tan radical en esa valoraci¨®n (el contacto directo tiene a¨²n cierto valor), no cabe duda que, salvo honrosas excepciones (alguna la conozco de cerca), se vive de espaldas al mundo de la acci¨®n, se desprecia cualquier sentido social en ellas, y, como mucho, se critica o desprecia el mundo de la pol¨ªtica y la gesti¨®n p¨²blica. En general, esa subcultura tiende a reproducir est¨¦riles y tediosas disertaciones de erudito o simples charletas. Por su parte el mundo de la acci¨®n, la gesti¨®n y la pol¨ªtica, organiza sus equipos ajeno a esa masa cr¨ªtica decisiva que es la del pensamiento, la elaboraci¨®n intelectual y la ponderaci¨®n de opciones de futuro. Forma sus equipos, salvo -tambi¨¦n aqu¨ª- honrosas excepciones, con la mirada puesta en las pr¨®ximas elecciones. No existe en ellos una preocupaci¨®n estrat¨¦gica o la conciencia cabal de que en sus manos est¨¢ el futuro a largo plazo de la ciudadan¨ªa. Cuando toman contacto con el mundo del pensamiento es para organizar su partidista instituto de elaboraci¨®n de ideas, ¨²til s¨®lo al partido de turno (pi¨¦nsese en determinadas fundaciones), o intenta obtener provecho de alg¨²n conocido mediador cultural para insertarlo en la pol¨ªtica (extra?¨¢ndole siempre del entorno acad¨¦mico que le es natural). Wisconsin, en EEUU, es conocido por sus excelentes quesos (eso asegura cuanto menos Steinbeck), por ser cuna de las elecciones primarias americanas (1903) y porque en ese Estado se produjo una interesante experiencia (luego prolongada durante el New Deal) de colaboraci¨®n entre el gobierno estatal y expertos de la Universidad del Estado (idea de Wisconsin). En el Estado se impuso la idea de que la universidad deb¨ªa ser el centro nervioso de su reforma, y en la Universidad, que su funci¨®n era servir a la ciudadan¨ªa. Destacados universitarios asesoraron directamente a la asamblea y tomaron parte en las comisiones de control y planificaci¨®n estatal (organizaci¨®n del ferrocarril, impuestos, leyes de control, etc.) desde su condici¨®n de expertos. Claro que esto no es Am¨¦rica. Aqu¨ª estamos marcados por la experiencia orteguiana y ambos mundos han vivido radicalmente de espaldas. El Gobierno Vasco -como ha dicho el Rector de la UPV-EHU- no "sabe" a¨²n cual es su Universidad. Uno ha visto al pleno del Parlamento vaciarse (y a la prensa marcharse) en el momento en que el Consejero de Educaci¨®n defend¨ªa la Ley de Universidades (ante un Rector at¨®nito). Pero yendo a las "honrosas excepciones", ¨²ltimamente se observa a alg¨²n pol¨ªtico local interesado en acercarse al mundo universitario. La disposici¨®n de la UPV-EHU de Pello Salaburu parece, por lo dem¨¢s, excelente a la hora de ponerse al servicio de la sociedad. Hace falta, como en Wisconsin, que ambos mundos se respeten en su condici¨®n, y, especialmente, que exista la voluntad pol¨ªtica de pensar a largo plazo. Claro que, esto no es Am¨¦rica.
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