El "apagafuegos" del Conde Duque
Una rosa roja, un exprimidor de limones, otro de naranjas, un vasito para el agua, una jarra. A lo mejor, si algo de eso no llega a estar en el camerino de artistas del Conde Duque, el cantante en cuesti¨®n (cuyo nombre se mantiene en secreto) habr¨ªa ocasionado serios problemas a la hora de salir a escena. Aunque para problemas y malos ratos, los que dio Art Garfunkel el pasado julio en Madrid: primero exigi¨® que retiraran la publicidad de la firma comercial que patrocinaba el concierto. Nada menos. Luego decidi¨® expulsar a las televisiones que pretend¨ªan cubrir la funci¨®n. Se acumulaban ya 20 minutos de retraso. El p¨²blico dando palmas (de protesta), y Garfunkel que no sal¨ªa. Y hubo que echar a las c¨¢maras."Yo baj¨¦ para hablar con unos y con otros. M¨¢s que nada para calmar los ¨¢nimos porque la soluci¨®n no estaba en mis manos". Una vez m¨¢s, tuvo que hacer de apagafuegos Carlos Dorrel. Es el coordinador de todos los espect¨¢culos que se presentan en el patio del Conde Duque, una de las sedes de los Veranos de la Villa. El trabajo de Dorrel en este centro cultural comenz¨® a mediados de junio, cuando se montaron las infraestructuras. Cada d¨ªa llega por la ma?ana, a eso de las diez. Comprueba que el viento no ha tirado los carteles del teatro, que las sillas y las gradas se encuentran en perfecto estado o que el suelo del escenario no cruje. Esta ma?ana, por ejemplo, ha tenido que cambiar cuatro veces el tapiz de baile [el suelo del escenario]. "Ha llegado Julio Bocca y ha dicho que hab¨ªa que cambiarlo, por razones est¨¦ticas", cuenta Dorrel.
Pero su principal misi¨®n es coordinadar todos los equipos que trabajan en este recinto: los de sonido, luces, producci¨®n, taquilla, personal de sala. Su lugar de trabajo es una caseta prefabricada instalada junto al escenario. El bailar¨ªn Julio Bocca pasa ahora por delante de ella. Va vestido como un pr¨ªncipe, pero todav¨ªa no se ha quitado los pantalones de pl¨¢stico para calentar. Mira al frente sin fijarse en nada y agita violentamente las manos. La funci¨®n va a comenzar.
Desde la caseta de Dorrel se ve ahora un cisne negro que baja por las escaleras del escenario. Ya se ha quitado las zapatillas de punta. Se para y un hombre vestido de negro que, como todos los t¨¦cnicos, lleva un tel¨¦fono m¨®vil en la cintura, le desabrocha el tut¨². Todo en silencio. El cisne sigue su camino a los camerinos. Dorrel est¨¢ mientras tanto completando una factura con el ordenador. Ahora habla con un t¨¦cnico que ha entrado con un problema de luces. "Si da tiempo, encendemos la luz, y si no, seguir¨¢ apagado", dice Dorrel. Va vestido de negro, lleva gafas y el pelo recogido en una coleta. "?Lo peor? La lluvia. Aunque si se suspende la funci¨®n es por el p¨²blico. Porque el escenario est¨¢ techado", explica. "Otra cosa nefasta son los accidentes en el escenario", a?ade. Aunque algunos se quedan en meras an¨¦cdotas. Como la de hace una semana. Una bailarina del Ballet Universal de Corea tom¨® mal la salida del escenario y se cay¨® al suelo. "No pas¨® nada, sali¨® ri¨¦ndose", comenta Dorrel.
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