Un candidato familiar para la Casa Blanca
Al Gore tiene tan calculada su estrategia electoral, que su primer nieto naci¨® el pasado 4 de julio, el d¨ªa de la Independencia de Estados Unidos. Para un candidato que se apoya en una imagen familiar s¨®lida -enorme y buscado contraste con el historial de Bill Clinton-, la coincidencia ha sido m¨¢s que afortunada.El instinto pol¨ªtico de la saga de los Gore se transmite, porque el hijo de Karenna Gore y de su marido, Drew Schiff, deber¨ªa haber nacido a finales de junio, pero se atras¨®. Al Gore no ha abusado de la feliz circunstancia, pero tampoco puede evitar mencionar el nacimiento de Wyatt Gore Schiff en sus m¨ªtines: "Cuando hablo de pol¨ªtica educativa y de seguridad en las escuelas, lo hago ahora de una manera muy diferente a como hablaba hace s¨®lo diez d¨ªas", se?al¨® a mediados del pasado mes en Iowa.
Es uno de los aspectos de una estrategia familiar en la que su mujer, Tipper Gore, juega un papel fundamental. Tipper ha salido a la arena medi¨¢tica y est¨¢ poniendo toda la carne en el asador, porque cualquier esfuerzo es poco ante la carrera cuesta arriba que su marido ha emprendido con los ojos puestos en la Casa Blanca.
El vicepresidente Al Gore, el m¨¢s firme aspirante a la candidatura dem¨®crata para las presidenciales del 2000, tiene por delante un a?o complicado. Si todo va bien y la figura de su ¨²nico rival dentro del Partido Dem¨®crata, el ex senador Bill Bradley, no crece demasiado, deber¨ªa salir de las primarias coronado como el candidato dem¨®crata para pelear por la Casa Blanca.
Su problema es que enfrente tendr¨¢ a un candidato republicano de peso, como es George Bush, hijo, que va a buscar el voto en el centro -como hicieron Clinton y Gore en 1992 y en 1996- y que cuenta con una maquinaria de campa?a perfectamente engrasada por millones y millones de d¨®lares. Y, lo que es peor, tendr¨¢ enfrente un sentimiento de necesidad de cambio, alimentado por el tremendo s¨ªndrome de abstinencia de los republicanos, que, como indica el comentarista de The Washington Post Charles Krauthammer, en el 2000 "habr¨¢n pasado ocho a?os bajo Clinton, con humillantes derrotas presupuestarias, con la ca¨ªda de dos presidentes de la C¨¢mara y la frustraci¨®n de no haber logrado el impeachment. Est¨¢n desesperados por ganar".
Los republicanos tratar¨¢n de no impulsar el deseo de cambio con la habitual ret¨®rica de "?c¨®mo viv¨ªa usted hace cuatro a?os y c¨®mo vive ahora?", porque la pregunta favorece a Gore, vicepresidente en un periodo de casi un decenio de expansi¨®n econ¨®mica sin inflaci¨®n y con un ¨ªndice de desempleo del 4,3%. No es que eso sea obra de Gore -como tampoco la creaci¨®n de Internet, que, en un rapto de entusiasmo, reivindic¨® el vicepresidente-, pero ¨¦l estaba ah¨ª, y los norteamericanos son conscientes de que la situaci¨®n de la econom¨ªa es dif¨ªcilmente mejorable. Por tanto, el cambio que reclamar¨¢n es el de los valores: el cambio moral, la renovaci¨®n, el olvido de la sofocante era Lewinsky.
Lo que Al Gore est¨¢ desplegando, por tanto, es la batalla de los valores familiares y espirituales, porque es un terreno en el que se siente fuerte y que le va a permitir marcar las diferencias con Clinton. Su mensaje ser¨¢ tan sencillo como aprovechado: en todo lo bueno de estos ocho a?os -la econom¨ªa, la reducci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico, la disminuci¨®n de la criminalidad-, yo era nada menos que el vicepresidente; en todo lo malo -los esc¨¢ndalos en el Despacho Oval, el deterioro de valores, el materialismo-, yo era s¨®lo el vicepresidente.
El problema, como se?ala la analista pol¨ªtica Maureen Dowd, es ¨¦ste: "El mensaje impl¨ªcito de la campa?a de Bush es: lo que Clinton hizo con Monica es repugnante; yo estoy bien educado y me comportar¨¦ con dignidad. El mensaje impl¨ªcito de la campa?a de Gore es el mismo".
Independientemente de que para los electores sea aburrida la rivalidad moral y la convergencia en el centro de los dos candidatos, en la estrategia de Gore hay dos elementos importantes: levantar la bandera de Tipper Gore y distanciarse del pend¨®n de Bill Clinton.
La bandera de Tipper ya ondea: desde hace a?os -y rodeada de sus hijos, siempre que puede- dirige la campa?a para adecentar las inmoralidades y groser¨ªas de la industria del entretenimiento y el espect¨¢culo; ella dirigi¨® la ofensiva contra el descontrol de armas tras la matanza de Littlelton y revel¨® que sufri¨® una profunda depresi¨®n cuando su hijo estuvo a punto de morir en un accidente, lo cual le ha permitido abogar por la reforma en el sector de la salud mental.
Adem¨¢s de generar la simpat¨ªa que despiertan estas confesiones, Tipper logr¨® que el ex banquero y ex congresista Tony Coelho -con problemas epil¨¦pticos- se conmoviera y aceptara ponerse al frente de la campa?a electoral de Gore, lo que hab¨ªa rechazado en un principio. Tipper es mucho m¨¢s mujer promedio que Hillary y puede ayudar con el voto femenino. Por eso, y seguramente porque lo siente as¨ª, Gore habl¨® de Tipper a Newsweek: "Es mi asesora, la persona cuyo juicio, coraje y car¨¢cter admiro m¨¢s. Disfrutamos la vida juntos, y yo soy mejor persona cuando estoy con ella, y si los norteamericanos me eligen, ser¨¦ mejor presidente gracias a ella".
El segundo objetivo es distanciarse de Clinton. Dicho y hecho: Gore consigui¨® los titulares de portada nada m¨¢s lanzar su campa?a, cuando dijo a los periodistas de Tennessee que "en ese terrible a?o que pasamos", "lo que hizo el presidente fue inexcusable". Seg¨²n escribi¨® en The New York Post el no menos inexcusable Dick Morris, asesor de Clinton hasta que cay¨® en desgracia por un episodio lewinskiano, Clinton se puso "furioso, l¨ªvido", al conocer la declaraci¨®n de Gore.
Despu¨¦s, Clinton lo neg¨®, se declar¨® "asombrado" por las historias que se contaban y aprovech¨® para decir: "Si Gore est¨¢ en desacuerdo con cualquier decisi¨®n m¨ªa en el pr¨®ximo a?o y medio, lo dir¨¢, y yo no me sentir¨¦ ofendido". En otras palabras: me trago el sapo, entiendo las ventajas pol¨ªticas del distanciamiento y estoy dispuesto a asumirlo si le es ¨²til a Al. Y lo mismo sirve para Hillary en su campa?a para conseguir un esca?o al Senado por Nueva York.
Cerca de Tipper, de sus hijos y su nieto, y de la cruzada por la recuperaci¨®n de la moral perdida, y algo lejos -sin pasarse, porque Clinton puede ayudarle en muchos sentidos- del presidente.
En el lanzamiento de la campa?a, adem¨¢s de declararse "infatigable" en la construcci¨®n de una Am¨¦rica en la que "la fe alumbre nuestros pasos" y los valores tradicionales sean "nuestro m¨¢s s¨®lido comp¨¢s para el futuro", Gore resumi¨® as¨ª lo que ser¨ªa su presidencia: mantener la prosperidad econ¨®mica y recuperar la dignidad y los valores espirituales.
?Bastar¨¢ con una imagen de integridad para ganar las elecciones? ?Ser mejor persona y padre de familia que Clinton proporciona popularidad y votos? No, seg¨²n dice el soci¨®logo Alan Wolfe en The New York Times, que cree que el juicio hist¨®rico de Roosevelt o de Kennedy es independiente de sus comportamientos personales: "Gore ser¨¢ un candidato eficaz s¨®lo si habla de las necesidades b¨¢sicas del pa¨ªs, y no de su propia rectitud personal".
Las cosas no pintan f¨¢ciles para Gore. Un sondeo, dado a conocer a finales del mes pasado por CNN-Gallup, concede a George Bush el 56% de la intenci¨®n de voto, y a Gore, el 38%. La diferencia no es en absoluto insalvable, y cualquier encuesta es prematura.
Pero en las ¨²ltimas semanas ha surgido un elemento que intranquiliza a las huestes del vicepresidente: la capacidad del ex senador Bill Bradley, antiguo alero de los Knicks, para recaudar fondos.
Bradley, seg¨²n los informes del estado financiero de los diferentes candidatos a finales de julio, ha recogido 11,7 millones de d¨®lares en lo que va de a?o, con resultados espectaculares en Estados tan importantes como California y Nueva York. Al Gore ha recogido mucho m¨¢s, pero tambi¨¦n ha gastado mucho m¨¢s: de los 17,5 millones de d¨®lares recaudados desde enero, se ha fundido ya m¨¢s de ocho millones, frente a los cuatro de Bradley. Eso quiere decir que Gore tiene ahora mismo s¨®lo un par de millones m¨¢s que Bradley, 9,2 frente a 7,4 millones.
Para unas elecciones como las americanas, que se plantean como una carrera a largo plazo, ¨¦stas son malas noticias para Gore. Significa, si las tendencias de recaudaci¨®n y los ritmos de gasto se mantienen, que el vicepresidente tendr¨¢ que emplear a fondo la chequera y que despu¨¦s de las primarias puede encontrarse con serios problemas para enfrentarse a George Bush, cuyas arcas no tienen fondos, literalmente hablando: el candidato republicano ha confirmado que renuncia a la utilizaci¨®n de fondos federales para su campa?a, con lo que no tendr¨¢ que sujetarse a l¨ªmites de gasto. Bush ha recibido hasta el momento donaciones por valor de 37,3 millones de d¨®lares, un aut¨¦ntico r¨¦cord en la historia de las financiaciones de campa?as electorales en EEUU.
La inc¨®gnita reside en saber si el peso que arrastra el vicepresidente ser¨¢ mayor que las alas que le hagan volar. La pelea por la Casa Blanca, en todo caso, est¨¢ abierta.
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