Di¨¢logo con D?Alema
Roma. Durante el mes de agosto, los hombres (y las mujeres) de gobierno en Europa se toman varias semanas de vacaciones y regresan, en septiembre, reposados, fortalecidos y, es de esperarse, renovados mentalmente. Italia, que es posiblemente el pa¨ªs m¨¢s bello del mundo, recibir¨¢ a una buena docena de jefes de Gobierno y de Estado durante esta ¨¦poca veraniega. No encontrar¨¢n en Roma a su hom¨®logo italiano, el presidente del Consejo de Ministros, Massimo d"Alema, quien se dispone a cursar las aguas del Mediterr¨¢neo en un velero del cual es, a un tiempo, capit¨¢n y marinero.Capit¨¢n y marinero, D"Alema me recibe en el Palazzo Chigi de Roma para continuar una conversaci¨®n que iniciamos hace algunos a?os en M¨¦xico. Como entonces, pero m¨¢s que entonces, D"Alema se nota juvenil, en¨¦rgico, l¨²cido. Mi esposa dice que parece un gal¨¢n de cine latino. S¨ª, pero un gal¨¢n que ha le¨ªdo a Marx, a Gramsci y a Bobbio. Comunista de toda la vida, D"Alema respondi¨® a la crisis del llamado "socialismo real" y al derrumbe de la catedral sovi¨¦tica con una puesta al d¨ªa del proyecto social dentro de la econom¨ªa de mercado. No hac¨ªa m¨¢s, despu¨¦s de todo, que seguir la orientaci¨®n eurocomunista iniciada, precisamente en Italia, por Enrico Berlinguer, adoptada en Espa?a por el pragmatismo de Santiago Carrillo y rechazada en Francia por el dogmatismo de Georges Marchais.
?Tercera v¨ªa, entonces, a lo Tony Blair? Ni Lionel Jospin en Francia ni Massimo d"Alema en Italia usan esa etiqueta, temerosos de que resulte vacua si no se precisan sus contenidos. Pero ¨¦stos, al cabo, resultan inseparables de una concepci¨®n mundial del derecho, una concepci¨®n europea de la seguridad y una concepci¨®n nacional del desarrollo. Los tres conceptos, hoy por hoy, giran en torno a la tragedia de Kosovo, y D"Alema es preciso al respecto. Yo lo congratulo porque fue el ¨²nico jefe de Gobierno de la OTAN que adopt¨® una consistente postura negociadora, ininterrumpida antes, durante o despu¨¦s del conflicto. Al principio, esta actitud disgust¨® a Washington. Al final, el propio Bill Clinton hubo de agradecerla.D"Alema no ofrece una visi¨®n simplista, b¨¦lica o improductiva del conflicto kosovar. Como europeo consciente de la no intervenci¨®n negativa que paraliz¨® a las democracias frente a la impunidad fascista en Espa?a, Etiop¨ªa y Checoslovaquia, para no hablar del genocidio antisemita iniciado por Hitler en 1935 (las llamadas "leyes de N¨²remberg") a ciencia y paciencia de las democracias occidentales, D"Alema apoy¨® la acci¨®n atl¨¢ntica en Kosovo, pero haciendo, aparte de su exigencia de negociaci¨®n, dos observaciones muy importantes acerca del pasado y futuro del orden internacional puesto en jaque por Milosevic y la OTAN.
Con anterioridad al conflicto, dice D"Alema, se perdi¨® una d¨¦cada durante la cual "hubiera sido posible intervenir con instrumentos pol¨ªticos y econ¨®micos. No ha sido ¨¦ste el caso". Por omisi¨®n de una acci¨®n diplom¨¢tica previsora y ajustada a derecho, se lleg¨® a una situaci¨®n "fuera de control". No habr¨¢ manera de pagar los costos de la guerra en los Balcanes si, a partir de esta tragedia, y a fin de que no se repita, no se encara seriamente el problema de la reforma del orden jur¨ªdico internacional, sus instituciones y su vigor.
Concuerdo con ¨¦l, a partir de una perspectiva latinoamericana. Nuestra experiencia es que los EEUU han intervenido unilateralmente o escud¨¢ndose en la organizaci¨®n regional a lo largo de todo este siglo. En efecto, hay dos intervencionismos: el deber de intervenir, como debi¨® hacerse en Espa?a en 1936, y el de no intervenir, como debi¨® hacerse en Guatemala en 1954.
Para D"Alema, el principio de intervenci¨®n y el de no intervenci¨®n, ambos previstos en la Carta de la ONU, deben sujetarse al ordenamiento internacional, pero el problema es que ¨¦ste ha sufrido transformaciones hist¨®ricas sin la correspondiente puesta al d¨ªa de las organizaciones representativas (en primer t¨¦rmino, el Consejo de Seguridad).
D"Alema no puede ocultar una sonrisa cuando se refiere a una organizaci¨®n mundial creada hace medio siglo "por las naciones vencedoras de la IIGuerra Mundial". Pero la sonrisa desaparece cuando el premier italiano propone, con urgencia, reformas para unas naciones que entran al sigloXXI en condiciones totalmente diversas a las que en 1945 dieron cabida a s¨®lo medio centenar de pa¨ªses, y a cinco de ellos, derecho de permanencia y veto en el Consejo de Seguridad. "El manejo de la crisis de Kosovo", argumenta D"Alema, "ha confirmado la importancia del papel del Consejo de Seguridad de la ONU y al mismo tiempo nos ha demostrado la exigencia de una reforma del sistema de las mismas Naciones Unidas". La mayor representatividad de las naciones emergentes en el Consejo es un tema en el que Italia y M¨¦xico han coincidido.
La intervenci¨®n en Kosovo, dice el primer ministro, "aun con toda la convicci¨®n de estar en el lado justo, no ha dejado en ning¨²n momento de angustiarme". El drama de la antigua Yugoslavia se ven¨ªa arrastrando desde Sarajevo, dejando que se acumularan los problemas y los muertos: 400.000 desde que Milosevic inici¨® su campa?a de "limpieza ¨¦tnica" en Bosnia. Se actu¨® tarde, admite D"Alema, pero hubo que actuar. La obligaci¨®n, ahora, es reorganizar las instituciones internacionales, volverlas ¨¢giles para impedir que la lentitud burocr¨¢tica impida, a su vez, la acci¨®n eficaz y pronta de la diplomacia. Una clave ser¨ªa la reforma del Consejo de Seguridad para que elimine el veto y refleje democr¨¢ticamente la estructura actual del mundo, dando cabida a las naciones emergentes y creando "instrumentos de prevenci¨®n de las crisis, bas¨¢ndose no s¨®lo en medios militares, sino tambi¨¦n en recursos pol¨ªticos y econ¨®micos".
La insistencia de Massimo d"Alema en un orden internacional que "permita desarrollar procesos graduales de de-Pasa a la p¨¢gina siguiente Viene de la p¨¢gina anterior mocratizaci¨®n y de crecimiento socioecon¨®mico" le lleva naturalmente a hablar de la base interna que requieren semejantes procesos. La propuesta de D"Alema es la socialdemocracia. Ni estatismo ni neoliberalismo, sino el justo equilibrio entre el Estado, que requiere un mercado productivo, y el mercado, que requiere, m¨¢s que nunca, un Estado, no propietario, sino regulador. Cuando D"Alema habla de la reforma del Estado de bienestar (que para Blair consiste no en otorgar mayores beneficios, sino mayor empleo, y para Jospin, en mantener beneficios y generar empleo) admite que en Europa tal reforma ocurre a partir de un bienestar adquirido ya, en tanto que en Am¨¦rica Latina, arguyo yo, falta a¨²n crear ese piso con el que cuenta la socialdemocracia europea. Yo no creo que el bienestar b¨¢sico de Latinoam¨¦rica pueda ser obra s¨®lo del mercado o s¨®lo del Estado, sino de ambos. Lo que reclamo es una izquierda socialdem¨®crata que no se limite a incautaciones religiosas de vieja letra leninista, sino que, a partir de nuestras carencias mismas, d¨¦ el salto indispensable para concertar las bases que han permitido el desarrollo europeo de entre las ruinas y la pobreza de la posguerra. Necesitamos, los latinoamericanos, explicar y proponer soluciones a los problemas a partir de la realidad, y no, como tantas veces ocurre, a partir de la devoci¨®n dogm¨¢tica a los evangelios seg¨²n Karl Marx o seg¨²n Milton Friedman.
Al respecto, le comunico al presidente D"Alema la preocupaci¨®n tantas veces expresada por Jorge Casta?eda de que la socialdemocracia europea se acerque m¨¢s a la socialdemocracia latinoamericana. D"Alema prev¨¦, al respecto, que la muy interesante conferencia Progress in Government, que reunir¨¢ en Florencia al presidente Clinton con los gobernantes socialdem¨®cratas europeos, se ampl¨ªe en el futuro a encuentros programados entre socialdem¨®cratas europeos y latinoamericanos. La casi segura llegada al poder de los socialdem¨®cratas Ricardo Lagos en Chile y Fernando de la R¨²a en Argentina acelerar¨ªa, en mi concepto, este acercamiento entre la mayor¨ªa gobernante de centro-izquierda en Europa y la emergente democracia de centro-izquierda en Am¨¦rica Latina.
En este di¨¢logo, Italia ha de jugar un papel de primer orden. No olvido la magn¨ªfica evocaci¨®n hecha por el presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, en la reciente cumbre de R¨ªo de Janeiro. Italia, dijo entonces Cardoso, es la ¨²nica naci¨®n europea que no cruz¨® el Atl¨¢ntico como imperio, sino como pueblo, como aportaci¨®n puramente migratoria, humana. Massimo d"Alema deber¨¢ gobernar hasta el a?o 2001. Pero su Partido Democr¨¢tico de la Izquierda (PDS) es parte de una coalici¨®n dentro de un entorno pol¨ªtico parlamentario mudable, en el que los electores pueden encontrarse, de un d¨ªa para otro, con un Gobierno leg¨ªtimo, ciertamente, pero distinto del que eligieron en las urnas. D"Alema, pues, cuenta con poco tiempo para su pol¨ªtica de reforma del Estado, reforma industrial, reforma fiscal, reforma educativa y enfrentamiento al persistente problema italiano de la divisi¨®n entre el Norte rico y el Sur pobre.
Cuenta, si no con demasiado tiempo, s¨ª con la convicci¨®n de que la izquierda puede llevar a cabo reformas con tradici¨®n o, como me lo expresa esta tarde en el Palazzo Chigi, "proponer un modelo social moderno sin perder nuestros or¨ªgenes".
Buena navegaci¨®n, pues, al capit¨¢n, marinero y, sobre todo, amigo Massimo d"Alema.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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