Ahora Daguest¨¢n
Cuando Rusia invadi¨® Chechenia en diciembre de 1994, sus dirigentes afirmaron que la situaci¨®n estar¨ªa inmediatamente bajo control. Despu¨¦s de una desastrosa guerra, Chechenia es en la pr¨¢ctica un pa¨ªs independiente, aunque formalmente siga formando parte de Rusia. El recordatorio es pertinente por cuanto el nov¨ªsimo primer ministro, Vlad¨ªmir Putin, anunci¨® ayer una ofensiva total contra los rebeldes de Daguest¨¢n, y se ha dado tambi¨¦n un plazo muy corto, dos semanas, para que las cosas vuelvan al orden en la Rep¨²blica norcauc¨¢sica. La guerrilla ha proclamado desde sus posiciones un Estado isl¨¢mico y la guerra santa contra Mosc¨².Las veleidades secesionistas en Daguest¨¢n no son de ahora mismo. Pero su eclosi¨®n y su llegada a los titulares coincide con el momento m¨¢s bajo, f¨ªsica y pol¨ªticamente, del presidente Bor¨ªs Yeltsin. El Kremlin se ha apresurado a imputar la rebeli¨®n a "fundamentalistas isl¨¢micos" manejados por Chechenia, lo que en Rusia significa emociones populares soliviantadas, y consiguientemente, una baza preelectoral. Pero los pocos datos fiables que emergen del enfrentamiento no autorizan tanta rotundidad. Isl¨¢micos, sin duda; es un gen¨¦rico aplicable a la regi¨®n norcauc¨¢sica, opuesta hist¨®ricamente a Mosc¨², pero m¨¢s bien porque este credo compartido es uno de los escasos factores aglutinantes de una sociedad tribal y atomizada. Tampoco parece dogma de fe que Grozni est¨¦ manejando formalmente los hilos en Daguest¨¢n, aunque la anarqu¨ªa de Chechenia tres a?os despu¨¦s del alto el fuego favorece que sus se?ores de la guerra env¨ªen a sus milicias a la frontera. Ning¨²n guerrillero legendario, como es el caso de Shamil Bas¨¢yev, dejar¨ªa de aprovechar esta oportunidad de mantener el mito. La lucha en Daguest¨¢n no enfrenta al poder federal con uno local en b¨²squeda de la independencia, como en Chechenia. En Daguest¨¢n, las autoridades est¨¢n del lado de Mosc¨². Pero otros factores decisivos pueden transformar el conflicto incipiente en una pesadilla para Yeltsin y Putin, su ¨²ltimo, por el momento, delf¨ªn. Como el geogr¨¢fico, unas monta?as inexpugnables, salvo la franja costera, donde los bombardeos masivos tienen una eficacia relativa. O la poblaci¨®n. Los aproximadamente dos millones que pueblan Daguest¨¢n - del tama?o de Austria, a orillas del Caspio y fronteriza en el sur con Georgia y Azerbaiy¨¢n- forman un mosaico de una treintena de grupos ¨¦tnicos, cada uno con su lengua, en el que los rusos son una porci¨®n muy peque?a y en retroceso. Su m¨ªsera situaci¨®n econ¨®mica se desploma a la vez que sus instituciones pol¨ªticas. El r¨¦gimen sovi¨¦tico, que manten¨ªa bajo control la tendencia centr¨ªfuga de las rep¨²blicas, hizo de la multiplicidad ¨¦tnica de ¨¦stas casi una cuesti¨®n folcl¨®rica. Pero uno de los elementos cruciales que marcan el declive de Yeltsin es el parejo debilitamiento del abrazo de Mosc¨² sobre algunas de las 89 entidades de la federaci¨®n. Esta misma semana, gobernadores influyentes cuya lealtad al Kremlin se daba por descontada han decidido pasarse al enemigo y apoyar la coalici¨®n centrista del alcalde de la capital, que, encabezada probablemente por el ex primer ministro Yevgueni Primakov, aspira a ganar la mayor¨ªa parlamentaria en las elecciones de diciembre y la presidencia rusa el verano pr¨®ximo.
Vlad¨ªmir Putin, que el lunes debe afrontar la aprobaci¨®n de la C¨¢mara baja del Parlamento, tiene las cosas complicadas. Mosc¨² no puede repetir Chechenia por razones obvias, pero es improbable que sea capaz de devolver la disciplina a la regi¨®n sin recurrir a m¨¦todos devastadores; y, sobre todo, sin pagar un precio en vidas que ning¨²n ruso estar¨¢ dispuesto a aceptar ahora. Y un naufragio en Daguest¨¢n dinamitar¨ªa el proyecto de supervivencia del maniobrero Yeltsin. Salvo que la situaci¨®n del C¨¢ucaso resultase finalmente un pretexto para declarar el estado de emergencia y suspender los comicios que, en teor¨ªa, deben poner fin a una ¨¦poca en Rusia.
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