Aldeas irreductibles de ¨ªberos
La Feria de este a?o, acta de defunci¨®n de la mu?eca chochona y el perrito piloto. El c¨ªrculo y el api?amiento son la forma de relaci¨®n m¨¢s frecuente en la Pen¨ªnsula
- Parte hablado. Mart¨ªnez. M¨¢laga. Feria. Ayer sopl¨® terral a gog¨® y, snif, llegamos a los 46 grados celsius. Si Celsius estuviera vivo, hubiera dimitido. El diario Sur se hizo eco del pitote t¨¦rmico -"Pese a los 40 grados, algunos se atrevieron con los callos"-. Por lo dem¨¢s, la vida contin¨²a en M¨¢laga. Speedy Villalobos se fue -¨¢ndale, ¨¢ndale- al Pasaje Chinitas, donde inaugur¨® una placa de reconocimiento a Manuel Oc¨®n, afilador malague?o. Solt¨® chascarrillo -jarl- y se fue pitando a ejercer la alta pol¨ªtica a otro topo del biotopo. Hora y media despu¨¦s, algunos cient¨ªficos la localizaron en la feria de d¨ªa con varios miembros de su equipo de gobierno practicando el levantamiento de ni?o. Por la noche a¨²n paseaba por la otra feria, parti¨¦ndose el pecho y desafiando, con grave peligro del artista, los consejos de la OMS, que estipula que los m¨²sculos risorios descansen un minuto cada 8.000 horas de vuelo. Para hoy est¨¢ prevista una comida de Celia y autoridades en una caseta con vistas. No se especifica qui¨¦nes son las autoridades, de manera que puede ser desde un sereno hasta el puente de mando de la nave Enterprise. Cr¨ªtica musical: por la noche actu¨® en la feria nocturna el D¨²o Din¨¢mico. Una parte del p¨²blico opt¨® por aplaudirles con plaf-plaf, y otra con plof-plof. La vida es rar¨ªsima.- La Feria, ¨²ltimas tendencias. Bueno. La/s feria/s de M¨¢laga son diferentes a la Feria de Sevilla. En Sevilla la cosa est¨¢ muy regulada. Uno no puede vestir como quiere ni acceder a la caseta que quiera. La normativa de las casetas es muy r¨ªgida, y gira en torno al motivo pl¨¢stico de la casa adosada. La de M¨¢laga es m¨¢s abierta. La gente viste y se desviste como quiere, y las casetas se construyen desde el libre albedr¨ªo, facci¨®n porcelanosa fashion. La Feria de M¨¢laga se parece un poco a la Feria de Abril que se construye en Catalu?a: son una meditaci¨®n sobre el se?oritismo yuyu, responsable en parte de que muchos andaluces vivan en la ciudad de M¨¢laga o en el cintur¨®n de Barcelona. La feria de este a?o ha significado el acta de defunci¨®n de la mu?eca chochona y del perrito piloto, que tanto han hecho por la renovaci¨®n de la decoraci¨®n de interiores en la Pen¨ªnsula. Han sido sustituidos por los teletubbies. La vida es cruel. En ambos recintos feriales priman las jovencitas api?adas bailando sevillanas entre ellas. En el viaje de Casanova por aqu¨ª abajo narra que no se comi¨®, como quien dice, una rosca. En la Corte de Aranjuez se maravillaba ante el hecho de que las se?oritas que durante el d¨ªa le daban calabazas por la noche practicaran un baile obsceno y absolutamente sexual, que era la sevillana. De Casanova se deduce, pues, que la sevillana no es un medio. Es un sustituto. Hay muchos grupos de matrimonios uniformados de regionales. En c¨ªrculo. Los se?ores tocan el tambor y las se?oras cantan con cara de sacerdotisa ¨ªbera cabreada. Lo tienen todo muy ensayado. Tanto que se supone que los s¨¢bados-noche la se?ora, en vez de disfrazarse de enfermera, se disfraza de flamenca. Los verdiales son grupos de personas vestidas de verdiales y que tocan verdiales, una de las danzas m¨¢s antiguas de Europa. Es un ritmo mon¨®tono y fren¨¦tico, que se canta y se toca tambi¨¦n con cara de tel¨²rico ovulando. Y, muy importante, api?ados. El c¨ªrculo y el api?amiento son, en fin, la forma de relaci¨®n m¨¢s frecuente en la Pen¨ªnsula.
- Los ¨ªberos. Y eso es curioso. Supongo que el c¨ªrculo ilustra el terror al individualismo que flota por aqu¨ª abajo. En todas las sociedades peninsulares pesa m¨¢s el nosotros que el yo. En todas la sociedades peninsulares las fiestas consisten en disfrazarse de nosotros, con trajes tel¨²ricos de sevillana, de sardanista, de gaiteiro o de aizkolari. Esta barbarie del nosotros es una pesadilla genuinamente hispana. Hay quien cree que s¨®lo se produce en determinadas sociedades de la Pen¨ªnsula. Al creerlo, posiblemente creen que su nosotros es mejor, como cualquier otra sociedad peninsular, por otra parte. No s¨¦ a usted, pero cuando paseo entre ¨ªberos simp¨¢ticos vestidos de nosotros, a m¨ª se me activa un gen familiar, que me hace imaginar que los nosotros volver¨¢n a correr a boinazos a un yo Mart¨ªnez hasta la frontera m¨¢s pr¨®xima. Ma?ana me voy al norte del sur, subiendo a la izquierda.
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