Olor a muerte en Sakarya
Los perros de los equipos espa?oles apenas hallan supervivientes bajo las ruinas de una ciudad desolada
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Se hizo un silencio sepulcral cuando Turki, un perro de aguas negro, comenz¨® a trepar con br¨ªo al mediod¨ªa de ayer por los escombros de un edificio de cinco plantas desplomado como un castillo de naipes. El bombero espa?ol Ildefonso Canelo lo llevaba del lazo en esa esquina de Sakarya (130 kil¨®metros al este de Estambul), cuyas calles parecen haber sufrido la mayor devastaci¨®n en el violento terremoto que sacudi¨® la madrugada del martes al noroeste de Turqu¨ªa. Era como un campo de batalla: avenidas enteras en ruina, centros comerciales aplastados, alminares partidos de cuajo en las mezquitas. Las autoridades de Ankara reconocen oficialmente m¨¢s de un millar de muertos en esa ciudad de 150.000 habitantes.Los siete socorristas de la Unidad Canina de Rescate de Huelva, que llegaron a Turqu¨ªa con los primeros equipos internacionales 24 horas despu¨¦s de la cat¨¢strofe, se encontraron en Sakarya con el mismo olor a muerte que marc¨® su misi¨®n en el ¨²ltimo se¨ªsmo de Colombia. Hasta ahora, sus cinco perros apenas han podido salvar a tres personas. Tampoco tienen suerte los bomberos de la Generalitat catalana en la localidad de Yalova: anoche s¨®lo hab¨ªan rescatado a una persona.
Ya hab¨ªa pasado un cuarto de hora cuando Jaime Parejo, jefe de esta unidad especial de los bomberos de Huelva, dio la orden de retirada en esa casa del distrito de Seker y algunas mujeres estallaron en sollozos. Turki descend¨ªa mientras Ildefonso meneaba la cabeza: no hab¨ªa esperanza de encontrar vida y dos excavadoras arremetieron contra los escombros.
"El se¨ªsmo fue aqu¨ª muy violento y mucha gente debi¨® morir en el acto por graves traumatismos. Adem¨¢s, los edificios est¨¢n construidos con materiales de muy pobre calidad; as¨ª que los pisos se han desplomado unos sobre otros en un efecto sandwich, sin formar c¨¢maras de aire donde puedan mantenerse con vida algunas personas", explica Parejo, empapado en sudor y visiblemente agotado. Duerme de cuando en cuando con sus compa?eros en el suelo del patio del cuartel de bomberos de Sakarya, parcialmente derruido.
En sus patrullas por la ciudad son constantemente requeridos por grupos de vecinos para que inspeccionen una zona en la que alguien asegura haber o¨ªdo el gemido de un beb¨¦ o los susurros de auxilio de un adulto. Pero sus perros s¨®lo detectan la presencia de personas vivas. Su misi¨®n no es la de recuperar cad¨¢veres. Edificio tras edificio, su trabajo constata la fatalidad. La esperanza que despierta su llegada se torna en llanto cuando confirman que no hay supervivientes. Han conseguido salvar a una ni?a y a un adulto, pero su tercer rescatado, un joven malherido, falleci¨® cuando era evacuado. Los expertos consideran que a partir de las 72 horas del siniestro, las posibilidades de seguir con vida entre los cascotes son muy limitadas. El tr¨¢gico plazo se ha cumplido a las dos de la madrugada de hoy. Pero hay quien ha vivido despu¨¦s de 17 d¨ªas sepultado.
El Ej¨¦rcito turco mantiene controlada la situaci¨®n: ha impuesto el estado de sitio durante la noche y sus unidades vigilan los comercios de Sakarya. "El avituallamiento est¨¢ garantizado, y se distribuyen cajas con comida y botellas de agua, no parece que vaya a haber pillaje como ocurri¨® en Colombia", asegura un bombero espa?ol. Miles de personas, sin embargo, siguen durmiendo a la intemperie mientras se descomponen los cad¨¢veres entre los escombros. La situaci¨®n sanitaria empieza a ser preocupante.
En otra calle de Sarkaya, un hombre observaba con resignaci¨®n el golpeteo del martillo neum¨¢tico contra un muro de hormig¨®n. "Quiero recuperar el cad¨¢ver de mi sobrino Samsal, de tres a?os, ya tengo los cuerpos de su padre y de su madre", se llamentaba. "?Y c¨®mo sabe que est¨¢ muerto?", le pregunt¨® un curioso. "Mire, por ah¨ª asoma su piernita", le respondi¨®.
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