Greene, contra s¨ª mismo
El plusmarquista mundial demuestra que est¨¢ dispuesto a 'arrebatarse' su propio r¨¦cord
Sin novedad en el 100. Maurice Greene prosigue su plan hacia el t¨ªtulo mundial y deja abierta la puerta para batir su r¨¦cord. S¨®lo as¨ª se puede interpretar su categ¨®rica autoridad en la segunda ronda, donde venci¨® con 9,90 segundos y dio la sensaci¨®n de dejar mucho combustible en el dep¨®sito, la gasolina que marca la diferencia entre un registro de primer orden y el r¨¦cord mundial. S¨®lo el veterano canadiense Bruny Surin le aguant¨® hasta donde pudo. En ese sentido fue una carrera muy lineal, Greene meti¨® la directa y no mir¨® hacia atr¨¢s.Las series volvieron a cuestioner el estado de la velocidad. Con Lewis, Christie, y puede que Bailey, termin¨® una ¨¦poca. Sus sucesores resultan demasiado evidentes: Greene y Boldon, por este orden. Surin, que camina hacia los 33 a?os, resiste con esfuerzo y puede que salga de Sevilla con el mejor resultado de su notable carrera deportiva. De los nov¨ªsimos, se puede decir que hay una buena generaci¨®n de brit¨¢nicos. Dwain Chambers y Jason Gardener progresan a ojos vista, pero todav¨ªa les falta un hervor. En dos a?os correr¨¢n con cierta regularidad por debajo de los diez segundos, pero por ahora se encuentran con dificultades para derribar esa barrera. Queda Obadele Thompson, cuyas cualidades no se discuten. Pero no acaba de estallar, de conseguir un triunfo que le haga respetable frente a Greene o el mismo Surin.
Sin Boldon en competici¨®n, Greene est¨¢ absolutamente convencido de que no tiene rival en Sevilla. Razones hay para pensarlo. Entre el declive de los viejos dinosaurios y la distancia que mantiene con relaci¨®n a los j¨®venes brit¨¢nicos Chambers y Gardener, Greene s¨®lo corre el riesgo de aburgersarse. Puede ocurrirle si no encuentra m¨¢s oposici¨®n. Sin embargo, su entorno es lo suficientemente exigente como para impedirle una regresi¨®n. Su entrenador, John Smith, tiene fama de sacar lo mejor de su peque?a pero selecta cuadra de atletas. Le va mucho dinero en ello. Su equipo HSI funciona como una peque?a empresa que agrupa a lo mejor de la velocidad: Greene y Boldon, el prometedor Larry Wade en los 110 vallas, Inger Miller y Marie Jo P¨¦rec como bandera en las mujeres. Smith sabe que los velocistas venden. Pero tambi¨¦n sabe que Greene vende menos de lo que deber¨ªa. Ah¨ª radica el desaf¨ªo. Por esa raz¨®n no puede acomodarse, a pesar de la ausencia de rivales de entidad.
Greene tiene enfrente unos meses cruciales. Su aventura pasa desde luego por una victoria en Sevilla. Pero a este triunfo convendr¨ªa agregarle un gran tiempo; si es un r¨¦cord del mundo, mejor que mejor. Dicen los expertos de mercado que a Greene le falta un poco de ¨¢ngel. Es curioso, porque se trata de un atleta extravertido, h¨¢bil y ocurrente en sus respuestas. Y como ganador, nadie le discute. Gan¨® el Campeonato del Mundo en 1997, bati¨® en mayo el r¨¦cord mundial, lo puso en los m¨¢rgenes de Ben Johnson y no deja de bajar de 10 segundos. ?Qu¨¦ m¨¢s se puede pedir de un velocista? Pues en el caso de Greene, su imagen no termina de funcionar, quiz¨¢ porque el p¨²blico estadounidense ha evidenciado un rechazo considerable hacia el atletismo. Hay un desinter¨¦s que se traslada al efecto que causan sus mejores representantes. Greene es una celebridad en Europa, pero en su pa¨ªs apenas significa otra cosa que un pie de p¨¢gina en las cr¨®nicas deportivas. Cualquiera que sea el problema de Greene, tiene un a?o para resolverlo antes de los Juegos, que s¨ª forman parte de la mitolog¨ªa norteamericana. Por ahora, su trayectoria es intachable. En la segunda ronda de los Mundiales, corri¨® los 100 metros en 9,90 segundos, y lo hizo sin esfuerzo aparente. Las condiciones tambi¨¦n la ayudan: el calor apretaba ayer en el estadio de La Cartuja. A la hora de la carrera de Greene, el term¨®metro marcaba 32 grados. Para un velocista no hay mejor noticia. El calor mejora sus prestaciones de modo evidente.
No por otra cosa extra?¨® que ninguna de las series anteriores a la de Greene ofreciera buenos resultados. Los brit¨¢nicos Gardener y Chambers confirmaron que tienen un mundo por delante, pero les falta poder¨ªo. No acaban de impresionar. Son j¨®venes, son r¨¢pidos, bajar¨¢n de 10 segundos, pero no est¨¢n en disposici¨®n de atacar a Greene, cuya autoridad es manifiesta. Si s¨®lo le sigue Surin, un veterano que jam¨¢s ha conseguido una gran victoria, no se puede esperar otra cosa que la victoria del atleta estadounidense en la final.
A la vista del registro que obtuvo en la segunda ronda, la pretensi¨®n de batir el r¨¦cord mundial parece razonable. Para hoy se espera tanto o m¨¢s calor que ayer. El viento no es molesto, aunque sopla de forma variable. Y Greene tiene un trabajo que hacer. Necesitar¨ªa un poco m¨¢s de oposici¨®n, pero en los ¨²ltimos tiempos corre contra ¨¦l mismo, contra los desaf¨ªos que se ha marcado. Han pasado los tiempos en que una final de 100 metros reun¨ªa a una tropa de velocistas capaces de ganar la carrera. Atr¨¢s quedaron Lewis, Johnson, Christie, Burrell y hasta el propio Fredericks, cuyo declive cada vez se hace m¨¢s cierto. Del namibio se puede esperar un canto de sirena, especialmente en los 200 metros. Los 100 le quedan demasiado cortos. O demasiado largos. Nunca se sabe cuando se habla de un hombre que cada vez encuentra m¨¢s problemas para bajar de los 10 segundos. Hace un par de a?os, esa asignatura resultaba sencilla para Fredericks y unos cuantos. Ahora, ni los estadounidenses lo consiguen. S¨®lo Mo Greene marca la diferencia. Los dem¨¢s le quedan lejos, salvo que se produzca una de esas sorpresas que el atletismo guarda de ciento en viento. Por ahora, s¨®lo hay razones para confiar en un atleta que casi se tom¨® como un entrenamiento su serie. Si la hizo en 9,90 segundos, qu¨¦ otra cosa se puede esperar que no sea el triunfo. Pero de lo que se trata es del r¨¦cord. Y la posibilidad parece al alcance de Cannon Ball Greene, la bala del ca?on.
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