Duro golpe a un monte repoblado, con importantes ecosistemas
Abanto es la denominaci¨®n popular del buitre negro, el ave m¨¢s grande del continente europeo. Todo top¨®nimo es un vago eco que repite el motivo por el que un determinado lugar se llama como se llama. Cuando evoca a una especie, que hoy se recupera de un abismante paseo por el borde de la extinci¨®n, podemos estar seguros de que el lugar as¨ª denominado tiene, o tuvo, muchos de los rasgos que permiten calificar a esa parte de la naturaleza como completa y hermosa. Por ello, el que lo quemado se llamara Abantos es algo muy parecido a nuestras marcas de garant¨ªa.Aunque los abantos estuvieron ausentes de su pico durante unos decenios, ahora hab¨ªan vuelto a ser casi asiduos. Su silueta, descomunal, no era rara ¨²ltimamente sobre los ¨²ltimos perfiles de esas laderas que cobijan San Lorenzo de El Escorial. Eso quer¨ªa decir que la calidad del paisaje se hab¨ªa recompuesto casi enteramente. La naturaleza aprovecha todas las oportunidades que le demos.
Siempre hubo pinadas en las laderas del Abantos, pero ¨¦stas quedaron muy mermadas desde los a?os treinta a los sesenta. Luego se acometieron algunas repoblaciones que se sumaron al af¨¢n colonizador de los pinos negrales y silvestres. Las fotos a¨¦reas permiten comprobar que este paisaje era uno de los mejores ejemplos de incremento de la masa forestal de nuestro pa¨ªs. Pero es que, junto a los pinos, estas laderas umbr¨ªas y generosamente regadas albergaban una notable variedad de otras especies arb¨®reas. Muchas, de hoja caduca, nos indican precisamente el frescor de su microclima. All¨ª se pod¨ªan ver cerbales, arces y robles melojos, que en La Herrer¨ªa llegan a la condici¨®n de bosque casi puro.
Lo quemado inclu¨ªa media docena de los ecosistemas m¨¢s representativos de la Pen¨ªnsula. La fauna no era de menor importancia, al menos un centenar de especies de vertebrados. Adem¨¢s, algunas, como las ¨¢guilas imperiales, que tienen nidos muy cerca de lo calcinado, son animales tan escasos que colocan el territorio donde viven entre los ecol¨®gicamente m¨¢s importantes de Europa. Junto a ellas, corzos, jabal¨ªes, tejones... Una completa comunidad viva a las mismas puertas de urbanizaciones. Mucho de eso es ya ceniza que vuela. Y una vez m¨¢s lo perdido no es lo que ve¨ªan casi todos, casi siempre de lejos. La madera y el verdor siempre es lo de menos. El bosque, adem¨¢s de alegrar las miradas, es el m¨¢s completo y complejo sistema vital, ant¨ªdoto frente al cambio clim¨¢tico. Y siempre, como ya lo demostr¨® el pinar del pico Abantos, dispuesto a volver a empezar desde sus propias cenizas: esas que deber¨ªamos haber evitado.
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