Uno de seis
Fue el tercero de la tarde el ¨²nico de los seis de El Sierro que sac¨® lo que se supone que deben llevar en la sangre los toros de lidia. A saber: genio, bravura y encastada nobleza. Los restantes, descastados, sosos, mansos en distintas versiones, distra¨ªdos, huidos o inv¨¢lidos, fueron el compendio de lo malo que habita en el campo bravo hoy en d¨ªa. Son¨® en La Monumental el sonido del silencio antes que el pasodoble torero en honor de toros y coletudos. Silencios de aburrimiento s¨®lo rotos en el arrastre del tercer toro y para reconocer tambi¨¦n la buena disposici¨®n de El Califa, que tuvo el honor de darle lidia y muerte.Lo recibi¨® de capote con lances ce?idos a la ver¨®nica que el toro tom¨® con codicia. El Califa jug¨® los brazos con personal estilo, baj¨® las manos y se vio por fin que hab¨ªa un toro en el ruedo. Se arranc¨® el animal con poder al caballo y derrib¨® al picador sin darle tiempo a meter la puya en el primer encuentro. Tom¨® despu¨¦s una vara a ley apretando fijo con los ri?ones. El Califa pidi¨® el cambio con el toro crudo, en gesto honrado hacia el astado y la afici¨®n. Tras el tr¨¢mite de banderillas se atornill¨® el torero en los medios, cit¨® en la distancia y dio un pase cambiado por la espalda muy ce?ido, de escalofr¨ªo.
El Sierro / P¨¦rez, Pedrito, El Califa
Seis toros de El Sierro, bien presentados, dieron p¨¦simo juego excepto el tercero, que, noble y encastado, fue aplaudido en el arrastre.C¨¦sar P¨¦rez: silencio; aviso y silencio. Pedrito de Portugal: silencio; aviso y silencio. El Califa: aviso y ovaci¨®n; silencio. Plaza Monumental, 22 de agosto. Un cuarto de entrada.
El sello de El Califa
La faena, aut¨¦ntica y con el sello singular de El Califa, resultar¨ªa un conjunto desigual, un tanto amontonada, acopl¨¢ndose el torero en una tanda ajustada al natural y especialmente en un final de faena arrebatado, con bellos ayudados por bajo. No acab¨® de romperse el torero ante un toro encastado, noble y repetidor, que mereci¨® mejor suerte, y mejor muerte que el bajonazo perpetrado por El Califa tras un metisaca y un feo pinchazo. Justa la ovaci¨®n para el toro y generosas las palmas para el torero. Con el sexto, manso y reserv¨®n, el de J¨¢tiva estuvo breve y esta vez digno con el estoque.C¨¦sar P¨¦rez sorte¨® lo peor de lo peor. Su primero busc¨® tablas siempre, haciendo bald¨ªos los esfuerzos del catal¨¢n para sacarle faena en las afueras. Toro desrazado, soso y parado, que muri¨® rajado en tablas. El cuarto, manso de remate, huy¨® de los capotes, de los caballos y de todo lo que se mov¨ªa. C¨¦sar mostr¨® al respetable c¨®mo era el toro, mont¨® la espada y perpetr¨® un bajonazo al encuentro sin ning¨²n pudor.
A Pedrito de Portugal le tocaron dos toros de distinta condici¨®n. El segundo, nobl¨®n, soso y distra¨ªdo, llev¨® siempre la cara alta y gazape¨® sin descanso. Pedrito gazape¨® a¨²n m¨¢s y terminamos todos resoplando. Ante el quinto, tan flojo como noble, el portugu¨¦s despleg¨® todo un muestrario de pases, pero como no hab¨ªa emoci¨®n, result¨® la faena un gran plomazo, muy mal rematada adem¨¢s con la espada.
Babelia
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