Alzira, cuna de la naranja
Hay una historia muy antigua, se remonta al tiempo en que las naranjas estaban a punto de existir, pero no acababan de decidirse. Pasaba por all¨ª, por donde iban a nacer, un elefante con apetito y se comi¨® los frutos dorados que encontraba. Claro, revent¨®, y donde lo hizo se cre¨® un espacio que poco a poco se fue llenando de ¨¢rboles. Estos nac¨ªan donde "la indigesti¨®n mortal del elefante", naga raga en s¨¢nscrito, y daban lugar a los frutos que hoy conocemos. Ellos y su nombre pasaron despu¨¦s a Persia, y a la cuenca mediterr¨¢nea, donde llegaron naranja. La mandarina sin embargo, aunque procede de la misma zona planetaria, s¨®lo tuvo para adquirir nombre, que imitar en su color los vestidos de los grandes funcionarios orientales. Unas y otras han evolucionado, en su aspecto y en su calidad. De ser productos con tendencia al amargo se han dulcificado, e interiormente han cambiado, en su pulpa, sus semillas, para hacerse m¨¢s agradables al consumo. Desde que se localiz¨®, de forma casual, la navel washingtona, sin semillas aparentes, se han sucedido las variedades mejoradas, la navel late, tard¨ªa, la navel late, la que ahora proporciona mayores beneficios. Pero la evoluci¨®n en la naranja no ha sido tan importante como la de su compa?era la mandarina; el precio que paga la primera por la dificultad relativa de su manipulaci¨®n por el consumidor, piel dura, dif¨ªcil de pelar, hace que el mercado se oriente hacia las clementinas. ?stas, conseguidas en Argelia por el sacerdote Clement, est¨¢n bendecidas por los consumidores, y m¨¢s a¨²n sus continuadoras, la fortuna, la hortenique, la clemenpons, se pagan casi al doble de precio que sus hermanas mayores. No se ha parado aqu¨ª el estudio de las variedades, existen h¨ªbridos entre las mismas cada vez con mayores posibilidades, el tangelo, cruce de la clementina y el pomelo,o el tango, entre la primera y la naranja, prometen inundar el mercado a corto plazo. Quiz¨¢ as¨ª logren parar el asalto comercial de los productos l¨¢cteos, que prometen m¨¢s y mejores prestaciones sabrosas y salut¨ªferas. El naga raga espa?ol sin duda se encuentra en Alzira, en el Valle de la Murta. Los espacios que se contemplan en ese parque natural sobresalen de los cientos de plantaciones de c¨ªtricos de los que est¨¢ cubierta nuestra geograf¨ªa. All¨ª se condensan la productividad y el paisaje, el negocio y el respeto a la naturaleza. Por respetar, hasta se han conservado las ruinas del convento que en ¨¦l se encuentra. Para comer vayamos a Alzira. No es ¨¦sta una zona donde la gastronom¨ªa haya hecho grandes progresos, no existen locales p¨²blicos que inciten a la excursi¨®n con la doble vertiente gastron¨®mica y paisaj¨ªstica, o por lo menos no son lo significativos que debieran. En el Restaurante Cam¨ª Vell de Alzira, no obstante se puede comer de forma razonable. Soliciten una innovaci¨®n, salazones y verduras horno, o plancha. Combinan de forma admirable la fortaleza de la sal con la suavidad de las verduras. Y despu¨¦s cualquier carne, ternera o cordero, de buena calidad y confecci¨®n; un exceso de aceite en los fritos la perjudica un tanto, pero el problema es corregible. Para postre, por favor pidan naranjas, o clementinas, si las primeras les resultan complicadas de comer. Solas, es extra?o como un fruto tan extendido en el lugar no se prodiga en los platos. La cocina mundial est¨¢ llena de guisos en los que la naranja tiene un componente importante, recordemos el pato a la naranja, y otras mil combinaciones con carnes y pescados, no se prodigan en la tierra que presume de tener los mejores frutos. Debe ser porque tienen c¨®modo el aprovecharlas tal como vienen, sin esfuerzos adicionales. Ya dec¨ªa Cabanilles hace doscientos a?os, "parece imposible perfeccionar m¨¢s el cultivo de aquellos campos, ni sacar de ellos m¨¢s riquezas: lo templado de la atm¨®sfera proporciona frutos con anticipaci¨®n". Hoy en aquella tierra se plantan alrededor de cinco mil hect¨¢reas de c¨ªtricos por quinientos del resto de los cultivos. Y creciendo la diferencia.
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